Menos pobres y más indigentes en Colombia

Con la certeza de que nunca se sabrá cuál fue el comportamiento de la pobreza y la indigencia en 2006, y que muy probablemente ese hueco negro cubrirá 2007, el Gobierno entregó las cifras de esos dos lastres sociales para 2008: 46 y 17,8 por ciento, respectivamente. Según las nuevas cuentas, 20,5 millones de colombianos son pobres y 7,9 millones, indigentes, cifras que, por cuestiones metodológicas, no admiten comparación con las que existían hasta junio de 2006, cuando la pobreza y la indigencia eran de 45,1 y 12 por ciento y que desde entonces no se sabía qué había pasado con ellas.

Comparada con 2005, la pobreza bajó 4,3 puntos, mientras que la pobreza extrema o indigencia aumentó 2,1 puntos, lo cual no deja de llamar la atención porque el crecimiento promedio de la economía en esos tres años fue de 5,6 por ciento, con un pico excepcional de 7,5 por ciento en 2007.

En ese trienio, la reducción de la pobreza y el incremento simultáneo de la indigencia “es un resultado extraño”, comenta el decano de Economía de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, quien enfatiza que “estamos hablando de un periodo cuando la economía creció más en la historia reciente y vimos un aumento de la pobreza extrema, que es un resultado paradójico”.

La explicación de bulto tiene que ver con el comportamiento alcista de la inflación desde mediados de 2006 hasta los primeros días del tercer trimestre de 2008, pero de manera determinante el aumento en los precios de los alimentos en el mismo periodo, que fue muy superior a la inflación total de los colombianos de ingresos bajos.

Las personas de menores ingresos dedican más de la tercera parte del gasto a la compra de alimentos, mientras que el gasto único de las que están en la indigencia es la alimentación.

Así, incrementos en los precios de dicho rubro tienen efectos negativos muy significativos en los pobres y, dentro de estos, en los indigentes.

Según la línea de pobreza oficial, son pobres los miembros de un hogar de cuatro personas que el año pasado acumulaban un ingreso mensual máximo de 1’086.000 pesos; si el ingreso percibido es inferior a 468.000 pesos, automáticamente quedan clasificados en la extrema pobreza.

Esteban Piedrahíta, director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), que junto con el Dane, expertos independientes y el acompañamiento del Banco Mundial y la Cepal, integraron la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (Mesep), expresó su satisfacción por el descenso en las cifras de pobreza y su preocupación por “el repunte de la indigencia, aparentemente por las alzas en los precios de los alimentos”.

Para el representante de la Cepal en Colombia, Juan Carlos Ramírez, “los aumentos en los precios de los alimentos empobrecieron más a algunas personas y las mandaron a la indigencia”.

Pobres resultados

No obstante las opiniones coincidentes en cuanto al impacto de los alimentos en los núcleos más pobres de la población, como telón de fondo aparece la política económica de las dos administraciones del presidente Álvaro Uribe iniciadas en 2002, a la que diferentes observadores, como la precandidata presidencial liberal Cecilia López, señalan de favorecer a los ricos.

Juan Carlos Ramírez demanda que la política económica debe responder más oportunamente a esas situaciones para contrarrestar impactos negativos como los señalados.

Mientras el decano de Economía de los Andes se extraña porque Familias en Acción no haya revertido el crecimiento de la pobreza extrema, Piedrahíta confía en que ese programa ayude a reducir las cifras de la indigencia.

Otro aspecto de fondo, ligado al del llamado modelo pro rico, tiene que ver con la desigualdad en la distribución del ingreso, hecho que Piedrahíta reconoce y que califica de preocupante.

Jorge Iván González, director del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID), de la Universidad Nacional y uno de los miembros de la Mesep, dijo que la distribución de los ingresos sigue siendo desigual y que “la política económica no ha hecho nada para reducir la concentración de la riqueza”.

La afirmación anterior se sustenta en el indicador de Gini: 0,59 en el 2002; 0,57 un año después; 0,58 en el 2005 y vuelve a 0,59 en el 2008. Entre más cerca de cero esté el índice, mayor igualdad; más cerca de uno significa concentración del ingreso. Tristemente, comenta el director del DNP, el estancamiento de la distribución del ingreso es un fenómeno latinoamericano. La disminución de la pobreza, agrega, no se compadece con un aumento en la equidad.

Lo grave, es que la desaceleración de la economía, que trae consigo incremento de la desocupación y el deterioro de la calidad del trabajo, incide negativamente en el comportamiento de la pobreza y de la pobreza extrema, y refuerza la concentración del ingreso, a no ser que la política social sea capaz de contrarrestar esos dos lastres de la economía y la sociedad colombiana.

http://www.cambio.com.co/economiacambio/843/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_CAMBIO-5947927.html