Palabras ante los nobeles de paz
La marcha de miles de guerrilleros desde sus campamentos en la montaña hacia las Zonas y Puntos Transitorios de Normalización, rodeados por el amor del pueblo y sus bandera blancas, no puede ser considerada como la última, sino como el comienzo de la Gran Marcha de la Esperanza; esperanza de la gente del común que no puede ser frustrada por la incomprensión del momento histórico y la ausencia de grandeza.
«… se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de conciencia»
Señoras y señores nobeles de paz
La distinción más sublime que pueda recibir un ser humano, es la del Nobel de Paz cuando en esa decisión no intervienen intereses diferentes a los de honrar la disposición de brindar la vida a la causa de la humanidad, y si en el corazón de quien lo recibe solo anida el irrefrenable anhelo de la concordia, la paz en la tierra, la paz para todos, considerada ésta como el derecho síntesis.
La paz es el más profundo anhelo humano desde el origen de los tiempos, nos dice Francisco Mayor Zaragoza, ex director de la UNESCO. Todos debemos sentirnos implicados y beneficiados. Todos debemos contribuir a facilitar la gran transición desde la razón de la fuerza a la fuerza de la razón; de la opresión al diálogo; del aislamiento a la interacción y la convivencia pacífica. Pero, primero, vivir. Y dar sentido a la vida. Erradicar la violencia yendo a las fuentes mismas del rencor, la radicalización, el dogmatismo, el fatalismo, la pobreza, la ignorancia y la discriminación.
Es un honor estar frente a quienes portan en su pecho un premio nobel de paz. Son ustedes hombres y mujeres de paz y por eso sentimos que sus corazones abrazan con afecto los primeros pasos de la reconciliación de Colombia.
Señoras y señores: diciembre de 2016 marcó un hito en la historia de este país que había padecido el más dilatado conflicto del hemisferio. En ese interregno se produjo la firma y la refrendación del Acuerdo Final para la terminación de la guerra y la construcción de una paz estable y duradera, que de consolidarse con el cumplimiento de lo acordado, podrá significar la dignidad de las generaciones del futuro.
La marcha de miles de guerrilleros desde sus campamentos en la montaña hacia las Zonas y Puntos Transitorios de Normalización, rodeados por el amor del pueblo y sus bandera blancas, no puede ser considerada como la última, sino como el comienzo de la Gran Marcha de la Esperanza; esperanza de la gente del común que no puede ser frustrada por la incomprensión del momento histórico y la ausencia de grandeza.
El proceso ha entrado en su etapa decisiva, que es la de la implementación de lo acordado, sin lo cual todo quedaría reducido a la demagogia y el engaño. Avizoramos mucho más difícil la implementación de los acuerdos que los duros años de negociación que la antecedieron.
Qué difícil ha sido, por ejemplo, que se cumpla la decisión presidencial que decreta la excarcelación de guerrilleros, la cual debió ocurrir con la entrada en vigor de los acuerdos. Lamentablemente tenemos que reconocer que existen en Colombia “expertos”, desprovistos de sentido común, que no buscan en la norma la vía de la solución de los problemas, sino su empeoramiento y obstrucción. Necesitamos eficiencia, necesitamos cumplimiento.
Hace un mes fue aprobada por el legislativo la Ley de amnistía; una amnistía que por ser de derecho, debe tener inmediata aplicación, pero que al no ser asumida por los jueces de ejecución de penas, en vez de traer la alegría de la libertad ha llenado de desconfianza e incertidumbre a la insurgencia, que no ve por ninguna parte las excarcelaciones, algo nunca sucedido en la historia de los procesos de paz.
La totalidad de zonas y puntos transitorios de normalización, que son los espacios donde debe producirse la preparación final de la insurgencia para dar el paso a la vida política legal, no están adecuados, y en esas condiciones están allí, en un acto de desprendimiento, gente curtida en la guerra que quiere la paz, esperando la maquinaria y los materiales prometidos para hacer de esos espacios con su trabajo, lugares de estadía transitoria digna. El compromiso no es para una sola de las partes. Necesitamos eficiencia, necesitamos cumplimiento.
Solo aspiramos a que la buena voluntad comprometida por el gobierno en sacar adelante el proceso de paz, contribuya a superar las deficiencias y comiencen ya las acciones de solución: las liberaciones, la adecuación urgente de las Zonas de Normalización, los abastecimientos oportunos y en buenas condiciones, la implementación normativa ajustada al espíritu de lo pactado en la Habana, sin que se violen de ninguna manera los principios de buena fe y de pacta sunt servanda, porque es un hecho de dignidad y grandeza humana, aquello de que “los pactos deben honrarse”.
Es hora entonces, de estructurar la Jurisdicción Especial para la Paz; la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición; la Unidad Especial para la Búsqueda de Personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto armado; las medidas de reparación integral y las Garantías de No Repetición, por lo que tanto han clamado y siguen abogando las víctimas del conflicto; como también se hace urgente empezar ya la Reforma Rural Integral que defina la transformación radical del campo en favorecimiento de las comunidades más empobrecidas. No puede seguir más como letra muerta el anhelo de la tierra de las comunidades rurales, la urgente restitución a los despojados, la redistribución y la formalización sin más demoras; la apertura democrática que amplíe la participación política de los excluidos, el derecho a la oposición de los partidos, organizaciones y movimientos sociales, entre tantos y tantos otro propósitos que harán cierta la convivencia en paz con justicia social.
Hoy podemos registrar que en el parlamento, además de las normas ya mencionadas como aprobadas, se han cursado durante el mes de enero el Acto Legislativo de creación del SIVJRNR y la reforma a la Ley 5a para la participación de Voces de Paz como nueva fuerza política que, comprometida con el Acuerdo de paz, comienza a abrirle paso al nuevo partido que ha de surgir de nuestro tránsito a la legalidad. Son pasos de avance, pero son lentos pasos que deberemos acelerar si no queremos que se nos diluyan los sueños en los primeros intentos por forjarlos.
Contamos con que tendremos el apoyo de las mayorías nacionales, y también de la comunidad internacional, que sin duda estará expresado en acciones de acompañamiento, verificación y solidaridad, una vez se activen los mecanismos consagrados en los acuerdos de paz, que invitan ya a redoblar esfuerzos a los países garantes Cuba y Noruega y acompañantes Venezuela y Chile, a organismos internacionales como NNUU, la Unión Europea, EEUU, a personalidades insignes como Pepe Mujica y a instancias de importancia mundial como UNASUR, PNUD, la OEI, la OCLAE, la FAO, Vía Campesina, el Instituto Holandés para la democracia, el Centro Carter, ICTJ, ACNUR, Suecia y CICR, entre otros.
No estamos dispuestos a claudicar. Tenemos la determinación de hacer la paz y y tenemos la certeza de que con las convicciones que han sido amalgama de nuestra historia, y con la solidaridad de quienes han creído en la paz para Colombia, derrotaremos la pobreza, la miseria, la desigualdad, la exclusión, la guerra sucia y la desidia de muchos, hasta hacer realidad los anhelos de reconciliación y vida digna para nuestro pueblo.
Mantengamos viva la esperanza. El destino de Colombia no puede ser el de la guerra. La paz triunfará. Sólo aspiramos a que las generaciones futuras, mirando hacia el pasado, puedan decir gracias al acuerdo de La Habana, tenemos paz y vida digna.
Muchas gracias.