Sombras nada más

El diagnóstico es lo unico claro. Sufrimos de esa endemia que el Centro de Justicia de las Américas bautizó como “Opacidad legal” y que no es otra cosa que la falta de transparencia en las estructuras políticas, económicas y, especialmente, judiciales.


La lista de síntomas, a cual más grave, es interminable y bien podrían tener méritos para ingresar a la ya extensa historia nacional de la infamia, como el uso por parte del Gobierno del estado de conmoción interior para disolver el paro judicial y que la Corte Constitucional acaba de declarar inexequible. La respuesta del Minjusticia fue tan cierta como cínica: “La medida no tiene ningún efecto práctico”. Y así aspira a la aprobación del TLC.

Cabe en esa lista, como lo ha documentado este diario, el escándalo continuado en el seno de la Comisión de Televisión a la hora de “fabricar” candidatos en medio de consejas, componendas y testaferratos que la ponen en disputa por el dudoso honor de convertirse en el símbolo de la politiquería y el clientelismo.

También clasifican la negociación de penas a parapolíticos y autores de pirámides, con todos los delitos que convergen en ambos casos, con sentencias de 4 ó 5 años, pero con cárcel efectiva a lo sumo de dos. Más de uno está convencido de que aquí el delito paga.

Tienen méritos para entrar en el listado los cohechos de una sola persona, como pasa en la yidispolítica; el acorralamiento judicial, verbal y físico a los periodistas por parte de quienes están llamados a defenderlos; el acomodamiento del marco legal para favorecer una sola persona, las licitaciones y convocatorias amañadas, las pasadas de agache de los verdaderos responsables por las muertes en las maltrechas vías del país; en fin.

Con razón nuestro índice de opacidad legal llegó al 60%, uno de los más altos de la región. Con razón, según el Latinobarómetro 2008, los colombianos creen que el 66% de los funcionarios públicos es corrupto. Con razón la confianza en el Parlamento apenas llega al 28%. Con razón el 69% de los colombianos cree que se gobierna en beneficio de unos pocos.

Pero sin razón estos temas pasan al olvido o se quedan en las tinieblas. Debe ser que el único acuerdo claro es que en tiempos de injusticia no es aconsejable llevar la razón.

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