#Opinión La Barbarie y la Dignidad se pasearon hoy por la calle quinta
La calle quinta, esa a la que el grupo Niche le dedicó lindos piropos, hoy fue escenario de la barbarie oficial. Hasta este icónico lugar, al frente de la Loma de la Cruz, hoy rebautizada Loma de la Dignidad, llegó el Escuadrón Móvil Anti Disturbios de Policía, tristemente conocido como el ESMAD, a cerrar, a punta de gases lacrimógenos, bombas aturdidoras y bala, un evento artístico con el cual miles de personas culminaban una jornada de marchas que realizaron desde diferentes puntos de Cali.
Todo transcurría tranquilamente. Los asistentes al evento coreaban consignas contra el gobierno, había alegría, sueños, los jóvenes brincaban al toque de las bandas de rock, los raperos sacaban lo mejor de su creatividad para denunciar las injusticias sociales, para animar el estallido ciudadano. Adultos mayores, muchas mujeres, jóvenes, uno que otro niño, se abrazaban en este grito de rebeldía; y sin pronunciar una sola palabra que instigara a la violencia, al vandalismo o a la destrucción transcurría la tarde de este 20 de julio.
Hasta que llegó la Policía: la agresión empezó a trescientos metros de donde se realizaba el evento cultural, en la calle quinta con carrera diez. Allí primero sonaron varios disparos. La juventud de Primera Línea corrió hacia allá a cerrar el paso. En la escena apareció el ESMAD y durante cerca de una hora sostuvo una arremetida con gases lacrimógenos, bombas aturdidoras, balas de goma y, según los manifestantes, tiros de pistola. Por mi lado vi sacar entre la muchedumbre a personas chorreando sangre por impactos de diversa índole. Un señor convulsionaba por efecto de los gases lacrimógenos. En cuatro ocasiones mis ojos y mis pulmones no soportaron los efectos del gas y cuando se vino la ofensiva final con tanquetas y el siniestro Venom, la Policía tomó posesión del sitio en donde minutos antes cerca de dos mil personas disfrutaban en paz de un evento cultural.
Triste victoria la de este Estado, la de la Policía de un país que hace 211 años celebró la caída del opresor español. En el aire sobrevolaba triunfante un helicóptero de Ejercito, ese mismo que fundó Simón Bolívar con una frase que hoy es pisoteada por sus hombres: “Maldito el soldado que apunte sus armas contra el pueblo”.
Lo ocurrido hoy fue vergonzoso para una Nación que se precie de ser democrática. Lo testificaron periodistas a los que entrevisté, muchos de ellos también víctimas de la brutalidad policial, como el camarógrafo del noticiero oficialista RTVC, Tomás Morales, a quien un agente le disparó una granada de gas a quemarropa, hiriéndole su brazo derecho. Y ni se diga de las denuncias que hicieron los manifestantes y los habitantes del sector de los barrios Libertadores, San Cayetano y San Antonio, que sufrieron los efectos de los gases que fueron lanzados indiscriminadamente afectando a recién nacidos, niños, mujeres y ancianos.
Lo visto hoy también deja dos lecciones que ojalá el Estado entienda: 1. Esta juventud perdió el miedo. Era sorprendente ver cómo un Primera Línea se paraba con su escudo de lata, inerme, ante un contingente de hombres súper protegidos, con armas letales, y que no tenían ninguna compasión de accionarlas directamente contra el cuerpo de hombres y mujeres indignados por la represión oficial. 2. La empatía de amplias capas de la población con la protesta social, crece. Hoy, a diferencia de otras ocasiones, la multitud no corrió a esconderse de la arremetida policial: estuvo en la Loma, en la calle quinta, acompañando a quienes hacían frente a los gases y las balas. Hubo una sinergia colectiva, una solidaridad en masa nunca antes vista, una dignidad asombrosa.
Lo que vi esta tarde me ratifica en mi visión de que estamos ante un Estado bárbaro, que Duque no tiene techo, y que Jorge Iván Ospina ya tiene ganado el título del alcalde de Cali más despreciado por los habitantes de esta ciudad que tenía a la calle quinta como referente para el orgullo y no para la vergüenza que hoy siento por la carnicería que presencié y padecí.
Raúl Ramírez
Periodista
Santiago de Cali, julio 20 del 2021
Imagen: Valentina Ramirez Londoño – utópicos