Peligro: “total anarquía” en la inteligencia estatal

Alias ojosapolambon@gmail.com escribió, ayer, al correo de un reportero del noticiero al que estoy vinculada: “oiga sapo hijueputa ya nos estamos mamando de usted cada 8 días, deje la intensidd que ya se paso d la raya 0 y va 1 usted vera” (sic).


El comunicador realiza una investigación sobre actos de corrupción policial y, en la más reciente emisión del informativo, se incluyó una nota sobre el tema. Los mensajes de otra periodista del mismo medio fueron interceptados, al parecer, desde los primeros meses de iniciados los diálogos con las Farc en La Habana, por hombres de Inteligencia militar que se camuflaron en el restaurante en donde funcionaba la tenebrosa “sala gris”. La evidencia se encuentra en Univisión Miami, cadena que obtuvo centenares de copias de correos de uno de los computadores incautados allí. En uno de ellos la reportera ‘chuzada’ le enviaba una petición de información (para ser publicada) a uno de los negociadores de la guerrilla. El texto, del 10 de enero de 2013, leído hoy, resulta revelador: “desde hace más de dos meses he enviado varios mensajes solicitando entrevista… sus correos me son devueltos y no he obtenido respuesta”. Ella se quejaba de “su total incomunicación”.

El vehículo de otra periodista del noticiero en el cual me honra trabajar, fue perseguido durante unos cuatro kilómetros y a plena luz del día, por un sedán negro sin placas y con vidrios polarizados. El seguimiento terminó cuando ella llegó a un sitio donde podría haber muchos testigos de lo que acontecía. Pero el conductor fantasma no se arredró. En actitud intimidatoria continuó su carrera a toda velocidad, chirriando las llantas. La víctima de la persecución hizo parte de un grupo de reporteros que acababa de denunciar los nexos de un magistrado con quien podría favorecerse de su fallo, un uniformado detenido por un caso de presuntas ejecuciones extrajudiciales. Ella también había denunciado, junto con un connotado columnista, las interceptaciones ilegales a las que —según fuentes creíbles— estaban siendo sometidas las comunicaciones de ambos, por supuesta orden de oficiales de Inteligencia en servicio activo, que no prestaban sus servicios con uniforme ni a la institución a la que pertenecen, sino de civil y a la Contraloría General.

Después de la denuncia que el inspector de esa entidad cerró en un día, el oficial fue removido del ente fiscalizador y regresó al organismo armado a continuar su oficio de experto en inteligencia cibernética. Se trata de un hombre con notables conocimientos tecnológicos, tanto que se le considera el “padre” de la plataforma de interceptaciones Puma que se construyó sin conocimiento del fiscal general y por fuera del Sistema Esperanza, el único legal. Estas tres historias son apenas una pequeña muestra de lo que acontece día tras día en ese mundo oscuro del espionaje oficial contra ciudadanos de bien, como los miembros de la prensa. Vaya usted a saber lo que ocurre en otros sectores.

Y el presidente de la República, en su equívoca reacción ante el escándalo desatado por las revelaciones de un periodista de otro medio que fue atacado a bala después de sus propias investigaciones de corrupción, solo atina a decir que como “la Corte Constitucional defiende el derecho a la privacidad y la intimidad, el Estado no puede defenderse de manera eficaz”. Este Juan Manuel Santos, que sostuvo que él sí no incentiva las ‘chuzadas’ ilegales, en alusión negativa a su antecesor, ahora dice que Colombia tiene “una legislación obsoleta y restrictiva” en materia de inteligencia, como si eso fuera un obstáculo para quienes la ejecutan. La ironía mayor del mandatario está contenida en la siguiente sentencia: “lo que hay es una total anarquía… en este proceso de defenderse de la agresión tecnológica de los delincuentes”. Así es, señor presidente, pero olvidó un pequeño detalle: hay que empezar revisando en casa.

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