Saludo al San Cristobal de las Casas, Chiapas
Estimadas y estimados hermanos,
Agradezco la invitación y la oportunidad que me han dado hoy, de participar en este IX Congreso Internacional de Psicología de la Liberación.
Saludo con afecto a quienes, venidos desde distintas partes del Continente, han hecho un gran esfuerzo por llegar a estas tierras del Estado de Chiapas. A las hermanas y hermanos de África, Asia, Europa y Oceanía: bienvenidas y bienvenidos a San Cristóbal de Las Casas. Su solidaridad y su activa presencia entre nosotros, nos animan y nos reconfortan.
Agradecemos a la Universidad de la Tierra y al CIDECI, que nos acogen y que nos han abierto sus puertas.
Finalmente, saludo a las y los organizadores, personas e instituciones, que asumieron el reto de organizar este Congreso. Gracias también.
Como pueden ver en este auditorio, sus desvelos ya están dando frutos, y merecen nuestro reconocimiento y nuestro aplauso.
A MANERA DE INTRODUCCION:
Quiero iniciar esta plática, si me lo permiten, compartiendo una confesión:
Muchas veces, en distintos lugares y ante los más diversos públicos, he hablado y he respondido a las interrogantes que plantean a la Teología de la Liberación.
Por mi condición de Obispo de la Iglesia Católica, y ante la realidad que nos ha tocado vivir en México y en Latinoamérica, la Teología de la Liberación sigue siendo tema ineludible en cualquier coloquio que trate sobre nuestro trabajo pastoral y nuestro compromiso eclesial. Se me ha llegado a identificar, según algunos autores de libros y revistas, como uno de los “representantes” –así lo dicen ellos- de esta corriente teológica. Cosa que no he buscado, pero que así se ha dado.
Ligados a esa teología de la liberación, hemos hablado de la defensa y promoción de los derechos humanos, de la educación para la paz, de la solidaridad entre los pueblos, de la espiritualidad liberadora…
Eso está bien y es entendible, pero…
¡Pero! –y he aquí la confesión- nunca, que yo recuerde, me habían pedido hablar sobre la Psicología Social de la Liberación.
Entonces, al pedirme que les dirigiera unas palabras en la inauguración de este Congreso, me han puesto en un serio aprieto…
Lo primero que les puedo decir, entonces, es que he venido aquí estos días, a escuchar y a aprender; aunque algunos, los más jóvenes quizá, no lo crean. Como quizá nadie creería que un obispo se confesara públicamente, pero ya ven que sí.
Por eso también seré breve, para dar paso inmediato al programa señalado con las ponencias, mesas redondas, reflexiones e intercambios, y sacar así todo el provecho de tantas y tantas experiencias aquí representadas.
LA CIENCIA, CUANDO ES VERDADERA, ES LIBERADORA
Pensaba –retomando la idea de la Teología y de la Psicología Social de la Liberación-, que toda ciencia, toda reflexión científica y toda creación y manifestación cultural, cuando es real y genuina, debe ser una aportación liberadora para toda la humanidad. Yo he afirmado a quien me pregunta (y más de alguno aquí presente lo habrá ya escuchado), que la Teología, o es liberadora, o no es Teología.
Creo que el caso se aplica también a la materia que nos ocupa en este Congreso: La Psicología Social, o trabaja para la liberación integral de la humanidad, o no es Psicología Social. Así la entiendo yo.
Por lo tanto, la o el psicólogo social que no tenga en su horizonte la liberación total del ser humano, en su individualidad y en su colectividad, ha errado su camino y es mejor que vaya buscando otra profesión menos “riesgosa”.
Quiero dar algunos elementos que, a mi parecer, fundamentan estas afirmaciones que parecen duras de entrada, con la seguridad de que esta propuesta muy general, será abordada de manera detallada y profunda durante estos días de arduo trabajo.
EL NOMBRE NOS DA LA DEFINICION
Una primera consideración tiene que ver con la construcción misma del nombre de esta ciencia, que debe leerse y comprenderse en toda su extensión: Psicología Social de la Liberación. Y es que, al detenernos en la parte final “de la liberación”, tenemos que darnos cuenta de que no se trata de una relación de propiedad o de pertenencia, como decir ¨la casa de Juan¨, en donde entendemos que la casa pertenece a Juan; sino de una relación de complementariedad, sin la cual no puede entenderse una de las partes de la oración. Así, entendemos que la psicología social no “pertenece” a la liberación, como tampoco la liberación está aquí aplicada solamente como un adjetivo calificativo, aunque en ocasiones sirva para distinguirla de otro tipo de psicologías, que más bien podrían llamarse pseudo-ciencias…
Aquí, el “de la liberación” es un genitivo que funciona como complemento nominal, es decir: completa y describe en su totalidad el nombre de la ciencia a la que nos estamos refiriendo. Es por eso que podemos afirmar que la psicología social, o libera al hombre, o no sirve a la humanidad.
