¿Por qué mataron a Lola Salcedo?
Por EVA DURÁN*
El domingo tres de enero de este nuevo año, un poderoso golpe, brutal, seco e inesperado, acabó con la celebración extendida del año nuevo. La consternación, la incredulidad y el dolor invadieron a la amodorrada opinión pública. La increíble y sorpresiva noticia del posible suicidio de la icónica periodista Lola Salcedo nos sacó a todos del guayabo y nos devolvió a la sangrienta realidad.
De inmediato, me conecté a su Twitter, que seguía devotamente; sus últimos mensajes del sábado en la noche eran sobre una pelea con las empresas de servicios públicos de Puerto Colombia —el municipio frente al mar en el cual se instaló por la pandemia— por una absurda fuga de agua que tenía inundado un amplio sector. “¡Lola guerreó hasta el final!”, pensé.
Fue una mujer recia, recta, decente, de carácter, de temple, combativa, rebelde, cultísima, iconoclasta, insobornable, que libró heroicas batallas cívicas, sociales y políticas durante 50 años de ejercicio profesional y que salió de su casa periodística de toda la vida, El Heraldo, por su posición de absoluta independencia y crítica hacia los clanes políticos que se jactan de ser los intocables dueños absolutos de Barranquilla.
Entró a El Heraldo en los años 70. Luego de su desvinculación como reportera continuó publicando su columna semanal y era de las pocas columnistas que recibía pago por sus colaboraciones. La tacañería de El Heraldo es histórica, pero los méritos de Lola en la construcción y evolución del periódico, de raíces liberales, le dieron el mérito suficiente. Sus servicios a la ciudad son inconmensurables: dirigió el trabajo de elaboración del dossier que justificó ante la Unesco la declaratoria del Carnaval de Barranquilla como Patrimonio inmaterial de la humanidad. Fue una de las periodistas más importantes de la ciudad, sagaz editora de Diario del Caribe, tuvo programas en Telecaribe y en la radio se mantuvo activa hasta el último momento. En la actualidad trabajaba en un programa diario con Henry Forero que saldría nuevamente al aire el 12 de enero. Era una mujer culta, educada, nació en el barrio El Prado, pasó muchos años en el García, un edificio art-deco considerado el más hermoso de la ciudad, y, hace poco más de un año, había alquilado en Pradomar un espacio en el hostal Casa Nabila, un spa holístico que es un templo de budismo, yoga, meditación y vida sana.
A medida que pasaban las horas, los detalles de la muerte de Lola Salcedo llenaron de extrañeza a sus familiares y amigos. Son tales las incoherencias y vacíos que rodean su partida que la sensación de que debe investigarse a fondo las circunstancias de su muerte, incluido el homicidio, se convirtió en un sentimiento colectivo que atenaza los corazones de quienes la quisimos y admiramos.
Lola no tenía motivos para suicidarse, tal y como afirman las autoridades que intervinieron. No tenía problemas económicos ni sentimentales. Hacía planes todavía. Con uno de sus hermanos había acordado salir a comprar un televisor ese domingo por la tarde. El día anterior, sábado 2 de enero, había hablado con una de sus mejores amigas, directora de una fundación en Puerto Colombia, y estaba de excelente humor, tranquila, equilibrada, positiva, sin preocupaciones ni sobresaltos. Quedaron en que desayunarían juntas y caminarían por la playa, al día siguiente. Esa mañana la encontraron muerta.
Lola era una persona muy organizada, disciplinada. Quienes la conocieron sostienen que si de ella fuera la decisión de acabar con su vida hubiera dejado sus asuntos resueltos y no una agenda abierta por cumplir y, lo más importante, hubiera dejado una carta de despedida.
