“Muñoz sabía todo”
Alba Luz Flórez, la ex detective que espió a la Corte Suprema, asegura que el actual director del DAS, Felipe Muñoz, se enteró de lo que ella hacía y trató de ocultarlo.
SEMANA: El actual director del DAS, Felipe Muñoz, dice que a usted no se le debe creer porque salió de la institución por tratar de robar recursos de los gastos reservados. ¿Qué le responde?
Alba Luz Flórez: Me extraña el procedimiento del doctor Felipe Muñoz, porque él tiene pleno conocimiento de lo que yo hice para el DAS. Él sabía de las acciones que se realizaron para tratar de encubrir lo que hoy sabe la opinión pública. Se lo contaba el doctor Wilson Puerto Cantor, director de la Oficina de Fuentes Humanas, a quien le manifesté que había que pagarles a las personas que nos ayudaron con la fuente. Todo el tiempo ha estado enterado.
SEMANA: Sin embargo, el director Muñoz dice que él ha ayudado a la investigación para conocer la verdad de este caso.
A.L.F.: Todo lo contrario. Felipe Muñoz me ha perseguido. No comprendo, por ejemplo, por qué ahora entabla una denuncia penal contra mí por la entrega de información reservada a la Fiscalía. Él sabe plenamente que esa información es producto de los seguimientos. ¿Entonces, dónde se ve la disposición real de colaboración con la justicia? Posiblemente está escondiendo algo. Ese peculado que me atribuyó era para esconder esta verdad que hoy en día sabe todo el mundo.
SEMANA: ¿De qué manera se ha sentido perseguida?
A.L.F.: Recién se empezó a conocer lo que se había hecho en el DAS, Felipe Muñoz ordenó trasladarme varias veces para alejarme y callar a las personas que estábamos adelantando esas actividades en la Corte. Después, me declararon insubsistente y me hicieron ver ante la opinión pública como una delincuente. Luego, un agente del DAS llamado Jack Musikka Beltrán fue visto por testigos saliendo del DAS con publicaciones que me afectaban. Se reunió en su casa y en la de la señora Nubia Esperanza Castellanos, y repartieron en los 210 apartamentos del conjunto donde yo vivía información contra mí. Decían que soy una delincuente y una prostituta. Que la Mata Hari me quedó en pañales. Era una campaña de desprestigio contra mí.
SEMANA: Además de la campaña de desprestigio que usted señala, ¿se sintió en peligro?
A.L.F.:Yo sentí que mi integridad física estaba en riesgo cuando empezaron a distribuir esa información. El DAS no utiliza este protocolo amenazante, sino que cambia su estrategia intimidatoria para provocarme temor. Decidí protegerme y ocultarme.
SEMANA: ¿Y cómo se oculta?
A.L.F.: Me disfrazo. Uso pelucas, utilizo a veces ropa de hombre. Son medidas de autoprotección, porque no cuento con ningún tipo de protección y me la estoy dando yo.
SEMANA: ¿Creía que la iban a matar? ¿Es verdad que se vestía como indigente para que no la reconocieran?
A.L.F.: Tenía mucho temor. Me decía: “Dios, van a acabar con mi vida, me van a matar, me van a callar”. Sufría tanto que decidí no volver a mi casa sino quedarme en lugares diferentes y vestir como una indigente para ocultarme. Yo veía a un habitante de la calle comiéndose un pan y deseaba ser él, que solo tenía ese pan pero estaba tranquilo. Yo, en cambio, estoy perseguida, amenazada y sola.
SEMANA: ¿Dónde dormía? ¿Qué comía?
A.L.F.: En hoteles para personas muy pobres. No podía ir a mi casa. Estuve varios días sin comer. Tampoco me daba hambre. La crisis era tan terrible que no podía comer. Solo pensaba en que me iban a matar en cualquier momento. Pensaba mucho en mi familia, en mis seres queridos.
SEMANA: En medio de esa desesperación siempre quedaba la puerta de la justicia para contar lo que había pasado. ¿Contempló esa posibilidad?
A.L.F.: Claro, yo hablé con William (Romero, ex director de Fuentes Humanas del DAS). Le dije: “Busquemos ayuda”. Él me decía que no había nada, y yo respondía que no podíamos subestimar la labor de la justicia. Decidí ir directamente a donde el doctor Misael Rodríguez, el fiscal que lleva la investigación, y le dije: “Yo soy la que están buscando”. Le dije: “Estoy acá para contarle lo que ha pasado”. También le dije que sobre las fuentes no podía dar información, porque eran personas que yo manipulé. Les garanticé que nada les iba a pasar, que las iba a proteger.
Él me manifestó que no había manera de protegerlas con el silencio, porque tenía muchísima información de los que le ayudaron. Me dijo: “Si usted quiere realmente colaborar con la justicia, tiene que decir toda la verdad”. Fue algo terrible. Yo prefería morirme antes que delatar a esas personas.
