Paz … ¿Cuál Paz?
Estas reflexiones fueron escritas para ser presentadas en el Foro Internacional: “Paz…. Cuál Paz?”, programado para el 18-20 de marzo de 2020 en Bogotá, en el Congreso Nacional y la Universidad Nacional, evento cancelado a causa de la pandemia Covid-19]
Se suele hablar de paz cuando se logra la solución de un conflicto. Pero esa solución puede consistir en abordar las causas del conflicto y llegar a un acuerdo entre las partes enfrentadas, de modo que ambas queden satisfechas, o en imponer y lograr que se acepte la posición de una de las partes contra la voluntad de la otra, lo cual lleva a una paz forzada, imperfecta o aparente, que continúa obrando como germen de nuevos conflictos.
Espectro de una heredada médula violenta
El conflicto armado colombiano es inseparable del conflicto social. Desde la indepen- dencia de España, el tipo de nación o república o Estado que se fue configurando lle- vaba el conflicto en su misma médula, como una fuerza congénita. Las tierras, riquezas y beneficios se repartieron como conquistas a los oficiales combatientes en la guerra de independencia. A los indígenas se les desconoció su tradición de propiedad colectiva de la tierra y se buscó someterlos a un régimen de propiedad privada negociable, el cual fracasó y obligó a devolverles a medias los resguardos, no sin calificarlos oficial- mente como “salvajes” (Ley 89 de 1890), marginados de la civilización y considerados prácticamente como menores de edad. En el siglo que sucedió a la “independencia”, el acaparamiento de tierras baldías adjudicadas por el Estado fue escandaloso, produjo la concentración de monstruosos latifundios en muy pocas manos y el problema de las masas campesinas sin tierra fue degenerando en una esclavitud de hecho y en verda- dera tragedia, originando éxodos interminables hacia tierras inhóspitas de difícil so- brevivencia. Las pugnas entre cacicazgos regionales llevaron a que en el siglo siguiente a la independencia se desarrollaran 9 guerras civiles nacionales, 14 guerras regionales y numerosas revueltas locales. El Estado nacional nunca ha dejado de ser profundamente conflictivo por la desigualdad económica que arrastra y por las luchas por mantener en el control del Estado a élites ricas y poderosas cuyas fracciones se enfrentan y se recon- cilian intermitentemente de acuerdo a sus mezquinos intereses.
Pero la gran contradicción o conflicto eje se ha dado entre la élite gobernante o diri- gente del país y la grandes mayorías pobres y medias, incluyendo allí las colectivida- des étnicas. Para defenderse del reclamo y del inconformismo, la capa dirigente se dotó desde muy temprano de fuertes armas ideológicas que estigmatizaron, desprotegieron legalmente y sometieron a procedimientos opresivos, represivos y destructivos a quie- nes impulsan movimientos sociales en favor de un modelo más justo. La Iglesia Católi- ca sirvió de puntal ideológico en ese conflicto por su anti-comunismo radical, erigido como principio constitucional en la Constituyente de 1953 (Acto Legislativo # 6) y en sus proyecciones legales, como la Ley 334 de 1956 que creó 13 delitos de colaboración con el comunismo, cuyos sindicados fueron sometidos a consejos verbales de guerra en la justicia penal militar. Por su parte, Estados Unidos asumió el monitoreo de la segu- ridad nacional desde los años 50 e implementó en el país los peores instrumentos mili- tares y policiales para destruir a los inconformes bajo los pretextos de guerra fría, enemi- go interno, seguridad nacional, subversión o terrorismo e infiltración hemisférica y luego bajo el camuflaje ficticio de “narcotráfico”. Esto hizo que los códigos legales se diseñaran y redactaran en función del conflicto así configurado, siguiendo la polaridad Esta- do/Enemigo o las pautas del Derecho Penal de la Exclusión.
En los años 80 del siglo XX, la penetración progresiva de los principios de la globaliza- ción económica neoliberal y simultáneamente del narcotráfico, lleva a reconfigurar las élites de control del Estado, fusionando en gran parte las aristocracias partidistas del pasado con los modernos empresariados transnacionales y mafiosos, mientras los Es- tados Unidos encontraban en la represión externa y selectiva al narcotráfico nuevos pretextos para destruir los movimientos que apuntaban a cambios sociales o asumían rasgos anti-imperialistas. Al mismo tiempo, en los años 80 se iniciaron en Colombia procesos de paz o de negociación con las insurgencias.
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