Las dudas
Cuando las personas que viven en Casa Nabila se dieron cuenta de que Lola estaba desfallecida, llamaron a Ami, y el paramédico, al comprobar su muerte, llamó a la policía. Los agentes que acudieron produjeron el siguiente informe, divulgado ampliamente por redes sociales:
“Dios y Patria, Mi General buenos días
Información preliminar: Suicidio
Distrito: 1
Estación: Puerto Colombia
Cuadrante: 1 2 2
Pradomar el día 03/01/2021, en la carrera 18 No. 1 e – 66, se presentó un caso de suicidio, se trata de la señora Dolores Salcedo Castañeda de 70 años de edad, con cédula de ciudadanía No.32.458.002. no presenta signos de violencia.
Hechos presentados según la información preliminar recopilada por la unidad de policía judicial, la señora dolores se habría inyecto veneno lo cual le causó la muerte. Inspección técnica de cadáver a cargo de la SIJIN. frente al caso: Verde 2, Supervisor 2, patrulla de cuadrante y SIPOL”.
Este informe dice que ella se inyectó un veneno. Que sepamos, ella no padecía ninguna enfermedad terminal y tampoco era diabética, no era enfermera como para saber cómo hacerse una punción y canalizarse una vena. Además, inyectarse veneno duele, y duele muchísimo. Y no hay ningún veneno que actúe de manera inmediata. Si te inyectas un veneno, vas a tener una terrible agonía, va a demorar tu muerte. Auto inyectarse como una yonqui es algo que Lola jamás haría.
Habría recibido amenazas
Ella era una acérrima periodista “anti-corrupcion” e hizo durante toda su vida una oposición férrea a lo que ella llamaba “La dictadura del sultanato” de Barranquilla; mantuvo siempre una posición muy crítica y fue la única periodista barranquillera que mantuvo una actitud independiente e insolente ante los poderes hegemónicos. Sus últimos tuits, en los que defiende el bien común de los abusos, ineptitud y negligencia de Triple A, demuestran que seguía en pie de lucha, que seguía teniendo fe, que no se había dado por vencida, que seguía al pie del cañón defendiendo los intereses colectivos.
Amigos cercanos señalan también que había recibido amenazas de desconocidos y se niegan a creer la versión del suicidio.
Henry Forero, por su parte, su compañero en la radio, ha expresado públicamente estar absolutamente seguro de que es imposible de que Lola se haya suicidado. Ante nuestra inquietud respondió: “Yo hablé con ella el primero, nos dimos feliz año y quedamos en reanudar el 12 de enero. El 2 llamó a Elvis Martínez, mi programador, y quedó en iniciar grabaciones y hasta le envió una plata de aguinaldo”.
Su hermano Gregorio “Goyo” Salcedo expresó al periodista Sergio García, de Impacto News: “Mi hermana era una mujer sana, su única enfermedad era la alegría, hablamos la noche anterior a su fallecimiento y la noté contenta, como siempre. Lola nos contaba que estaba feliz de vivir en Casa Nabila Hostal Yoga, en Pradomar, allí convivía con una comunidad muy bella. Su forma de vivir era espartana (…) Esa información de que mi hermana se inyectó un veneno nos ha parecido irrespetuosa; en su habitación había una jeringa que mi hermana usaba para matar hormigas. Nos duele leer tantas falsedades publicadas en la prensa que no corresponden a la realidad”.
Existe una “Ley Omertá” en Barranquilla en torno a la muerte de Lola Salcedo. En todos los medios de comunicación y redes sociales se pondera su inteligencia, su verraquera, su carácter, su verticalidad, su independencia, pero nadie se atreve a señalar las incoherencias, omisiones, vacíos y contradicciones de su extraña muerte.
Si su fallecimiento fue, como muchos sostienen, un homicidio, los dedos y ojos tendrían que dirigirse hacia los innombrables e intocables de Barranquilla. ¿Quién tiene tanto poder en Barranquilla como para callar y arrodillar de miedo a toda una ciudad? Los amigos de Lola esperan que sus restos sean examinados en una autopsia independiente, y que su muerte, si fue provocada, no quede impune.
*Escritora, periodista y activista.
Fuente: https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/por-que-mataron-a-lola-salcedo