Manticas, mentiras y ‘videotapes’
A los gobernantes vecinos no les gustó que Colombia permitiera mayor presencia militar estadounidense en territorio colombiano, y al canciller Jaime Bermúdez no le gustó que no les gustara. Por eso les exigió no interferir en los asuntos internos de Colombia. Dijo, además, que Uribe no se quejó cuando Venezuela aumentó nexos con Rusia y China, así que Chávez y todos deben aceptar en silencio la instalación de bases, pseudobases o semibases aéreas gringas -en fin, las “manticas”- en nuestro país. “Nosotros respetamos a los demás países -agregó el ex ministro Juan Manuel Santos-, pero exigimos que nos respeten a nosotros.”
A primera vista, el argumento parece sólido. Lo malo es que la política exterior de Colombia es tan inconsecuente como la de sus vecinos. Solamente por desmemoria o cinismo es posible decir que respetamos a los demás países, cuando llevamos a cuestas el bombardeo de la selva ecuatoriana, hecho violatorio de las leyes internacionales, del que el Gobierno no solo no se arrepiente sino que quiere elevar a la categoría de doctrina. Esos son los problemas de las vías de hecho. Que quitan autoridad, rebajan el respeto y obligan a aguantar abusos parecidos. Lo dice el refrán: “El que tiene tejado de vidrio no tire piedras al vecino”. Ni bombas.
Mucho más eficaz contra Correa ha sido la dinamita del video del ‘mono Jojoy’. El gobierno ecuatoriano intenta defenderse, y lo hace mal: primero con chistes cejijuntos, luego con cacareos sobre una conspiración internacional y finalmente con una comisión investigadora de cuya imparcialidad se duda.
De la declaración de ‘Jojoy’ sobre los aportes de las Farc a la campaña de Correa -documento con serios visos de autenticidad- se sirvió Uribe para dos propósitos: desquitarse ante las medidas de Quito contra las importaciones colombianas y estallar un estrepitoso petardo que ahogue con su ruido la novedad del trasteo descuartizado de la base estadounidense de Manta a Colombia.
Aunque sea cierto que nuestro país es libre de aceptar tropas y elementos bélicos gringos en su territorio, la noticia resulta muy mala. Algunas razones: 1) constituye, querámoslo o no, una entrega de soberanía; 2) aumenta la tensa bipolaridad política regional entre los países populistas de izquierda y el eje Bogotá-Washington; 3) pretendió hacerse burlando la Constitución, y 4) lo más importante, ahonda aún más la falsa solución de dar remedio militar a un estado de cosas que pide a gritos negociación y ayudas de otro tipo.
Lo dijo recientemente en su país el congresista estadounidense James McGovern: “Hasta hace poco, el 80 por ciento del dinero que damos a Colombia fue para militares y policías. Por cada cuatro dólares destinados a helicópteros, armas y entrenadores militares, solo se asignó uno a alimentar a millones de familias desplazadas, remendar el sistema judicial y ayudar a los campesinos olvidados a llevar una vida legal y decente”.
McGovern critica al Gobierno por su “incapacidad de distinguir entre disidentes y actores armados”, circunstancia que “pone en peligro la vida de individuos y a veces comunidades enteras”. Además, considera “una necesidad para la paz y para el final de la violencia que se reprima seriamente a los paramilitares” y dice esta verdad tan grande como una base aérea: “El diálogo y las negociaciones entre antagonistas brutales es muy duro; pero tiene que empezar en algún punto”.
Tras el reciente sismo político -una rebelión interna contra el equipo de Uribe, que deja malherida la reelección- es hora de que los aspirantes a sucederlo empiecen a pensar en esas palabras.
ESQUIRLAS: apareció, de chiripa, enterrada en Guasca (Cund.) la cabeza del hipopótamo ‘Pepe’. No fue el Estado, su propietario legítimo, el que decidió su suerte. ¿Por qué? ¿Qué explica el silencio sobre el caso? Aquí hay cosas raras que ameritan una investigación, aunque sea de la Procuraduría.
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Daniel Samper Pizano