Yolanda Ceron
Aquel 19 de septiembre, Yolanda, la pequeña Yolanda, la gran amante de la piel negra fue asesinada a través de la estrategia paramilitar con sicarios, que la esperaban a la sede de la salida de la Pastoral Social en Tumaco. No le temió a la muerte violenta, nunca se aseguró nada para sí, su pasión por las causas nobles, de los excluidos, de los empobrecidos fue su razón de ser
Yolanda la creyente, más allá, de toda forma, seguidora de las causas justas al estilo de Jesús. Denunció, esclareció la conciencia de los pueblos negros ante la ofensiva y los intereses que se ocultan a través de la estrategia criminal paramilitar.
A través de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco en el acompañamiento a las comunidades negras apoyó la titulación de 96.000 hectáreas de tierra, percibiendo con claridad los límites de los reconocimientos legales, la superposición de los intereses empresariales, que usan de la violencia estatal para imponer modos de producción y de “desarrollo”.
Desde el 2000 denunció, a veces como una voz en el desierto, y a través del programa Caja de Pandora, las operaciones paramilitares del Bloque Libertadores del Sur, al mando de Guillermo Pérez Alzate, conocido como “Pablo Sevillano”, que confesó la comisión del crimen de Yolanda, la defensora de derechos humanos y de las comunidades negras por ser una “guerrillera del ELN” o “su ideas proclives a la guerrilla”, como lo confesó el extraditado paramilitar a los Estados Unidos.
Para Yolanda, y todos, los que la conocimos, ha sido claro que la policía, el DAS, la base de entrenamiento de la Marina, desarrollaron la estrategia paramilitar con el apoyo de sectores de la economía local y regional relacionada con la siembra de palma.
Los procesos judiciales en lo ordinario, en la mal llamada ley de para la justicia, la paz y la reconcialación, arrojan las respuesta estructural, ya conocida, la impunidad. La extradición del llamado Guillermo Pérez Alzate, se convirtió en otro mecanismo de impunidad, en un monumento de negociación y transancción criminal. Se ha mancillado la dignidad de las víctimas, la de Yolanda y la del pueblo perseguido en Tumaco, víctimas del exterminio para favorecer intereses económicos y los de las víctimas del tráfico de drogas en los Estados Unidos, no las víctimas de Colombia, las que no cuentan, víctimas indignas, las de los crímenes de lesa humanidad.
Yolanda sigue presente, sigue vive, es parte de nuestra memoria colectiva, silenciada, negada en la impunidad jurídica, en la impunidad social y política.
Bogotá, D.C. 19 de septiembre de 2010
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz