¿Razón o fuerza?.
La operación Sodoma, CON SUS centenares de hombres y decenas de aviones y helicópteros, sobre todo evidenció, una vez más, que sí hay un conflicto armado en Colombia.
Las guerrillas han demostrado tener una gran capacidad de resistencia y adaptación. En menos de una semana reemplazaron a Jojoy y, según la “lógica” de la guerra, intentarán demostrar por todos los medios que no están derrotadas.
Aplicando desde su orilla la teoría del ex presidente López (a la guerrilla hay que derrotarla primero para luego negociar), Jojoy simbolizó la estrategia de arrodillar al Estado para lograr una negociación en sus términos. Lo que está en juego es la correlación de fuerzas que determina la dimensión y parámetros de una eventual negociación. Hoy el Estado tiene a su favor tanto la ofensiva militar como la iniciativa política.
“Por la razón o por la fuerza”, afirmó el Presidente, cauteloso. No es la guerra santa de Uribe, en la que sólo cabe la eliminación del enemigo. Santos entiende la complejidad y orígenes del conflicto y sabe que, por importante que sea, que sin duda lo es, el componente militar no es el único.
La estrategia más significativa del gobierno actual para superar el conflicto es la prioridad dada al desarrollo rural y la democratización y restitución de tierras. Sin decirlo, está reconociendo que los reclamos históricos de la insurgencia de una reforma agraria son justos. Pero también está diciendo, con razón, que estas materias deben agenciarse por las vías institucionales de la democracia y no en una mesa con la guerrilla.
Un nuevo intento de diálogo no puede ser un retorno al Caguán. Sólo actos contundentes de grandeza por parte de las Farc, como renunciar para siempre al secuestro, pueden eventualmente empezar a modificar el inmenso rechazo que hoy despiertan en la sociedad colombiana. Un tema obligatorio en una eventual negociación, para que tenga la mínima credibilidad, es el fin definitivo de la guerra.
Convencer a la guerrilla, y al Gobierno, de la necesidad de buscar la salida negociada al conflicto no es fácil, pero es aún más difícil lograr que la sociedad vuelva a creer en el diálogo como herramienta eficaz para ponerle fin a la guerra. El peligro de la exaltación excesiva de los éxitos militares es que alimentan la falsa idea de que una solución militar sí es posible.
El país no debe encaminarse a aniquilar a las guerrillas, sino a erradicar las causas que las generaron. En lugar de condenar su maldad, sería más útil preguntarnos: ¿por qué Colombia produce un Mono Jojoy?
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La sanción a Piedad Córdoba es otra muestra de que sí hay un conflicto armado en Colombia. Sólo en tiempos de guerra se criminalizan las voces disidentes y la desproporcionalidad del castigo es propia de los regímenes marciales.
Pensar que Piedad es cómplice de la violencia y del terrorismo es no conocerla. Ha tomado la decisión valiente e impopular de dedicar su vida a la superación de la guerra fratricida, asumiendo altísimos costos familiares y personales. Ha logrado liberar más secuestrados que la Operación Jaque. ¡Pa’lante, Negra, que el país te necesita!
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Daniel García-Peña