¿Y si pasamos de Uribe?
Hay consenso en que la estrategia de Uribe para permanecer en el poder es imbatible. La manera como se ha ido tomando cada espacio de la política y la administración pública, y la destreza que ha demostrado para controlar los medios de comunicación, la dirigencia empresarial y cada foco de poder territorial, ha llevado a que todo gire en torno suyo y que todo dependa de sus decisiones.
Desde las discusiones macro acerca de la manera como el país va a enfrentar la crisis económica, o cómo se va a encuadrar Colombia en el nuevo orden internacional, hasta las decisiones micro de cuáles sectores activar y en qué actividades invertir. Todo está subordinando a si Uribe va por la segunda reelección o no.
Es la consecuencia lógica de un país que, por querer acabar con el problema de las Farc, permitió que el poder personal del Presidente terminara resquebrajando el orden institucional. Si las instituciones se mantuvieran en los mínimos del equilibrio democrático, no estaríamos enfrascados en la reelección de Uribe. Es decir, en el Congreso, el proyecto de referendo, si ya no estaba hundido, por lo menos sería aprobado en los términos que firmaron los ciudadanos y no en los que suponía “la gente quería firmar”; el presidente de la Corte Constitucional no habría dado una entrevista ambientando la posición favorable de la Corte frente al referendo; y las instancias judiciales y electorales ya estarían castigando las prácticas irregulares en las que han incurrido los promotores del referendo para reunir y transportar las firmas.
Es evidente que Uribe quiere hacerse reelegir. Pero el problema para el país es que ya no es claro para qué Uribe quiere permanecer en el poder. ¿Para terminar su tarea de acabar con las Farc, como dicen los defensores de la seguridad democrática? ¿Para profundizar su modelo de seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social, como argumentan los empresarios? ¿O para evitar que lo lleven ante los jueces, como han llegado a sugerir sus cercanos colaboradores?
El problema radica en que, por andar obstinado en su reelección, Uribe parece haber perdido la brújula del para qué mantenerse en el gobierno. Su popularidad resulta insuficiente para contener la cadena de acontecimientos que lo mantienen a la defensiva y le impiden proyectar una idea de futuro. Por ejemplo, la política de seguridad democrática está viviendo un momento crítico. Ya no sólo es el golpe de los ‘falsos positivos’, ahora tampoco logra desvirtuar la idea de que parte de la reducción de las tasas de homicidio pudo deberse más al control territorial de los paramilitares en algunas partes del país que a los resultados de la política. Internacionalmente, la política de seguridad comienza a verse como una fuente de violaciones del Estado de Derecho. Algo debe significar que, para citar solo un caso, el gobierno británico haya decidido suspender la ayuda militar en derechos humanos en Colombia, para dedicarla al fortalecimiento de la justicia y la lucha contra la impunidad.
Pese a su insistencia en que lo que busca es la reelección de las políticas públicas, Uribe no parece interesado en aplicar los correctivos a los problemas que, en ya casi siete años de gobierno, le han impedido tener una política en que la infraestructura vial y portuaria, la producción agropecuaria o la estructura exportadora revelen una nueva vocación competitiva del país. Pareciera contentarse con la rentabilidad política producida por los golpes a las Farc y el asistencialismo de los consejos comunales de Gobierno.
Seguramente hay factores que Uribe no controla y que, llegado el momento, lo pueden forzar a abandonar la idea de presentarse a una segunda reelección. Pero aun si ello no ocurriera, bien vale la pena asumir que es hora de pasar de Uribe y de la pregunta de quién va a gobernar, para preguntarnos en qué dirección debe ir el país y cuál es la hoja de ruta para lograrlo. No hay que dejar el futuro en manos de quienes están dispuestos a hacerlo todo porque el fin justifica los medios. Hay que hacer una apuesta que muestre que el fin también dignifica los medios.
Pedro Medellín Torres
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http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/pedromedellntorres/y-si-pasamos-de-uribe_4953270-1-> http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/pedromedellntorres/y-si-pasamos-de-uribe_4953270-1]