Los poderosos

AQUÍ TODO ES GRAVÍSIMO, PERO nunca pasa nada, en especial a los consentidos del poder. Para ellos todo es permitido, sus gestiones no constituyen tráfico de influencias sino gestos emprendedores que crean riqueza y empleo, de estos ídolos sí se presume la buena fe que se desconoce al resto de los mortales.

El caso de los negocios de los hijos de Álvaro Uribe, tratado con simpleza, es patético. Cuando se inició el gobierno de su padre, estos dos jóvenes eran universitarios —uno de ellos se hizo visible por un incómodo litigio académico por un presunto fraude donde tuvo que estar asistido por abogado—, pero ahora sabemos que desde antes de que su progenitor llegara al poder, ellos habían tomado la decisión de ser empresarios, y que gracias a eso, hoy son millonarios.


Los vástagos presidenciales se defienden alegando que ellos no han contratado con el Estado, y reclaman airadamente su transparencia, ante la mirada silenciosa de unos entrevistadores aculillados. ¡Vaya artificio!

El hecho de no contratar con entidades públicas, en modo alguno significa que no se puedan recibir beneficios del Estado, o que no se utilice en provecho propio la ventajosa posición de ser los hijos del Presidente. No me vengan a decir que son los únicos empresarios del mundo que no han necesitado para nada del Estado, o de un contratista del gobierno presidido por su papá.

Si estos prósperos empresarios están tan seguros de lo que pregonan, que permitan que se constituya un tribunal de honor que se ocupe de lo siguiente:

• Cruzar las listas de clientes de las sociedades C.I Salvarte Ltda. y Residuos Ecoeficiencia S.A., con las de los contratistas del Estado, los aportantes a las campañas de su padre y al referendo.

• Revelar la fórmula para que una empresa como Residuos Ecoeficiencia S.A. se haya constituido el 17 de marzo de 2003 con un capital de diez millones, y que cinco años después, en marzo de 2008, ascienda a novecientos millones.

• Establecer el por qué tan próspera C.I. Salvarte Ltda. vendiendo artesanías, mientras se marchita la empresa estatal Artesanías de Colombia.

• Averiguar por qué inicialmente quebraron con las ventas de sombreros antes de que su padre fuera presidente, pero el negoció despegó cuando ya vivían en la “Casa de Nari”.

• Definir si los terrenos comprados en Mosquera por la empresa inmobiliaria que tienen con su tío Carlos Enrique Moreno, están o no en el área de influencia de la futura zona franca de Bogotá.

• Establecer si acompañaron a su padre en los viajes de Estado, donde se entrevistó con mandatarios e industriales, a título de hijos o de empresarios.

Causa curiosidad que estos noveles empresarios sostengan que no han tenido nada que ver con el Estado, no obstante que en una de sus recientes entrevistas revelaron que sabían que un columnista pidió datos en Proexport, sobre si recibían prebendas de esa entidad. ¿Quién les contó que alguien andaba preguntando? Dichoso privilegio el de estar informados de todo lo que en las oficinas públicas se ventile de los Uribe Moreno. El columnista de marras fue el suscrito, a quien nunca lo enteró el entonces director de Proexport, Luis Guillermo Plata, que trasladaba mis peticiones a los hijos de su jefe. ¡Ah!, las mieles del poder.

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