Masacre de El Tigre
“El día se volvió noche y la noche una eternidad. Aunque la muerte vino y a sus anchas quiso andar, a la esperanza no puedo encontrar, pues esta se escondió bajo el puente, que con el pasar del tiempo fue símbolo de unidad.” Cartel en el puente del Río Guamuez.
En el sur de Putumayo, a mediados de los años 80, hizo presencia los frentes 27 y luego 42 de las FARC. Posteriormente, se generaron los primeros grupos paramilitares en el territorio, Los Combos y Los Masetas, para 1997 estos se agruparon en el Bloque Sur Putumayo, grupo adscrito al Bloque Central Bolívar (BCB) de las Autodefensas Unidad de Colombia.
Entre 1997 a 1999 se desarrollo una estrategia militar que consistía en la ejecución de diversas masacres, convirtiéndose está, en una caravana de la muerte que tenía como propósito vaciar territorios para ejercer control sobre los mismos, especialmente, en territorios donde hubiese hecho presencia la guerrilla, con el fin de someter política, económica y socialmente a la población. La estrategia paramilitar recorrió El Placer, La Dorada, Las Brisas, El Empalme, El Vergel en el sur de Putumayo y finalmente al caserío de El Tigre, el cual limita a la orilla de la carretera Pasto-Mocoa y La Hormiga-San Miguel, en el municipio de Valle del Guamuez.
En este lugar, ya se había estigmatizado a la población como “pueblo guerrillero” convirtiéndola en objetivo militar. Antes de la masacre y antes de año nuevo, los paramilitares habían anunciado su ingreso a la región por medio de panfletos indicando el exterminio de presuntos guerrilleros, colaboradores o auxiliadores de la guerrilla y milicianos, de forma que, las fiestas decembrinas fueron llevadas a cabo con incertidumbre y temor. La celebración de año nuevo se daría hasta el 10 de enero, cuando la población retomaría sus labores cotidianas, aún, el 9 de enero 1999 se pensaba que la barbarie ya no haría presencia.
Pero el 9 de enero de 1999, sobre las once de la noche se dio un ambiente sombrío en el caserío, cuando entraron varias camionetas blancas 4×4 que transportaban aproximadamente 150 paramilitares, que venían al parecer de Puerto Asís, lugar en el que estaban asentados paramilitares desde 1997. Sobre las 8 de la noche la Brigada XXIV del Ejercito Nacional había realizado un reten que impedida avanzar hacia el territorio, este mismo fue levantado hasta el 10 de enero a las 8 de la mañana, por lo que, dichos hechos según Amnistía Internacional se dieron en complicidad de la Fuerza Pública, contando además con la participación de algunos agentes de la policía.
Al ingresar los paramilitares pintaron en las paredes “AUC presentes” y por órdenes de Antonio Londoño Jaramillo alias “Rafa Putumayo” y Arnulfo Santamaría alias “pipa”, obligaron a los habitantes a reunirse y fueron seleccionados para ser asesinados al azar, todos seleccionados en el momento de la incursión, quedando un saldo de 28 personas asesinadas, todos ellos hombres y 14 más fueron desaparecidas, se estima que en su mayoría fueron mujeres. Durante 3 horas se vivió el terror de asesinatos, desapariciones, violencia sexual, abortos y quema de casas, vehículos y bienes.
En la madrugada del 10 de enero de 1999, los paramilitares dejaron el territorio con la advertencia de que en 24 horas regresarían para acabar con la vida de los sobrevivientes. Al amanecer los pobladores que pretendían salir de dicho escenario de sangre, se encontraron dos rutas de terror que recordaban los hechos ocurridos, una de ellas era a la salida del caserío por la vía hacia la Hormiga, donde los paramilitares hicieron un circulo con los cuerpos de las víctimas; y la segunda, fue en el puente del rio Guamuez, donde, tiraron y desaparecieron el cuerpo de algunas víctimas, todo como símbolo de terror, pero también de prolongación e impunidad de la masacre y del ejercicio de un control irregular. Esto genero un desplazamiento forzado masivo de la población, pero con el tiempo el 70% de los pobladores retornaron resistiendo, puesto que, en 2001 los paramilitares decidieron hacer presencia permanente.
Las vidas segadas fueron las de Humberto Salas, Miguel Angel Rosero, Jairo Zambrano, Ricardo Morales, Onésimo Sambonilles, Euler Rosero, Marcelo Arévalo Adreda, Mario Antonio Cabrera, Cristian Arquímedes Bastidas, Jazmany Nárvaez, Moisés Getial, David González, Hernando Teherán, José Alveiro Erazo, Carlos Cerón, Elías Meneses, Sandro Morales, Jaime Bermeo, Gerardo Zambrano, Andrés de Jesús Herrera, Édgar Ruíz, Hobeimar Quiñonez, César Ramírez, Hernando Beltrán y Wilmer Narváez.
Pese a que la masacre es conocida, el Estado solo ha hecho presencia y recuperado la soberanía del territorio al cederla a petroleras. Sin embargo, cada 9 de enero se conmemora a cada una de las víctimas, enfrentando el dolor, pero también exigiendo justicia, verdad y reparación, ante los daños y pérdidas que cambiaron significativamente la vida de toda la población y la vida del territorio, que aun busca que su existir y la humanidad de quienes ya no están sea dignificada.
Victimas de la Masacre de El Tigre en la Memoria
Víctimas de la Masacre de El Tigre Sin Olvido.