Reconozcamos el triunfo de Juan Manuel
Al fin hemos llegado al último capítulo de la temporada. Qué elecciones tan raras, Dios mío. Ha pasado de todo. Una muñeca hizo preguntas en un debate; un candidato se cayó de una bicicleta; otro casi se ahoga en una chalupa y el Presidente de la República confesó que tiene tres huevas, una de las cuales -asumo yo- ocupa en estos momentos el Ministerio de Transporte.
Menos mal que ya todo terminó. Quien llegó a su casa anoche, se sentó frente al espejo de su cómoda y se desmaquilló los párpados henchidos de bótox ya no fue Juan Manuel el candidato, sino el presidente Santos. Mis felicitaciones.
Se lo merece. Pese a no haber votado por él, reconozco del todo sus virtudes. Es un hombre valiente. No cualquiera se reúne sin sentir miedo con todos los maleantes con los que él se juntó para pactar tantos apoyos.
También destaco su generosidad. Si es cierto que en algunas regiones pagaron hasta 50.000 pesos por cada sufragio, hay que reconocer que nunca antes político alguno había sido tan desprendido, tan oneroso con el colombiano del montón, como el candidato de la U.
Bruxé por Mockus hasta el último momento, pero debo reconocer el triunfo del rival sin mezquindades. De todo corazón, le deseo lo mejor al nuevo Presidente. Que de acá al 7 de agosto se desinflame, por ejemplo. Y que nunca se enferme, aunque, llegado el caso, para nuestra fortuna ahí está listo Angelino, a quien le cabe el país, ya no digamos en la cabeza, sino en la quijada, lo cual es más meritorio.
La verdad es que a Juan Manuel le salió todo bien. Lanzó ideas prácticas, como la de crear el programa ‘Viejitos en acción’. Al comienzo me pareció un despropósito: ¿Por qué no dejan en paz a los pobres ancianos? ¿No tiene más sentido crear el programa ‘Viejitos en reposo’? ¿Qué buscan acaso? ¿Llenar las calles de ancianos en sudadera, con lo feo que es eso? ¿Y quién lo va a dirigir? ¿Belisario? ¿José Galat? Imaginé con rabia a los octogenarios conservadores que adhirieron a Santos disfrutando de programas de recreación para la tercera edad, pagados de nuestro bolsillo: Enrique Gómez, doña Olga Duque, todos haciendo ejercicios de gimnasia pasiva con unos pompones financiados con dineros públicos. No quiero que mis impuestos se gasten en eso, pensaba. Sin embargo, Juan Manuel sabe cómo hace sus cosas. No se trataba de pagar favores sino de captar votos. Mi abuela, que iba a votar por Mockus, tan pronto oyó lo de ‘Viejitos en acción’ se puso una trusa y unas calentadoras de lana y se fue de la casa a buscar una sede de Santos. Aún no ha regresado. No les debió servir de nada, porque salió sin la cédula. Ojalá nos la devuelvan.
Ahora bien: hay que decir que Juan Manuel también contó con buena suerte. En la recta final de la campaña, por ejemplo, heredó simpatías por el rescate de los secuestrados. Pobres hombres. Sufrieron mucho. No solamente por las cadenas, no solamente por la maldad del malo y la indiferencia del bueno, sino sobre todo por ser rescatados y tener que ver de primeras a Lucero Cortés, que estaba colada en el aeropuerto al que llegaron. ¿Qué hacía Lucero Cortés allá? ¿No le da pena ser más metida aun que Roy Barreras? Cuando la vi me dio rabia: a esos espectáculos no deberían entrar actrices, pensé. Y estuve a punto de lanzar improperios cuando me pareció ver en la pantalla a la difunta Teresa Gutiérrez con su inolvidable dentadura, pero después capté que se trataba de Alan Jara.
Ha ganado Santos. Desde hoy lo adhiero. Admiro mucho al profesor Mockus, pero declaro que hasta acá me llegó la pendejada. Tampoco pienso quedarme con las manos vacías. El profesor, con lo querido que es, cree que una notaría solo sirve para autenticar promesas de campaña. En cambio Juan Manuel tiene la escuela del uribismo, y allá las notarías y las embajadas tienen usos más prácticos. Y yo no pienso pasar ocho años en el desierto. Porque serán ocho, no lo duden: al uribista le gusta desarrollar su gobierno en ocho años, a diferencia del hombre liberal, como Gaviria, a quien le gusta en cuatro.
Ahora estoy buscando puentes que me unan con el nuevo Presidente. Por fortuna, hace poco encontré un mail que me envió su mujer durante la campaña. En él decía que quería ser mi amiga, que la llamara ‘Tutina’. Está bien: acepto esa amistad, ‘Tutina’. Me llega en un momento en que me sentía muy solo. Seamos, pues, amigas: tomemos onces en Crepes, para que lo conozcas; vayamos a Oma, saquemos a pasear a los niños en helicóptero. Y hagamos obras de caridad juntas: recojamos comida para los niños pobres, pompones para los ancianos desvalidos y ropa para Petro.
Ganó Juan Manuel. Le deseo lo mejor. Ojalá cumpla con su promesa de crear más empleo, así sea con trabajos de medio tiempo, tales como ser peluquero del canciller o manicurista de Vargas Lleras. Y ojalá se rodee de buenos funcionarios, como la doctora Elsa Noguera, a quien el Presidente quiere poner en el Ministerio de Hacienda o en el espejo de su carro. Lo está meditando. Como sea, es una mujer muy capaz. Yo la nombraría en el Ministerio de Obras, siempre y cuando un urólogo calificado certifique que no hay peligro de retirar a quien lo ocupa actualmente