Reflexiones sobre la Agenda de La Habana II
Comienza el proceso de diálogos por la paz, que no de negociación ni de capitulación, con una Agenda práctica, de sencillo entendimiento cuyo análisis conlleva a entender que para las partes el punto de arranque, el primer punto del Acuerdo General, implica referirnos a la concepción que tenemos de lo que es la TIERRA.
Nuestra visión no se delimita a lo que comúnmente se define como suelo, ni el sentido de nuestra lucha a la reivindicación solamente de la formalización de la propiedad del mismo. Para las FARC-EP, el elemento TIERRA es componente esencial del TERRITORIO; de tal manera que es a partir de este concepto que se han de dar nuestras consideraciones fundamentales, tomando como base de esa territorialidad aspectos como soberanía en general, la relación amigable con la naturaleza, el problema de la soberanía alimentaria como algo más específico, y el bienestar social, entre otros aspectos. La definición de territorio toma en cuenta las relaciones socio-históricas y socio-ambientales, por ejemplo.
El territorio es factor fundamental de existencia, abrigo de vida y de estancia armónica con la naturaleza, cuya apropiación la concebimos en perspectiva social y no mercantilista.
De tal concepción se desprende una visión no utilitarista ni de dominio antropocentrista, de relacionamiento con el suelo, el subsuelo y el sobre-suelo como conjunto en el que se desenvuelven relaciones socio-históricas, incluyendo el aspecto de definición de la soberanía, que pongan freno a la apropiación desaforada de sus componentes orgánicos e inorgánicos.
En tal sentido, nuestra visión propende por un manejo de interrelación humanidad-naturaleza, que entraña respeto a la tierra, a las aguas, a la flora, a la fauna, los elementos todos de la espacialidad, distantes de la cosificación y mercantilización de sus componentes en las formas de objetivación destructiva de la vida en que lo impone el capitalismo de libre mercado.
Nuestra concepción tierra-territorio, se opone al desafuero del capitalismo por dominar y manipular la naturaleza sin medir o sin que le importen las consecuencias, que ya ha generado irreparables daños, exterminio de especies, destrucción de tejidos sociales, desarticulación de la economía campesina, desequilibrios ambientales y sociales, al punto de estar empujando al planeta a su destrucción.
El derecho a la tierra va más allá del derecho al suelo y a su titulación; se trata de un derecho a la reapropiación colectiva, social, del territorio, como parte esencial del derecho a la vida, al disfrute de la naturaleza en armonía con ella, a la reafirmación y desarrollo de las relaciones sociales y de la cultura en el marco de un desarrollo socio-económico sustentable.
Consideramos el territorio desde la naturaleza y desde la cultura, en el plano de la sustentabilidad, asumiendo que el poder no puede ser dominio sobre la naturaleza sino existencia armónica con y dentro de ella. Con esta perspectiva compartimos el planteamiento de VÍA CAMPESINA en cuanto a que los pueblos libres deben poseer la facultad para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible, entendiéndose éste como el desarrollo que busca satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras.
Denunciando que todos los proyectos que derivan en entrega del patrimonio nacional surgen de las élites gobernantes de manera inconsulta, queremos recordar a Orlando Fals Borda cuando en su preocupación por que se reformule la idea del territorio a partir de un ordenamiento del mismo que promueva la paz, la vida y la soberanía alimentaria. Al respecto, nos dice: “una indiscutible prioridad para estos fines… es el retorno a la tierra y valorar el mundo rural con todo su entorno y sus historias. Es el cosmos verde que nos ha alimentado como nación desde que el mundo es mudo. Ignorar el trópico es suicida y miope. Entregarlo en manos de intereses de otros contornos es traición”.
HABANA CUBA. Octubre 27. 2012.
La Habana, República de Cuba.
Sede de los diálogos por la paz con justicia social para Colombia.