Muertes llevan a cuestionar toda la estrategia afgana Fuego amigo
Yo me encontraba en una oficina en Kabul durante este verano mientras un funcionario de rango medio me sermoneaba sobre el exitoso trabajo del gobierno. “Entre nosotros, ¿qué piensa realmente de este gobierno?” le pregunté, sin esperar una respuesta muy interesante.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
“Si me promete que no revelará mi identidad, puedo decirle que este gobierno está compuesto por asesinos y sinvergüenzas,” respondió el funcionario casi de inmediato. Dio algunos ejemplos de casos de corrupción y asesinatos inspirados por el gobierno.
En esta tradición de traición cuidadosamente calculada, la muerte a tiros de cinco soldados británicos a manos de un policía afgano que operaba con ellos es apenas sorprendente. Los dirigentes afganos han sido desde hace tiempo tristemente célebres por ocultar sus verdaderas lealtades y cambiarse de bando. Pero las consecuencias políticas potenciales son muy serias. La estrategia estadounidense y británica de reforzar las fuerzas de seguridad afganas hasta 400.000 miembros puede resultar imposible porque el Estado es demasiado débil y demasiado pobre y cuenta con la lealtad de demasiados pocos afganos.
La reputación de que los afganos siempre derrotan a sus enemigos se basa en parte en la velocidad con la que se suman al vencedor. Los avances de los talibanes en los años noventa fueron menos notables por las victorias militares que porque los señores de la guerra locales desertaban para unirse a ellos después de recibir una gran gratificación. En la guerra de EE.UU. para derrocar a los talibanes en 2001, el mismo proceso tuvo lugar al revés cuando la CIA volvió a comprar a los mismos señores de la guerra, quienes luego enviaron a sus hombres a casa sin combatir.
Tampoco es la primera vez que fuerzas occidentales han sido atacadas por sus colegas afganos. Durante el verano, en la provincia Kunduz al norte de Kabul, un policía disparó a ocho de sus colegas y entregó su puesto de policía a los talibanes. Un entrenador militar estadounidense fue herido a tiros por uno de los hombres que estaba entrenando cuando bebió agua frente a ellos mientras estaban en ayunas durante Ramadán.
La frágil lealtad de la policía afgana, y en menor grado del ejército, hacia su propio gobierno debilita los planes de EE.UU. y Gran Bretaña de mantener una línea contra los talibanes mientras se forma una fuerte fuerza local de seguridad. Los dirigentes políticos de EE.UU. hablan de una fuerza de 240.000 soldados y de 160.000 policías que serán entrenados durante los próximos años. En realidad, sin embargo, nadie conoce el tamaño actual de las fuerzas de seguridad afganas.
El ejército tiene supuestamente 90.000 soldados, pero es posible que esta cifra sea fuertemente exagerada. “Mi mejor cálculo es que ese ejército simplemente no existe,” escribe Ann Jones, una especialista estadounidense en Afganistán. “Conocí a hombres que pasaron repetidamente por el entrenamiento del ANA [Ejército Nacional Afgano] para conseguir el Kalashnikov prometido y la paga. Luego volvieron un tiempo a casa y a menudo retornaron algunas semanas después para alistarse bajo otro nombre.”
A pesar de ello, la reputación del ejército entre los afganos de a pie es mucho mejor que la de la policía. Algunos policías cobran una miseria por un trabajo muy peligroso. A menudo están estacionados en puestos avanzados y puntos de control vulnerables. Su entrenamiento es a menudo casi inexistente. Antes de la elección presidencial en agosto, el entrenamiento de policías que estaban siendo entrenados por una firma de seguridad de EE.UU., que iba a durar ocho semanas, fue acortado a tres semanas, para que pudieran ser enviados a proteger recintos electorales en el sur de Afganistán.
La mayoría de los policías de alto rango pueden ganar dinero mediante la ayuda a narcotraficantes. El general Aminullah Amarkhail, ex jefe de seguridad en el aeropuerto de Kabul, quien fue despedido de su puesto por su éxito en el arresto de contrabandistas de heroína, dice que los beneficios son tan altos que los puestos son comprados y vendidos por grandes sumas. “Hay que pagar 10.000 dólares en sobornos para conseguir un puesto de jefe de policía de distrito,” dice, “y hasta 150.000 dólares para conseguir un puesto de jefe de policía en algún sitio en la frontera – porque se puede ganar mucho dinero.”
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Patrick Cockburn es autor de “Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq.”
Fuente: http://www.counterpunch.org/patrick11062009.html