Reclutando la conciencia
La obligatoriedad del servicio militar en Colombia afecta a muchos jóvenes que, por principio, se oponen a la guerra y a la militarización de la sociedad. Por fortuna, constitucionalmente existe la posibilidad de negarse a tal obligación asumiéndose como objetor por conciencia por razones religiosas, políticas o filosóficas. Esto puede hacerse amparado en el artículo 18 de la Constitución de Colombia que garantiza que “nadie será molestado/a por razón de sus convicciones o creencias ni compelida/o a revelarlas ni obligado/a a actuar contra su conciencia”. Pero hay que tener en cuenta que la objeción de conciencia no es un ejercicio de evasión, sino de confrontación a la norma que pretende violar el derecho a la libertad de conciencia.
Si se compara la anterior norma constitucional con la obligatoriedad del servicio militar descrita en el artículo 216 de la Constitución, se evidencia una contradicción que no se ha resuelto. La Corte Constitucional falló la sentencia C-728 de 2009 declarando la Objeción de Conciencia como una exención al servicio militar obligatorio (artículo 27 de la ley 48 de 1993), pero el Congreso de la República no ha regulado ningún proceso para incluir a los objetores de conciencia frente al servicio militar. Y esto se convierte en el argumento común de los batallones cuando un joven se presenta como objetor.
Por eso, aunque sí haya objetores de conciencia, la ley no está siendo aplicada de manera que les permita estar seguros de que su derecho a la libertad será respetado. Como decía un artículo publicado en 2009 por el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, “si fuéramos a contestar si la objeción de conciencia es un derecho en Colombia, contestaríamos: sí pero no”.
Ante ello, la Organización de Naciones Unidas le ha exigido a Colombia, desde el gobierno anterior, que se respeten los derechos de los objetores de Conciencia. Y diferentes organizaciones del país también se han convertido en una piedra en el zapato para las instituciones como el ejército y el Congreso de la República que impiden quitar la obligatoriedad del servicio militar. Sólo con presiones constantes se han deslegitimizado a nivel nacional, por ejemplo, las batidas. Con denuncias de organizaciones, acciones directas y a través de medios de comunicación han difundido la ilegalidad e ilegitimidad de esa práctica.
¿Cómo ser un objetor de conciencia?
Para Heraldo Durango, quien ha sido objetor de conciencia y ha trabajado este tema hace más de 10 años con la Red Juvenil de Medellín, la objeción de conciencia debe ser una postura individual y colectiva que más allá de una exigencia de un derecho apunte a la transformación social, a una sociedad sin militarización, no-violenta, donde haya libertad. Este cambio se logra desde lo individual, pero si se complementa con lo colectivo, argumenta Heraldo.
Cuando se piensa la objeción como una figura jurídica hay que iniciar un proceso jurídico a la vez que uno público. Heraldo expone unos pasos a seguir cuando se quiere tomar la objeción frente al servicio militar desde ese punto de vista. Que es como se ha hecho, desde las leyes, en todas partes del mundo:
1. Reflexiona si estás seguro de querer ser un objetor de conciencia. Si en realidad lo quieres, te asesoras y prevés las consecuencias que trae un proceso como este.
2. Escribe una declaración, a modo personal, donde se argumentan las razones del por qué estás en contra de la guerra.
3. Haz pública esa declaración, y aquí es donde juega lo jurídico y lo público: Como un derecho de petición, envíala a la brigada con la que estás llevando el proceso y al mismo tiempo acude a organizaciones que trabajen por los derechos humanos, personería del municipio, organismos internacionales y medios de comunicación – en esta parte, agrego yo, Periferia es un medio de comunicación dispuesto a apoyar a quienes quieran publicar su declaración o denunciar irregularidades en el proceso -.
4. El distrito militar tiene 20 días para responder después de enviado el derecho de petición. Lo que generalmente pasa, como lo decía Heraldo: es que se hacen los… Para denunciar esto debes poner un desacato a la ley. Realizas una acción de tutela ante un juez, donde expongas que no se te ha reconocido el derecho como objetor de conciencia. Aquí pueden aportar las organizaciones a las que acudas.
¡Hay que presionar!
En estos procesos es importante el acompañamiento, dependiendo del departamento donde residas, de organizaciones como: Red Juvenil de Medellín, Civis, Grupo de Derecho de Interés Público de la U. de los Andes, Asociación Colombiana de Objetores y Objetoras de Conciencia (ACOOC), Personería, Defensoría del Pueblo, organismos internacionales y otras.
Es importante generar un grupo de solidaridad y/o de objetores de conciencia (familia, amigos, medios de comunicación, organismos de derechos humanos, instituciones internacionales) para que no estés solo en ese proceso, porque así te prestarán más atención y podrás asesorar a otros jóvenes que pasen por la misma situación.
Con la conciencia endeudada
Daniel es un joven de 21 años, su conciencia lo lleva a ver el arte como un pilar importante para la transformación social, aprende música, malabares, teatro. Él no concibe que con un fusil se puedan lograr más cosas positivas que con una nariz clown y una sonrisa; está convencido que es con amor y alegría que se logran cambios sociales significativos, no con las armas.
Cuando Daniel cumplió los 18 años, ya había salido del colegio y pretendía trabajar, pero para esto necesitaba la libreta militar. Así que comenzó a hacer las diligencias que se requieren (papeleo, madrugar al distrito militar, esperar, hacerse exámenes médicos, madrugar al distrito militar – otra vez -). Como Daniel es hijo único y tiene varicocele no fue apto para prestar servicio. El soldado de turno le entregó un recibo por $1.066.000 para poder adquirir la libreta, lo que Daniel se negó a pagar rotundamente. Además de que no tenía dicha cantidad, pensaba que ese dinero sería usado para lo mismo, para financiar la guerra.
3 años después, Daniel todavía conserva el recibo en su billetera y una deuda en Datacrédito, que según las cuentas (dos salarios mínimos por cada año transcurrido) equivale a $4’449.600. Daniel no piensa pagar, pero tampoco sabe qué pasará si no lo hace. En resumen, Daniel es un objetor de conciencia, pues desobedece lo que el ejército llama “sus obligaciones militares” porque va en contra de sus creencias, y no sólo por esto, sino también porque con su estilo de vida propone la auto-crítica, la libertad y la no-violencia. Esa es su postura individual, es el resultado de un proceso de reflexión constante sobre el rol que asumimos hombres y mujeres en la sociedad.
http://www.periferiaprensa.org/index.php/edicion-actual/1166-reclutando-la-conciencia