SEMANA: Para cumplir su misión usted reclutó al mayor de la Policía Frank Grijalba, coordinador de seguridad de la Corte Suprema, a dos señoras de los tintos, al conductor y a uno de los escoltas del magistrado Iván Velásquez, y usó como contacto a un ex novio suyo, el mayor Julián Laverde. ¿Qué ha sabido de él?
A.L.F.: Lo último que supe es que empezó un proceso disciplinario en su contra y que posiblemente lo destituyeron, pero no he podido saber de él. Me preocupa mucho su situación. No solamente la de él, sino la de María y la de Yaneth también. María pasó unos momentos terribles. Cuando yo vi que María estaba en el hospital, sentí mucho dolor. Sentía remordimiento al pensar que ella estaba sufriendo por mi culpa. Durante varios días no pude conciliar el sueño por lo de Betty (nombre clave en la operación)… y por lo de Yaneth.
SEMANA: ¿Y qué supo de María, que hasta hace unos días servía café en la Sala Penal de la Corte?
A.L.F.: Que estuvo muy agobiada, muy angustiada. Me sentí muy mal cuando la oí decir en las noticias que yo había llegado como un ángel, pero que no se imaginó que era un ángel para embrutecerlos, decía ella. Me sentía culpable y le he pedido a Dios que me dé la oportunidad, algún día, de mirarlos a los ojos y pedirles que me perdonen porque todo ese sufrimiento que están llevando en sus espaldas es por mi culpa. Yo quisiera hablar con ellos, pero pienso que en este momento me deben odiar.
SEMANA: Usted es una mujer joven y atractiva; aprovechó una antigua relación sentimental para acercase a su blanco. ¿Hasta dónde estaba decidida a llegar para cumplir su misión?
A.L.F.: Pues sí… Estuve a punto de estar otra vez con Julián, a pesar de que ya no lo quería. Lo estimaba mucho, pero no era el hombre que amaba. Fue algo extremo a lo que estuve dispuesta con tal de dar resultados. Necesitaba hacer eso: conquistar a Julián, que él me colaborara. Y me favoreció que ya lo hubiera conocido. Pero no es fácil acercarse a una persona por la cual ya no se siente nada.
SEMANA: Algunos implicados que estaban arriba en la cadena de mando del DAS dicen que a usted la mandaron a conseguir información, pero no a grabar, que eso fue algo que hizo por su propia cuenta. ¿Qué les responde?
A.L.F.: Es ilógico pensar que un detective con un salario básico de 1.200.000 pesos vaya a actuar por su cuenta. ¿De dónde salen los dineros que se les dieron a las fuentes? De los gastos reservados. ¿Con qué se pagó mi fachada como vendedora de productos Omnilife y estudiante? Mi jefe me dijo: “Necesitamos grabaciones de lo que se discute al interior de la Corte”. ¿Cómo alguien con ese sueldo puede conseguir una grabadora que cuesta millones de pesos?
SEMANA: ¿Por qué dice usted que vale tanto esa grabadora?
A.L.F.: No es cualquier grabadora, es un aparato de una tecnología impresionante. Mide más o menos tres centímetros de largo y tres milímetros de grosor. Es muy fácil de camuflar. Puede grabar a grandes distancias. Es una grabadora de espionaje.
SEMANA: ¿Quién le entregó a usted ese equipo?
A.L.F.: Mi jefe, el señor William Romero, me los envió a través de mi oficial del caso, y después me dijo: “Mira, estas son grabadoras de larga duración, no hay ningún problema con ponerlas dos o tres horas antes, para que no despierten sospechas y se pueda grabar lo que más se pueda”. Más o menos tenía un cubrimiento de seis horas, suficiente para una sesión de la Sala Plena o la Penal.
SEMANA: ¿Cómo recibió la orden para esta misión, llamada Plan Escalera?
A.L.F.: El señor William Romero me dijo: “He estado reunido con la doctora María del Pilar y con el doctor Fernando Tabares, y me manifestaron que necesitan personal para que adelanten estas actividades en la Corte. Actividades de espionaje a la Corte, por unos posibles nexos que existen de grupos al margen de la ley con los magistrados de la Corte Suprema de Justicia”.
Después vino una orden institucional y se definió la misión. No decía el blanco como tal -Corte Suprema de Justicia-, porque es un trabajo de encubrimiento, sino se denominaba ‘Bacrim’. Pero el objetivo final era buscar información privilegiada en la Corte Suprema de Justicia.
SEMANA: En su interrogatorio usted dice que en 2008 recibió la instrucción de llevar información sobre el proceso por parapolítica contra el senador Mario Uribe, luego ahí no se estaba investigando ninguna relación de los magistrados.
A.L.F.: Sí, claro, pero es que yo no puedo cuestionar ese tipo de órdenes, porque vienen de mi superior. Si no las cuestiona mi jefe, ni la doctora María del Pilar, por qué yo, que soy el último eslabón, iba a hacerlo. Yo no podía indagar, sino tenía que cumplir. En el DAS se maneja un principio de compartimentación que consiste en que el detective solamente debe enterarse de la información que le compete.
