Miembros del Ejército presentaban como ‘falsos positivos’ a víctimas de ‘paras’ en Meta
Ex jefes del Bloque Centauros contaron cómo en complicidad con miembros del Batallón XXI Vargas en el Meta asesinaron decenas de personas y el Ejército los presentó como guerrilleros muertos en combate.
El Bloque Centauros de las Auc de Miguel Arroyave y algunos oficiales del batallón XXI Vargas concretaron una macabra alianza donde las autodefensas le entregaron al Ejército decenas ex paramilitares, presuntos guerrilleros y civiles que presuntamente fueron asesinados por el Ejército y presentados como muertos en combates.
Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’; Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Jorge Pirata’; Luis Alex Arango Cárdenas, alias ‘Chatarro’ y Benjamín Parra, alias ‘Cony’, sindicaron a los oficiales: coronel Cabuya de León, el mayor Ricardo Efraín Arcos Rosero, el capitán Tamayo y los tenientes Bastidas, ‘Chupo’ y Torres del batallón XXI Vargas y de la Brigada Móvil 4 en el Meta, con quienes “coordinaron” algunos ‘falsos positivos’ con los ‘paras’.
Según la Fiscalía, en el Meta entre 2002 y 2004 hay más de 100 casos donde el Ejército recibió personas vivas y después las presentó como muertos en combate.
‘Chatarro’ agregó que de esta forma “ los militares le mostraban resultados a sus superiores, pero además podían bajar la presión sobre nostoros gracias a estos supuestos positivos”.
Este desmovilizado, quien fue el jefe del frente Hernán Troncoso de las Auc, dijo que en diez años que estuvo en los paras, sólo hubo tres combates reales contra el Ejército. El resto de los enfrentamientos presentados a la prensa y al comando central de las Fuerzas Armadas fueron ‘falsos positivos’.
Las dos masacres del XXI Vargas
Una de las primeras masacres, relatadas por los paramilitares en esta versión libre, ocurrrió a finales de 2002 en San Juan de Arama, Meta, después de que ‘Cony’, quién era jefe del municipio en ese momento, matara un soldado del batallón XXI Vargas por error. La noche del 6 de octubre de 2002 un hombre entró en la casa donde ‘Cony’ y otros paramilitares dormían. Le dijo a ‘Cony’, con una granada en la mano, que no se moviera, pero el ‘para’ logró reaccionar y lo mató con su pistola.
‘Cony’ le avisó a miembros de la Policía y el Ejército, quienes inmediatamente pensaron presentar al hombre asesinado como un guerrillero muerto en un operativo de la fuerza pública. Sin embargo por haber sido asesinado con balas de calibre nueve milímetros, que no son usadas en combates, le dijeron a ‘Cony’ que botara el cadáver fuera del pueblo.
Sin embargo al día siguiente oficiales del batallón XXI Vargas se dieron cuenta que el presunto guerrillero asesinado por ‘Cony’ era el soldado Nixon Fredy Conde.
El error de ‘Cony’ produjo la furia del coronel Cabuya de León, comandante del batallón XXI Vargas, que amenazó a los ‘paras’ con hacer un operativo de gran envergadura contra ellos.
‘Chatarro’, contó que fue al batallón, donde entraba sin ningún problema, para hablar y arreglar la situación con el coronel. El oficial le dijo que necesitaba por lo menos cinco bajas para enmendar la falta. También le pidió dinero para comprar un carro nuevo, porque según ‘Chatarro’ “había que bajarle la temperatura a Cabuya y dijo que quería un buen carro porque sólo tenía una Renoleta (un Renault viejo)”.
Para calmar al coronel Cabuya, ‘Don Mario’ le entregó 100 millones de pesos y varios hombres del Bloque Centauros fueron a Villavicencio y a Granada, Meta, a reclutar jóvenes para que se volvieran falsos positivos. ‘Chatarro’ contó que se llevaron a cinco o siete muchachos de bares y discotecas, ya bebidos y se los entregaron al teniente Torres. Al día siguiente el Ejército los presentó como guerrilleros muertos en combate.
Según ‘Chatarro’ el coronel Cabuya recibía además entre cinco y diez millones mensuales de las autodefensas.
