Reportaje con Carlos A. Lozano Guillén, director de VOZ
Reportaje con Carlos A. Lozano Guillén, director de VOZ
“No hay soluciones a los graves problemas del mundo y de cada país en el marco del capitalismo”
Especial Resumen Latinoamericano
Carlos A. Lozano Guillén es el director del semanario Voz, el periódico más sobresaliente de la izquierda en Colombia. Dicen, inclusive sus críticos, que Lozano tiene el mérito de haber sostenido a Voz, en medio de la crisis de la izquierda, del exterminio a los opositores al régimen y de la persecución gubernamental. El propio Director de VOZ fue víctima de atentados frustrados, de seguimientos y amenazas y de las “chuzadas” del Das durante los ocho años de los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, organismo secreto de inteligencia, ya liquidado, que dependía de la Presidencia de la República. Dice que hasta la basura de su oficina y de su residencia se la llevaban los agentes del Das, aparentando ser recicladores (recolectores de basuras para procesarla), para revisarla, buscando mensajes secretos de las FARC. En 2009, compareció ante la justicia penal, que lo investigó por rebelión, porque su nombre aparecía varias veces en supuestos correos electrónicos archivados en el ordenador de Raúl Reyes. “Fui absuleto, porque la Fiscal reconoció el derecho que tenemos los comunistas para luchar por la paz. Mi absolución fue una derrota a la ultraderecha militarista y uribista”.
Una vez le enviaron flores a las instalaciones de Voz para su sepelio y en otras ocasiones lo siguieron en el exterior, en frecuentes viajes a Europa y América Latina.
Es una personalidad en el país. Reconocido y respetado por la izquierda y por personajes de la derecha. Mucha gente habla bien de él, lo admiran por la firmeza política e ideológica, la seriedad y porque la “canta la tabla” al Gobierno, a los militares y a la ultraderecha.
Es también miembro del Comité Ejecutivo Central, de la Junta Nacional del Polo Democrático Alternativo, integrante de “Colombianos y Colombianas por la Paz”. Su origen no lo oculta por las buenas maneras y el tratamiento respetuoso a sus interlocutores, proviene de una acomodada familia de la ciudad de Ibagué, capital del departamento del Tolima, en el centro del país. Ibagué está a cuatro horas de Bogotá por tierra y a veinte minutos por vía aérea. Se ha destacado por ser “facilitador” o mediador de paz en el largo conflicto armado entre el Estado y la guerrilla de las FARC. Ha recibido varias condecoraciones, entre ellas la de Caballero de la Legión de Honor de la República Francesa, otorgada por el presidente Nicolás Sarkozy”.
¿Cómo va el proceso de las seis liberaciones anunciadas por las FARC?
“Bien. El proceso es normal. Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz (Asociación de Familiares de Policías y Militares Retenidos por las FARC), fue encargada por Piedad Córdoba para adelantar las conversaciones con el Gobierno para adoptar el protocolo de garantías y los procedimientos en materia de seguridad para el éxito de la misión humanitaria. Es una decisión unilateral de las FARC. Un auténtico gesto de voluntad de paz. El Gobierno designó al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, un hombre de la derecha, militarista y belicoso, para representarlo en este asunto. Es una manera de darle tratamiento militar a un tema estrictamente humanitario. Está atravesando obstáculos, porque se opone a los helicópteros y a la tripulación brasileña como transportadores de la misión humanitaria. Brasil lo ha hecho siempre con profesionalismo y neutralidad. ¿Por qué ahora esa actitud tan inamistosa del gobierno colombiano?
¿Pero qué diferencia hay que sean helicópteros brasileños o colombianos? Al fin y al cabo es lo mismo. Lo importante es la libertad de los seis militares ¿o no?
“Hay diferencia. Es un problema de seguridad, de garantías. No hay que olvidar que en la “Operación Jaque” fueron utilizados helicópteros militares con los emblemas del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Y en anteriores misiones humanitarias, aeronaves colombianas hicieron seguimientos a los helicópteros brasileños, poniendo en peligro la misión humanitaria y hasta la vida de los participantes en ella, incluyendo a los rehenes. Aquí los militares son mañosos, no aceptan tan fácilmente las decisiones del poder civil. Es más, estoy seguro que el ministro Pinzón cumple instrucciones de la cúpula militar en este caso. De no aceptar la colaboración brasileña, se pondrá en peligro el acto humanitario. Tengo ese temor.”.
Se conocieron las cartas de “Colombianos y Colombianas por la Paz” que proponen una tregua bilateral de 90 días y nuevos gestos humanitarios de la guerrilla. ¿Tienen esas propuestas alguna probabilidad?
