¿Qué hace la oposición?
Es cierto que el Tsunami político que se produjo en el país con la llegada de Álvaro Uribe a la Casa de Nariño cambió —para bien y para mal— los parámetros del poder presidencial multiplicando éste por mil. Es cierto que la Colombia que supo interpretar el mandatario no se para en nada con tal de que extermine a la guerrilla.
Es cierto que su popularidad y la manipulación que él hace de la misma, asfixian cualquier tipo de control. Es cierto que, como consecuencia de todo lo anterior, quien se le mida en la arena de los votos se verá como un pigmeo enfrentado a un gigantón.
Aun así, no se justifica que quienes representan a la oposición se paralicen como si sufrieran el efecto de un temor reverencial. Se sabe que en política hay que atravesar desiertos y soportar derrotas para lograr un objetivo central que tendría que apuntar más allá de la silla presidencial. Pero aquí, la defensa de un sistema, una ideología o unos derechos, se redujo al juego de ganar por ganar, sin correr ningún riesgo. Por eso cuando se discute en cualquier escenario sobre la segunda reelección del actual jefe de Estado, siempre habrá alguien que afirme que fuera de Uribe no hay con quién. Tristemente, tiene razón. Hay que admitir, muy a pesar del 10, 12 ó 14% de los colombianos que no se pliegan, que por ahora no existe un ‘gallo’ que quiera confrontar el proyecto de largo plazo trazado por el uribismo. Echemos una mirada:
Carlos Gaviria: respetable hombre de izquierda con un volumen de votos que le permitiría hacerse oír. Hoy se desempeña como un silencioso presidente del Polo.
Gustavo Petro: la línea de las denuncias que eligió y que le dio justo brillo, es asunto del pasado. Todavía sorprende la voltereta que dio para que lo perdonaran y lo percibieran como un elegible ‘de centro’.
Luis Eduardo Garzón: empezó como alternativa de Uribe; pasó a ser su aliado semioculto en la alcaldía; terminó proponiendo una alianza con los clones del Presidente, que éstos no tomaron en serio. Nadie sabe dónde se ubica en este momento: ¿Polo, liberalismo, un nuevo partido?
Precandidatos del Partido Liberal: probablemente porque aún no se sabe cómo se realizará la selección del candidato, por ahora parecen más analistas neutrales que ideólogos de otra orilla.
César Gaviria: Ha puesto el punto más alto en la polémica política de la actualidad. Sin embargo, en la cima de la discusión baja la guardia, se calla y comparte versiones oficiales poco creíbles. Germán Vargas Lleras: desapareció de la escena y tomó convenientes vacaciones cuando supuso que las circunstancias le eran adversas. Juan Manuel Santos y el resto de los uribitos: remedos del original. Sergio Fajardo: no se le ha escuchado la primera frase interesante para posicionarse como alternativa. Pretende ser el Uribe bueno, porque se siente más citadino, amable y bonito que él.
Resta un solitario Mockus, blandiendo su filosofía de la ética en el poder. Es el único que se ha atrevido a pedirle al Primer Mandatario que renuncie, y aunque expuso razones de peso, lo llamaron loco en voz alta, mientras en voz baja algunos de sus contendores estaban de acuerdo con él. No obstante, el ex alcalde no tiene organización ni ganas de tenerla, porque mira desde su altura a los demás, los pobres mortales. Por la personalidad autoritaria de quien dirige a la nación, pero también por la triste resignación anticipada de sus aspirantes a rivales, se abrirá paso el tercer periodo de Uribe. Y no precisamente porque sus adeptos recojan firmas aprovechándose de las manifestaciones.
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Cecilia Orozco Tascón