Si tratamos de aplicar una Psicología Social que no sea capaz de liberar a la mujer y al hombre de las ataduras sociales y culturales, espirituales y materiales de la que es preso, estaríamos reduciendo el término a un mero ‘psicologismo”, desligado de una postura crítica y de una responsabilidad ética de frente a la realidad histórica que vivimos y en la cual nos desarrollamos.
Por eso la liberación, en cualquier ciencia y en cualquier tipo de aplicación científica o técnica, debe ser un atributo constitutivo y estructurante sin el cual no se puede entender su función de servicio a la humanidad.
El campo de acción de la Psicología Social también está definido desde su misma concepción: Es la sociedad misma, como sujeto de transformación y no como objeto de estudio, a la que va destinada esta disciplina. Conviene, sin embargo, ser más precisos.
Es muy probable que, al hablar de sociedad, así, de manera muy general, caigamos en la tentación de confundir o incluso de ocultar los rostros concretos de las personas que la conforman y, más aún, que olvidemos que, dentro de esa misma sociedad, se dan un tipo de relaciones que están condicionadas por las estructuras que los mismos actores de esa sociedad han desarrollado.
Así, por ejemplo, descubrimos que hay estructuras sociales que producen una creciente pobreza, que arrastra a millones de seres humanos a vivir en condiciones infrahumanas y a los que se les niega la posibilidad de una vida digna –son los no hombres del sistema-. Estas enormes masas, que ahora conocemos como “las y los excluidos”, son mujeres y hombres con nombre y con rostro concretos. Tienen una identidad propia, viven aquí, entre nosotros.
Nuestra tarea es luchar para que recuperen esa dignidad que les ha sido negada y robada… En eso radica, en parte, el papel liberador de las ciencias.
Sabemos, por otro lado, que esta tarea traerá sus consecuencias, pues para lograr la liberación social, deberemos enfrentarnos a esas estructuras que tratan de mantener la relación de imposición y de opresión de la que son víctimas estas hermanas y hermanos nuestros. Esas estructuras que son sostenidas por hombres y mujeres también con nombres y rostros concretos, y que han ido creando aparatos de control y de represión para mantener el “estatus quo”
La psicología social de la liberación tiene esa delicada misión. Por eso, al inicio de esta charla, me refería a los riesgos que entraña para quienes asuman con honestidad y con responsabilidad esta profesión.
Tal fue el caso del P. Ignacio Martín Baró sj, asesinado hace 19 años, el 16 de noviembre de 1989, en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas – la UCA, de El Salvador.
El, junto a cinco de sus hermanos jesuitas y dos colaboradoras, ofrendaron sus vidas en esa lucha por lograr la liberación de sus compatriotas salvadoreños.
El Padre Martín Baró, como todos saben, dedicó gran parte de su vida a los estudios de la Teología, Psicología y Sociología de la Liberación, y en gran medida ha inspirado la realización de estos Congresos.
UNA CIENCIA INTERDISCIPLINARIA
Los estudios y el testimonio del Padre Martín Baró nos enseñan otra de las cualidades características de esta ciencia: su interdisciplinariedad
No es posible pensar que, por sí sola, la Psicología Social de la Liberación podrá lograr este magno objetivo. Su éxito depende de la relación intrínseca que sostenga con otras ciencias, principalmente con las ciencias sociales y las ciencias de la salud.
Así, las obras y artículos del Padre Baró tocan temas que van desde la participación política y las condiciones psicosociales del pueblo salvadoreño, hasta temas que tratan de manera particular las cuestiones de género y la situación de la mujer, o de los efectos que la guerra y el terror en la niñez centroamericana, -por citar sólo un par de ejemplos-.
En la actualidad, ninguna ciencia podrá sobrevivir, si no es acompañada por otras disciplinas que la complementen y la actualicen. La sociedad del siglo XXI no es igual a la sociedad del siglo XX. De la llamada “modernidad” hemos pasado al “pos-modernismo”, en el cual se niegan muchos de los postulados que, hace apenas unos años, eran incuestionables. Así ha sucedido con los famosos “paradigmas sociales” que ofrecían al hombre aparentes alternativas de convivencia y desarrollo personal y social. Del capitalismo y del socialismo real, conocidos a finales del siglo pasado, queda ya muy poco o casi nada.
Como he mencionado en otras ocasiones, vivimos un cambio de Época, en el cual la “estatua del sistema se derrumba”. El modelo neoliberal, que se erigió en nuestro mundo gracias a la imposición de guerras injustas, está llegando a su fin.
Este cambio de época y esta realidad, nos obligan a todas y todos, a seguir renovando postulados y a seguir buscando alternativas viables para esa liberación integral. Nos confirma, también, que no son los sistemas y las estructuras las que liberan al hombre, sino que es el hombre mismo el que se libera, en la medida que se compromete y se suma a la liberación de otros hombres: los más cercanos, los que están junto a él… sus prójimos.
