Punto final
Se conocieron esta semana dos hechos relevantes sobre la paz: el nacimiento de Voces de paz y la reunión del Santísimo Padre con Santos y Uribe. Sin nada que ver uno con el otro, llevan ambas noticias a la misma zona de candela: el Congreso de la República, como resultado de la llamada fase de implementación de los Acuerdos de La Habana.
En la Biblioteca del Congreso se reunieron algunos comandantes de las Farc con conocidos dirigentes populares para asistir a la fundación de un movimiento político que vigilará el tránsito de las iniciativas del Gobierno por el parlamento para convertirse en actos legislativos, leyes, decretos o normas reglamentarias. En otra mesa discreta, el Gobierno y las Farc ratificarán esta transustanciación y luego Voces de Paz monitoreará el paso para conservar el espíritu y la letra de lo acordado. Los miembros de Voces no son voceros de las Farc, ni sus representantes, ni han estado ligados con ellas en ningún momento. Son ciudadanos de paz que por su trayectoria ética y política le dan confianza a la insurgencia en el próximo paso, que comienza con el espinoso tema de amnistía e indulto.
Todo fue citarse para el encuentro en un lugar tan neutral como puede ser una biblioteca pública, para que Éverth Bustamante, Rosemberg Pabón, Petro pusieran el grito en el cielo –sobre todo los dos primeros, reciclados vergonzosamente por el uribismo– sin recordar que no dijeron ni pío cuando Mancuso y Ramón Isaza se presentaron de punta en blanco en el capitolio. La protesta de los excomandantes del M-19 fue hecha en realidad contra la sentencia de la Corte que aprobó la vía rápida y la refrendación hecha por el Legislativo, que consideran un adefesio. Lo mismo opina el uribismo.
El movimiento M-19 salió de un acuerdo entre el Flaco Bateman y Jacobo Arenas para organizar un grupo urbano político armado, que no terminó bien quizá por los vínculos con la Anapo Socialista o por la declaración de pertenecer a la Internacional Socialista. Pese a todo, el M-19 perteneció a la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, que abrigó en su momento a las guerrillas activas para ampliar los Acuerdos de La Uribe firmados entre el gobierno de Belisario y las Farc. Pero ya habiendo entregado las armas, los dirigentes del Eme marcaron diferencia con las Farc por insistir en la vía armada y ahora, cínicamente, cuando es un hecho la dejación, las critican por la refrendación. En dos palabras, la misma doctrina de Uribe. No sería raro que en la implementación terminara resbalándose hacia el uribismo esa izquierda que no es ni chicha ni limonada. Es el mismo sector del M-19 que llegó a encabarse con el sistema, pagando el peaje que hubiera que pagar para ser oposición y régimen al mismo tiempo. De lo que se trata en el fondo es de que con la futura creación del partido salido de las Farc –un rival de peso– se arruinarán candidaturas y cómodos amparos. La izquierda parlamentaria, excepción hecha de lván Cepeda, Ángela María Robledo, Inti Asprilla, Alberto Castilla, Germán Navas y Alirio Uribe, puede hacer causa común con la derecha en las deliberaciones que se vienen encima.
Santos invitó a Uribe frente al mismísimo papa a deliberar la implementación, que fue el único compromiso del Gobierno con esa derecha recalcitrante y belicista. En lo demás, Santos no cedió ni un milímetro y Uribe salió del Vaticano con el rabo entre las piernas. Quizá se comprometió, por pena con el revolucionario sumo pontífice, a tirar menos trinos sangrientos, esos que calan tanto en las justificaciones de la derecha armada. ¡Y bien armada!
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/punto-final