Obama, ¡qué decepción!

Resulta increíble el empecinamiento con que el presidente Obama se compromete con la cacería internacional de Edward Snowden.


Lo hace al mejor estilo del expresidente Bush, al que tanto criticó en campaña y gracias a lo cual en buena medida ganó la Presidencia. Su cruzada busca escarmentar a todo aquel que pretenda apoyar a Snowden, por atreverse a desafiar el poder establecido del imperio y denunciar prácticas ilegales por parte de su gobierno a escala mundial y violando los derechos de millones de personas al interceptarles sus comunicaciones privadas. Una cacería que terminó por mostrar el grado de control político norteamericano sobre sus aliados europeos —Italia, Francia y Portugal; España se escapó por un pelo— con el bochornoso y repudiable incidente del avión del presidente Evo Morales y el trato irrespetuoso e indigno al que lo sometieron.

No, ese definitivamente no fue el Obama por el que votaron millones de norteamericanos llenos de esperanza e ilusión para poder enterrar prácticas arbitrarias y violatorias de derechos fundamentales de la era Bush bajo el pretexto de enfrentar la amenaza terrorista. Ese no es el Obama que con su discurso elocuente, su despliegue del don de la palabra, hipnotizó al mundo y consiguió el Premio Nobel de la Paz. Ese no es el Obama que se comprometió a cambiar la guerra por la diplomacia y el respeto, como lo planteó en su célebre discurso en la Universidad de El Cairo, o el que cerraría el engendro de la cárcel de Guantánamo y que ahora impulsa a fondo los aviones asesinos, los drones, con una discrecionalidad que aterra.

Ese no es un presidente demócrata sino un gobernante soberbio, como bien le dice Snowden en la carta pública que le hizo llegar: “Este tipo de engaño de un líder mundial no es justicia, como tampoco es la penalización por exilio. Estas son las viejas y malas herramientas de la agresión política. Su cometido no es asustarme sólo a mí, sino a los que vendrían después de mí”.

Un gobernante soberbio que quiere incluso impedirle a Snowden el asilo, un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada por Estados Unidos. “La administración Obama ha adoptado la estrategia de usar la ciudadanía como un arma. A pesar de que no hay cargos en mi contra, se ha revocado mi pasaporte, lo cual me hace una persona sin nacionalidad. Sin orden judicial alguna, quieren detener mi ejercicio de un derecho básico. Un derecho que le pertenece a todo el mundo. El derecho de buscar asilo. Al final, la administración Obama no le teme a ‘soplones’ como yo, Bradley Manning o Thomas Drake. No tenemos nacionalidad, estamos encarcelados o no tenemos poder. No, la administración Obama te teme a ti, la asusta una opinión informada que exija con decisión que el gobernante cumpla con el gobierno constitucional prometido, como debe ser. No cedo en mis convicciones y estoy impresionado por el esfuerzo de tantos”, le dice Snowden a un Obama desdibujado e inconsistente.

No, ese no es el Obama que se comprometió a jugársela por un nuevo paradigma político y moral para Norteamérica y, por su influencia y poder, para el mundo del cual sigue siendo, fatalmente, su líder.

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