“No sé. La palabra la tienen el Gobierno y la guerrilla. Ya, por ejemplo, destempladas voces de la ultraderecha se oponen a la tregua bilateral. El Gobierno siempre ha dicho que los gestos son unilaterales. La tregua que se plantea es para eventuales diálogos de paz, no procede para las liberaciones anunciadas. Es pertinente aclararlo. Pero es importante, porque uno de los errores del Caguán fue el diálogo en medio del conflicto, de los combates y de los tiros. Eso enrareció el ambiente en la zona desmilitarizada donde se adelantaron los diálogos. El Gobierno se creyó con licencia para implementar el Plan Colombia, que hipotecó la soberanía nacional e involucró a los yanquis de forma directa en el conflicto. Por esta razón, la tregua debe ser bilateral, como también los compromisos bilaterales. El Gobierno le exige y le exige gestos a la guerrilla. La pregunta forzosa es: ¿Cuáles son los gestos del Gobierno? ¿Le pondrá fin a los falsos positivos? ¿Respetará los derechos humanos? ¿Le ofrecerá garantías a la oposición y al movimiento sindical y popular? ¿Sus penderá las privatizaciones neoliberales y ofrecerá mejores condiciones de vida al pueblo colombiano? ¿Estará dispuesto en someter a la justicia a los grupos paramilitares? ¿Estará dispuesto en fortalecer la democracia? El Estado colombiano es depredador de los derechos humanos y no cumple el Derecho Internacional Humanitario. Así, que es dable que exija gestos de paz a la insurgencia, pero que él también haga lo propio”.
¿Para qué los diálogos?
“Para buscar la solución política del conflicto. La paz con democracia y justicia social. No hay solución militar de la crisis colombiana. Sólo erradicando las causas del conflicto es viable la paz. Aquí no caben los cantos de sirena de la oligarquía colombiana que convocan a la desmovilización de los insurgentes, porque ni siquiera ella resolvería el conflicto. Sin cambios democráticos ni reformas políticas, económicas, sociales, culturales y ambientales, por lo menos, es posible acceder a la paz. Eso lo debe entender la oligarquía colombiana”.
¿Si cree que los acepten?
“Es que no tienen alternativa. La vía militar fracasó. El Estado no pudo cumplir el sueño de aplastar a la insurgencia armada. Los anuncios del fin del fin y de la madre de todas las batallas, no ha sido más que palabrería demagógica de los incompetentes generales. Quieren perpetuar la guerra, porque es un negocio. No es cualquier cosa contar a su disposición con el equivalente al 6 por ciento del Producto Interno Bruto para la guerra. Pero por lo demás, la agenda no puede ser maximalista, no puede la guerrilla pretender la ‘revolución por contrato’. Eso no es realista y, de hecho, la plataforma de la guerrilla es mínima, son aspiraciones democráticas, de reivindicaciones para fortalecer la democracia y darle más espacio y perspectiva a la lucha popular”.
¿Ese es el fin?
“Nadie lo ha planteado así. Ni la guerrilla ni la izquierda política, democrática o legal. Como se le quiera decir. La izquierda revolucionaria está por el socialismo. Ese es el objetivo fundamental. Lo que sucede es que es necesario lograr una mejor democracia para la lucha democrática y por la transformación de la sociedad. No es lo mismo actuar en un clima de libertades democráticas, que en medio de la guerra sucia, del terrorismo de Estado y del exterminio de la izquierda, como ha sucedido históricamente en Colombia. Aquí viene al caso el debate de reformas o revolución. Las reformas no significan un dique de contención de la lucha revolucionaria. Reforma y revolución no son contradictorios como creen algunos”.
La guerrilla tendría que crear un proyecto político de izquierda…
“Creo que sí. Es necesario para que ella pueda irrumpir en el escenario político nacional. Es su decisión pero lo creo así.
¿Sin armas?
Claro, sin armas. Para eso es el acuerdo de paz. Debe tener su proyecto político, entendiendo que hay otros proyectos ya existentes, como el Polo Democrático Alternativo, blanco hoy del desafuero arrogante y totalitario de la derecha que lo quiere linchar. Todos esos proyectos podrán encontrarse en el objetivo común de la lucha contra el capitalismo y por conquistar el socialismo. Es perfectamente viable”.
¿La oligarquía que detenta el poder aceptará eso?
“No tiene otra alternativa si hay una fuerte presión de las masas. Es que no se trata de ‘acuerdos en las alturas’, en estos procesos tiene que estar presente la sociedad colombiana, la izquierda, las centrales obreras, los sindicatos, las organizaciones agrarias, cívicas, comunales y populares. Las masas siguen siendo el motor de la historia, expresión de la lucha de clases, esta verdad no se ha modificado por mucho que se diga que la desaparición de la URSS hace 20 años y del campo socialista, acabó con la historia y con las ideologías. Fraseología barata que no echa por la borda al marxismo-leninismo revolucionario. ¿Quién iba a pensar que 20 años después el capitalismo más avanzado estaría en esta crisis de hoy? ¿Qué América Latina sería el escenario de procesos democráticos y de gobiernos antineoliberales, autónomos de Washington y que propenden por el socialismo? Estamos frente a una nueva realidad después de la crisis del socialismo: El capitalismo fracasó históricamente; no hay soluciones a los graves problemas del mundo y de cada país en el marco del capitalismo. Como lo estamos viendo en Europa, las ‘soluciones’, siempre capitalistas, profundizan más la crisis. ¿o no? En la actualidad el movimiento popular, la izquierda, respiran un nuevo aire. Canalizarlo a favor de los cambios, va a depender de la capacidad de influir en las masas, de orientarlas en las soluciones proletarias y al socialismo. No es suficiente que las masas actúen, hay que concientizarlas. Porque mire usted las insurrecciones en el Medio Oriente, que significaron en muchos casos más bien retrocesos o a los Indignados, que están contra el capitalismo, repudian la dictadura del sistema financiero, pero rechazan por igual a todos los políticos y su alternativa no es el socialismo. Son los desafíos de la izquierda en un nuevo momento histórico”.