Unos meses después, en 2003, el Ejército, con la ayuda de los ‘paras’, masacró a seis jóvenes que fueron tildados de guerrilleros muertos en supuestos enfrentamientos. Según ‘Chatarro’, el coronel Cabuya de León amenazó con atacarlos si no le daban resultados, pues le dijo : “Necesito bajas, algo grande para impactar”.
‘Chatarro’ le envió a dos paramilitares que habían cometido una falla grave y a cuatro civiles, recién reclutados por las autodefensas en Villavicencio. ‘Chatarro’ dijo que reclutaban a gente que ya tenían en la mira: delincuentes, secuestradores o atracadores. En San Juan de Arama, Meta, alias ‘Julián’ le entregó los seis hombres vivos, uniformados y con fusiles a un oficial del batallón. Unas horas más tarde murieron a manos del Ejército, como supuestos guerrilleros de las Farc.
Los crímenes de la Brigada Móvil Cuatro
Los ex jefes del Bloque Centauros también recordaron que el mayor Rosero y el capitán Tamayo, de la Brigada Móvil Cuatro del Ejército se alió con los ‘paras’ para mostrar resultados. ‘Chatarro’ recordó que la ex alcaldesa de Mesetas, Meta, María Oliva Torres, fue quien le presentó a los dos oficiales.
En el primer semestre de 2003 ‘Chatarro’ se dio cuenta que un ‘para’ conocido con el alias del ‘Loco Luis’, que se ocupaba de las extorsiones en Mesetas, se estaba robando parte de los recursos de la organización criminal. Por eso decidieron castigarlo y se lo entregaron vivo al capitán Tamayo para que fuera presentado por el Ejército como muerto en un supuesto combate contra las autodefensas.
Según ‘Chatarro’, el mayor Rosero recibía cinco millones mensuales de las autodefensas y el capitán Tamayo dos millones para asegurar su colaboración.
Los desmovilizados contaron que en 2003 hicieron una operación conjunta con el Ejército coordinada por el coronel Cabuya de León en la vereda Costa Rica, de San Juan de Arama, para combatir las Farc. Durante dos días, 150 hombres de las autodefensas y 30 soldados de Contraguerrilla, bajo el mando de un teniente conocido como ‘Chupo’, se enfrentaron a la guerrilla.
‘Chatarro’ y sus hombres capturaron dos presuntos milicianos de las Farc, que entregaron al teniente ‘Chupo’. Les pusieron un uniforme, botas, les dieron un arma y los fusilaron. Los cadáveres aparecieron en un sitio conocido como la ‘Y’, donde se separan los caminos a Los Micos o a Angostura.
Dos pistolas por una vida
‘Chatarro’ también contó que en otra ocasión el Ejército les confiscó dos pistolas: una Glock y una Pietro Beretta. Después los militares lo contactaron y le dijeron que necesitaban un miembro de las autodefensas para “darlo de baja” y que a cambio les devolverían las armas incautadas.
‘Charro’, uno de sus hombres de confianza, mandó un patrullero a San Martín y se lo entregó vivo al mayor Rosero y al capitán Tamayo. Unos días después apareció como un positivo del Ejército.
El último caso relatado por ‘Don Mario’ y sus hombres fue el de dos paramilitares ‘Platanote’ y ‘Arpía’ que manejaban un jeep Daihatsu blanco y que fueron arrestados a las cuatro de la tarde en un retén del Ejército bajo el mando del sargento García.
Llamaron a ‘Chatarro’ para decirle que tenía a los dos hombres, capturados con una pistola y una radio, vivos. El ex jefe paramilitar llamó al coronel Cabuya para pedir que los liberaran.
Después de estar rogando por su vida toda la noche, según varios campesinos le contaron después ‘Chatarro’, los asesinaron. Por la mañana las tropas del Batallón XXI Vargas presentaron los dos patrulleros como paramilitares muertos en combates. Al parecer el coronel le dijo al sargento que no importaba y que los podía asesinar.
Para completar la escena de un supuesto enfrentamiento, los hombres del sargento García cogieron el Daihatsu blanco a ráfagas de ametralladoras, aunque según ‘Chatarro’ los impactos no correspondían a los que mataron a ‘Platanote’ y ‘Arpía’.