SEMANA: Una vez recibe la orden, ¿usted decide autónomamente la estrategia?
A.L.F.: No, toda la estrategia es consultada con mis jefes. Como era una oficina de Fuentes Humanas, se basaba en el reclutamiento de fuentes efectivas que nos suministraran información privilegiada. La coordinación de las grabadoras y todos los expedientes que se debían sacar y toda la información que se debía recolectar ya era hablada con mi jefe, y mi jefe a la vez con sus superiores. Fue un trabajo sistemático, organizado y orientado.
SEMANA: En algún momento en su declaración cuenta que le dijo a uno de sus reclutados: “Usted no trabaja para la Corte Suprema de Justicia, todos trabajamos para el Presidente de la República”. ¿Usted sentía que estaba trabajando para el Presidente?
A.L.F.: Es que el presidente Álvaro Uribe era mi ídolo y yo, como funcionaria del DAS, como mujer de Inteligencia, tenía que ser fiel a mi institución y a lo que tenía que ver con seguridad nacional. Cuando uno ingresa al DAS o a la Policía, como que le implantan el chip de la seguridad nacional. Yo sentía eso y se lo hacía sentir a ellos. Es que es la seguridad nacional, es el Presidente. Yo lo sentía así.
SEMANA: ¿Su relación se limitó a su jefe?
A.L.F.: A mi jefe y a mis oficiales de caso. Hasta ahí llegó.
SEMANA: ¿Usted no puede dar constancia de que la orden venía de María del Pilar Hurtado?
A.L.F.: Doy constancia, porque eso era lo que me manifestaba mi jefe, “que la doctora María del Pilar está contenta con su gestión, y Tabares”. Pero nunca, en ningún momento, tuve reunión con ella.
SEMANA: ¿Solo cuando SEMANA destapó el caso de las ‘chuzadas’ usted descubrió el alcance de lo que había hecho?
A.L.F.: Fue un momento terrible. Nunca me imaginé que fuera a salir a la luz pública todo esto. Nadie esperó eso. Yo sentía que me iba a enloquecer. Me llamó un compañero y me dijo: “Alba, aquí llegó la Fiscalía con nombres propios: Samanta, su seudónimo, Alba Luz y su clave 1066 y sus carpetas operativas, administrativas, las personas que trabajamos en el Plan Escalera”. Fui y busqué a mi jefe, William Romero, y le dije: “Mire este problema tan terrible”, y me contestó: “Sí, yo me enteré, pero no hay nada. Nosotros ocultamos la identidad de las fuentes”, me dijo. Entre otras cosas, yo había entregado los números de las líneas de los magistrados y los investigadores. Cada vez que ellos cambiaban de teléfono, el DAS lo sabía.
SEMANA: ¿Y a quién le entregaba esa información?
A.L.F.: A mi jefe, al señor William Romero. Él me manifestaba que esa información no se desviaba sino que los únicos receptores iban a ser la doctora María del Pilar y el Presidente. Ahora me doy cuenta de que mi información alimentaba muchas áreas de Inteligencia.
SEMANA: Usted está en el programa de protección a testigos. ¿La están protegiendo efectivamente?
A.L.F.: No, señor. Hace aproximadamente un mes la señora Fanny, del Programa de Protección de Víctimas y Testigos, me hizo la entrevista, me manifestó que se me iba a hacer un estudio del nivel de riesgo de mi condición. Pero hasta ahora, no hay nada.
SEMANA: ¿Es cierto que usted sacó del país unos documentos para protegerse?
A.L.F.: Sí, eso es verdad. Lo hice porque William me dijo: “Alba, se dio la orden de destruir”. Entonces los dos dijimos: “¿Por qué destruir? Si llega a pasar algo, ¿cómo podemos manifestar lo que realmente sucedió?”. Entonces él me dijo que como la situación estaba tan complicada hiciéramos un backup ante alguna eventualidad. “Guardemos esto, y que sea como un comodín, como un seguro de vida, como un seguro de salvación para un proceso judicial o algo así”.
SEMANA: ¿Usted conserva todavía esas copias en lugar seguro?
A.L.F.: Se las entregué a la Fiscalía, y les hice un backup que está en un lugar seguro.
SEMANA: ¿Y si a usted le llega a suceder algo?
A.L.F.: Hay instrucciones precisas, y la justicia conoce esos documentos.
SEMANA: ¿Qué piensa del remoquete de Mata Hari que le puso la prensa?
A.L.F.: Yo soy Alba Luz. No me pueden comparar con nadie más. Yo soy única. Además, la Mata Hari murió en una forma terrible, fusilada. No quiero que me comparen con ella. No me merezco eso. Llámenme Samanta, Alba Luz, como soy yo, por favor.