Al Padre Martín Baró le toco vivir los años cruentos de la opresión y de la represión en Centro América. Años en los cuales la guerra destrozó a familias y comunidades enteras. El terrible flagelo de la guerra, no sólo produjo y sigue produciendo la muerte de miles de personas inocentes, sino que rompe el tejido social que sostiene a un pueblo.
Y esta ruptura no es como cuando se cae una taza y se parte en dos… y luego la podemos unir con pegamento. No: se trata de una ruptura que convierte en añicos a la sociedad, que mutila a familias y a pueblos enteros, que destroza la vida de quienes pierden algún familiar; o la vida de quienes tienen que huir para salvar su propia vida, refugiándose en otras tierras o en otros países lejanos.
Tal es el caso que vivimos en esta diócesis de San Cristóbal de Las Casas cuando, a principios de los años ochenta, recibimos a más de setenta y cinco mil hermanas y hermanos guatemaltecos que llegaron huyendo de las atrocidades practicadas por los Kaibiles y las llamadas “técnicas militares de tierra arrasada”; o los casos de los campamentos de Mesa Grande, Colomoncagüa y La Virtud, localizados en Honduras, y en donde vivieron miles de salvadoreños que fueron desplazados por la guerra…
O como el terrible caso que nosotros mismos tenemos aquí, en Chiapas, en el campamento de Acteal, en el municipio de Chenalhó. De cuya masacre todavía quedan muchas heridas abiertas…
Nos toca pues, hermanas y hermanos, rehacer ese tejido social que ha sido violentamente desgarrado. Proponer alternativas viables, desde la Psicología Social de la Liberación, para resarcir el daño que esa violencia ha generado en el piso más bajo de nuestras sociedades. Debemos caminar, hombro a hombro con las otras ciencias, no sólo para elaborar teorías de escritorio o proponer excelentes tesis de licenciatura o doctorado, sino para encontrar los caminos reales de la liberación del pueblo pobre y oprimido.
TESTIMONIO CRISTIANO DE LIBERACION
Permítanme decir una palabra, dentro de esta inauguración, para agradecer el testimonio de decenas de hombres y mujeres que, como el Padre Martín Baró y sus compañeros jesuitas asesinados en El Salvador, o las hermanas de Mary Knoll también asesinadas en ese país, o como don Sergio Méndez Arceo, don Pepe Llaguno y Monseñor Angelleli, o las y los miles de catequistas asesinados en todo el continente, nos dan ese testimonio fehaciente del compromiso liberador.
No todos ellos eran sociólogos, o psicólogos; muchos ni siquiera tenían estudios primarios; pero entendieron en la vida misma, en el propio dolor y en sus propias angustias y esclavitudes, que sólo podían liberarse a sí mismos, en la medida que ayudaban a la liberación de los demás.
Tengo siempre presente, como muchos de ustedes, el ejemplo vivo y el testimonio martirial de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que llevó hasta sus últimas consecuencias ese compromiso liberador.
Todas y todos ellos, finalmente, no hicieron más que ser fieles al Evangelio; dando testimonio de Aquel que nos anima a trabajar en la construcción de una sociedad de paz con justicia y dignidad; reclamando para todos esa libertad que nos hace ser mujeres y hombres dignos. Aquel que no sólo predicó en los montes, sino que puso en práctica lo que decía. Ese que alguna vez preguntó a la multitud que lo seguía con esperanza y con intriga:
“Porque ¿qué es más fácil decir (se refería a un hombre paralítico que estaba postrado frente a ellos): tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y camina…?” (Mt 9,5)
Jesús no sólo perdonó los pecados de aquel hombre, sino que le devolvió la dignidad y lo rehabilitó al curarlo, reintegrándolo a una sociedad que lo había marginado a causa de su pobreza y de su enfermedad.
¡Es a ese tipo de liberación integral a la que estamos llamados a trabajar, seamos o no creyentes, seamos o no católicos…! Estamos llamadas y llamados a ayudar a que los pobres de este mundo sean rehabilitados y sean reintegrados a la sociedad; pero no a esta misma sociedad que los excluye, sino a una sociedad nueva, con nuevas estructuras de fraternidad y convivencia. Es un gran reto y una doble responsabilidad: construir una nueva sociedad y sanar a los excluidos para reintegrarlos a esa nueva casa común.
CONCLUSION
Agradezco nuevamente la invitación a este Congreso y reitero, como propuesta y como aporte para una ulterior profundización, que solo liberando es como el hombre es realmente libre; y que solo trabajando por la liberación, es como romperemos las propias ataduras que nos aprisionan.
¡Muchas Gracias!
+Samuel Ruiz García
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas