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Peregrinar en el Curvaradó – Día 5

Ultimo día de la caminada, del peregrinar, del andar ecuménico y ecológico en el Curvaradó. Hoy el último día, afinado en la fuerza ética y moral de la gente, la ética del hombre nuevo y la mujer nueva. La defensa de la creación, del territorio que es Patrimonio de la Humanidad frente a la ley del silencio, de la impunidad y del olvido.


Las palabras, los textos cortos, las imágenes de este último día de la Peregrinación Macro Ecuménica y Ecológica en el Jiguamiandó y Curvaradó

Bogotá, D.C. Agosto 12 de 2005

COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ

QUINTO DIA
Peregrinación
Macro Ecuménica y Ecológica
En el Jiguamiandó y el Curvaradó

Y otra vez, el aroma de café campesino, la rutina no es posible, todo es extraordinario. Es el milagro del encuentro, de la caminada, la cocción de la arepa, y el agua fresca en el cuerpo.

Luego, nuevamente la palabra sonora del profeta, los cantos, y la memoria en círculo, lo que soñamos, lo que creemos, lo que apostamos. El testimonio, la palabra vivida, la palabra del desarraigo y de la esperanza, la palabra de lo que se espera, la verdad y la justicia, vivir en la tierra que Dios nos dio. La palabra de Dios y la palabra milenaria de los pueblos indígenas.

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Y listos a la nueva jornada, a la que se suman nuevos Peregrinos y mientras está todo listo, llegan a la mejora miembros de la Policía de Bajirá. Vienen con las mismas preguntas, las de rutina. Luego nos enteramos que ellos estuvieron durmiendo en nuestro alrededor toda la noche. Creyeron lo que siempre se piensa de la gente, desde que la humanidad es mezquina o defiende la perversión, que estábamos en actuaciones destructoras de su seguridad, es la sensación que el poder tiene de deshacerse cuando la ética, la palabra de la verdad y de la justicia se pronuncia, es el miedo de su propia seguridad. Y ahí nos volvimos a preguntar, en realidad qué protegen, a quiénes protegen y por qué temen.

Iniciamos nuestra caminada, buscamos ir a Camelias. Empezamos a andar en medio de las carreteras que comunican el desierto verde, a lado y lado, los nombres de empresas, palma a un lado y palma a otro lado, rutina apocalíptica.

Llegamos a una esquina y nos encontramos con un inmenso vivero de palma, allí rodeados de la policía entonamos cantos al Creador. Fuimos testigos sin proponérnoslo de la destrucción humana de la vida humana, de las posibilidades de sobrevivencia de la especie humana, la biodiversidad se agotó. Nos encontramos con el vivero preconiza el futuro de destrucción de los pueblos afrodescendientes, indígenas y mestizos y de nuestra propia humanidad. Los viveros signos de la belleza convertida en fealdad. “¡Oh Dios, qué es esto? Por Dios que pare la palma!, proclaman algunos tímidamente. Otros expresan: “Este es el progreso agroindustrial teñido de sangre, de impunidad, de desarraigo pero no es la soberanía de la humanidad, no el reinado de Dios” y otros agregaron: “ojalá sea posible el retorno a sus tierras de los herederos de Dios, los legítimos dueños. Es además nuestra posibilidad de protección, de sobrevivencia de la humanidad entera”

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Y seguimos caminando. Con título en mano de sus propiedades individuales nos quisieron llevar varios de sus legítimos propietarios a su tierra, vamos andando y de pronto con un ejercicio de violencia simbólica pero real, los peregrinos nos vemos impedidos de andar. Nos encontramos con un portón en madera, como aquellos que definen el ingreso a una edificación medieval, juntas los dos portezuelas con un inmenso candado. Imposible pasar, se prohíbe entrar a las fincas de propiedad de la gente, a sus legítimos dueños a la tierra que han habitado o que han sembrado, de la que han vivido y por la que han luchado, sus títulos en mano no son nada ante la ocupación de hecho. Se entiende entonces porque el desplazamiento, se expulsa de sus tierras a través de los paramilitares a la gente y luego los empresarios palmicultores siembran su palma, protegida por las autoridades del ejército colombiano y la policía, mientras también circulan los paramilitares. Y la gente, el pobre y el excluido, a un lado, desecho, carroña de la humanidad, su único derecho callar, recibir un dinero, su único derecho hacerse peón.

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No fue posible peregrinar ni bendecir las tierras de varios dueños legítimos y legales. Las lágrimas, las palabras entrecortadas, la frustración fue evidente, y era necesario seguir andando en el desierto verde, más cerca de nosotros, en medio de cercas que limitan, lo que antes fueron caminos de libertad, tierras de la humanidad, hoy convertidas en tierras sin libertad, sin memoria, sin dignidad. Y en medio de la impotencia, alguien expresó: “”Dios tu Dios está en medio de ti como un héroe que salva. Apartará ese mal que te amenaza, el dolor que pesa sobre ti. Ahora pues me enfrento con todos tus opresores” (Sofonias 3,17)

Ahora en medio de la incertidumbre, ante la imposibilidad de continuar el caminar, y antes que el sol se oculte, desde Caño Claro se inicia el regreso de algunos peregrinos, entre ellos sus acompañante permanentes, los calumniados, los azotados y denigrados públicamente, que no los abandonan ni de día ni de noche, ellas y ellos, con sus acompañantes internacionales del Canadá, andando con los habitantes afrodescendientes de las Zonas Humanitarias de “Bella Flor Remacho”, “Nueva Esperanza” y “Pueblo Nuevo”.

Todos desandan los pasos de las jornadas anteriores regresan por el desierto verde a las aguas cristalinas que aún llaman a la alegría y a la profundidad, a la frescura y a la vida. Ellos inician su regreso de 4 o 5 horas en los que se encontraran con el vuelo de las mariposas, entre azules y negros, rojos y amarillo, naranjas y verdes; ellos desandarán entre la selva virgen y la flora secundaria, entre los tigrillos y las aves de alto vuelo; entre las sombras frescas de gigantes árboles que están ahí a un de pie protegiendo la vida de la humanidad.

Y nosotros, los demás Peregrinos a andar hasta alcanzar el río Curvaradó. Y lo encontramos de frente, custodiada sus márgenes a izquierda y derecha por unidades militares, en realidad, si es verdad lo que percibimos y no nuestra invención, que no lo creemos, se custodia a las plantaciones de palma. Y nosotros con el sol de espalda atravesamos el río Curvaradó en un planchón y luego llegamos a Belén de Bajirá y de allí entre la bulla y el ruido musical la confusa presencia entre militares, policía y paramilitares, y más afuera después de 50 minutos de camino en carro buscando la carretera al mar, el peaje de cinco mil pesos, que es necesario aportar a los paramilitares y a menos de 5 minutos un puesto de control militar… y así, en medio de esas fusiones que no se quieren reconocer, con la memoria de imágenes en nuestra mente, en nuestra piel, en nuestro corazón nos encontramos con eso que llaman “progreso” con esos cientos de abrazos, de miradas, de palabras compartidas en las que se espera, en las que se sueña, en las que se cree, que Dios está en la historia, que la solidaridad es la única posibilidad de la humanidad y de la sobrevivencia del planeta… y desde hoy seguimos caminando, en y desde nuestros lugares con ellas y con ellos, los habitantes de la resistencia civil del Jiguamiandó y el Curvaradó, signos de Dios, signos de Vida y de Esperanza para nuestra humanidad, para el planeta.

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A los Consejos Mayor del Jiguamiandó y el Curvaradó, a las familias de los títulos individuales nuestro agradecimiento por ser lo que son, por afirmar lo que afirman, por ser sombra vigilante de una humanidad, por proteger el territorio que Dios les dio, por estar allí a pesar de tanta persecución, aniquilación y destrucción

Peregrinos en el Curvaradó