Si tocó la Guerra, tiene que tocar la Paz
En las últimas semanas, y en medio de esta carrera contra el tiempo por materializar todo lo acordado en La Habana, hemos sido testigos de sucesos que deberían cuestionarnos profundamente frente a ese concepto de paz que hoy transita por la realidad colombiana.
n ejemplo es lo ocurrido en Corinto (Cauca) el pasado 7 de septiembre, cuando aproximadamente cinco mil indígenas Nasa de todo el norte del Cauca caminaron “la memoria y la palabra”. Marcharon pacíficamente mujeres y hombres de todas las edades, con ese silencio milenario que gritaba no solo su necesidad histórica de una paz sin retorno, sino su apoyo al SÍ y sus reclamos postergados por la exclusión y la guerra en sus territorios ancestrales.
Este esfuerzo pasó completamente desapercibido. No vi a ningún medio de comunicación nacional haciendo eco a la movilización por el SÍ a la Paz. Cinco mil personas apoyando a la paz en una de las regiones que más ha sufrido esta guerra no recibieron el cubrimiento mediático que obtienen los mensajes de polarización y odio de los sectores mas reaccionarios de este país. Colombia no se enteró de la unión de indígenas y cimarrones en una inmensa marcha.
Pero las cámaras sí se vieron al día siguiente, cuando las delegaciones de las Farc y el Gobierno socializaron en la finca La María, ante algunas delegaciones de esa gran marcha, el capitulo étnico incluido en el acuerdo final. La voluntad y las exigencias de todo un pueblo son invisibles para unos medios de comunicación que, en las últimas décadas, guardaron una brutal indiferencia frente al desangre nacional.
Mientras los medios de comunicación son amplificadores del odio y la visión oficial de la historia, en esas mismas tierras un día antes de la movilización fue herido de bala un comunero y al día siguiente asesinada Cecilia Coicue, una líder social cuyo máximo pecado fue habitar uno de los territorios donde la guerrilla se desarmará.
Pero a pesar del olvido, la exclusión y el silencio; son los sectores sociales más vulnerables del país (indígenas, afrocolombianos, campesinos, mujeres, víctimas, entre otros) quienes ejercen la solidaridad, quienes con su legitimidad y dignidad reclaman la paz con alegría y creatividad. son ellos los verdaderos constructores de esta paz que reclamamos en este instante, ojalá eterno, de construcción de la democracia.
A pesar de estar masivamente amenazados con panfletos, patrullajes, amenazas y asesinatos apócrifos, por todo el país, son ellos quienes apoyan de manera más decidida el plebiscito, son ellos quienes salen y recorren las montañas para imaginar una paz en la que podamos defender sin vacilaciones la vida, su autodeterminación, el medio ambiente, la tierra…
No me siento sola pidiendo una paz sin banderas, sin partidos, resultado de la generosidad social. Este Sí debe ser el acto de solidaridad de la sociedad colombiana y nuestro mayor gesto de reconciliación y grandeza. La expresión de nuestra madurez como sociedad, la manifestación simbólica del país en el que deseamos vivir.
Es hora de decir que ni la guerra, ni el dolor, ni el terror, ni el odio heredado o el tiempo podrán detener nuestra marcha sin retorno por esa paz sinónimo de libertad.
Fuente: http://pacifista.co/si-toco-la-guerra-tiene-que-tocar-la-paz/