Luis Fernando Lalinde

Luis Fernando Lalinde, estudiante de sociología, militante de Partido Comunista Marxista-Leninista fue detenido arbitrariamente, torturado, desaparecido forzadamente y ejecutado extrajudicialmente entre el 3 y el 4 de Octubre de 1984 por efectivos militares del batallón de Infantería.


3 de octubre de 1984 – 3 de octubre de 2012

Memoria y Justicia

Integrantes de una patrulla contra-guerrilla en el caserío de Verdun, municipio de El Jardín, Antioquia, tomaron la decisión de detener arbitrariamente a Luis Fernando, en medio de un escenario en que se hablaba de diálogos para la paz, y en que los amantes de la violencia no descansan. Desde ese día su madre es parte de la historia de la dignidad, la expresión de la mujer que cree, que desde las entrañas rompe las urdimbres del poder, la de una hermana que en la estética expresa el dolor en esperanza, en que ellas y él se convierten en gestoras de una epopéyica popular

Luis Fernando fue conducido a una pesebrera donde luego de ser atadas sus manos, fue torturado. Lo amarraron de la nuca con un lazo a una viga y “lo subían y bajaban” mientras era golpeado brutalmente. Después, los mismos miembros del ejército, lo llevaron a la escuela y lo amarraron a un árbol. Actuando sobre la seguridad del terror continuaron las torturas en presencia de adultos y niños del lugar. Sus victimarios, los integrantes de la patrulla de Contraguerrilla – Compañía “Condor”, comandada por el capitán Jairo Enrique Piñeros Segura, el subteniente Samuel Jaimes Soto, el subteniente Jaime Andrés Tejada González y el cabo primero Medardo Alberto Espinosa Areiza y 16 soldados más, no ocultaron su inhumanidad.

Al anochecer a Luis Fernando lo trasladaron en un camión militar con dirección al municipio de Río Sucio, en el departamento de Caldas. Este día fue el último en que Luis Fernando fue visto con vida. Su cuerpo fue despojado de su nombre y puesto con el alias de “Jacinto”, la pretensión justificar su muerte como un acto legal y legitimo de las fuerzas militares contra un guerrillero, porque lo que se llaman hoy falsos positivos, desde 1964, siempre han existido, solo habrá que consultar el anverso de los manuales contrainsurgentes de las fuerzas militares de Colombia. El comandante de la brigada 8 en Armenia, Coronel Héctor Julio Ayala Cerón comunicó a los Familiares de Luis Fernando que tenía reportado 13 cadáveres sin identificación entre los cuales se hallaba un alias “Jacinto”.

Pero no todo podía ser perfecto. El sueño, el afecto materno, la pasión familiar, la comunicación que supera la muerte biológica fue desmoronando poco a poco tanta impunidad estructurada meticulosamente para evitar que ningún ápice de justicia fuera posible.

El Juez 13 de Instrucción Criminal concluyó en 1986 que “Jacinto” era Luis Fernando. Una verdad afirmada por su madre a pesar de tanto engaño institucional. Un año antes, la decisión de la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares, a través del General Nelson Mejía Henao, decretó archivada la investigación por “falta total de pruebas”, pero como siempre ha sido la justicia con los crímenes de Estado, el fallo reconocia la detención de Luis Fernando, sin pronunciarse sobre su asesinato y desaparición forzada, sin vincular al militar que disparó, el Teniente Tobo Peña. En 1998 el estado colombiano fue condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Ese sueño persistente el de parajes, el de un árbol una y otra vez se convirtieron en la comunicación perfecta, el mensaje escuchado de la madre de la expresión del hijo diciendo: “aquí estoy, encuéntrame”. Es el afecto que vence la muerte. Sí, así Doña Fabiola iba develando la verdad, por encima de expedientes judiciales que llevaban a la impunidad, a negar quién era su hijo….. y hallados los restos solo fue hasta el 19 de noviembre de 1996 en la ciudad de Medellín, que por fin Doña Fabiola, Adriana y su hermano lograron inhumar a Luis Fernando.

Desde hace más 28 años los sueños son el signo de la verdad y de la vida. Nunca tan claramente ese amor en libertad condujo a la verdad, nunca fue tan cierto que los sueños son verdad. Desde ese día, desde todos estos días que suman cerca de 10 mil, esa memoria es colectiva, los sueños de millares de madres son la verdad, son la realidad que la justicia no ha querido esclarecer, son la exhumación de millares de restos de desaparecidos forzados, son la verdad de más de 60 mil desaparecidos que ahora con la paz se quieren negar, como si nunca hubieran existido, como si el Estado Colombiano, nunca hubiera desaparecido a ningún ciudadano.

Sin Olvido

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz

Bogotá D.C Octubre 4 de 2012