Los caballos de Troya del presidente
Los personajes que todavía celebran la elección de Néstor Humberto Martínez en la Fiscalía, los mismos que le dijeron al país que, por fin, llegaba al ente investigador un jefe que no tenía los problemas de su antecesor, es decir, que no era prepotente ni vengativo, que no iba a manipular nombramientos o elecciones de otros funcionarios, que no contaba con agenda política y que no se iba a involucrar en las decisiones gubernativas ni legislativas, acertaron.
Pero no porque Martínez sea un servidor ortodoxo que se ciñe a lo que le ordena la Constitución, sino porque quienes lo promocionaron y eligieron sabían, perfectamente, que él era y hacía todo eso y mucho más. Solo que en su particular forma de presentar los sucesos nacionales, los amigos del fiscal analizan las verdades a conveniencia: los defectos de la personalidad y la gestión de Montealegre se transformaron mágicamente y en cuestión de días, en cualidades dignas de elogio en la personalidad y la gestión inicial de Martínez.
Apenas lleva poco más de un mes en su cargo y ya pasea la soberbia de su poder por las salas de redacción de sus medios predilectos. En materia de nombramientos: removió, en cuanto pisó el búnker, a los servidores de la Fiscalía que “olieran” a Montealegre y Perdomo, con independencia de los resultados de cada uno en su área; escogió, para ser sus fiscales delegados ante la Corte Suprema a los subalternos —magistrados auxiliares— de quienes votaron por él en ese tribunal o de los que hicieron su campaña. Por ejemplo, a Leonidas Bustos, mal recordado expresidente de la corporación, le entregó al menos dos cupos para sus exmagistrados. En materia de elecciones de otros funcionarios: es comidilla el intento de este fiscal de incidir en la elección del nuevo procurador general (a quien no quiere caldo, se le dan dos tazas). En materia de investigaciones, vuela con los casos más mediáticos mientras da la impresión de que el mundo judicial nació con él: en cinco semanas, tumbó el impopular principio de oportunidad para las cabezas de Interbolsa y les abrió investigación a Natalia Springer y a Carlos Palacino, casos neurálgicos de la era Montealegre. Veremos si sus decisiones son sólidas o se convierten en un simple juego de luces artificiales.
Y lo que faltaba: en materia de agenda política, Néstor Humberto Martínez destapó su ambición electoral junto con su copartidario y aliado, el vicepresidente Vargas Lleras, estrategas del caballo de Troya de la administración Santos, no obstante que pertenece uno, y perteneció el otro, al gobierno que firmó el acuerdo de paz. En perfecta coordinación táctica, Vargas y Martínez le apuntaron a aparecer en influyentes portadas sucesivas para destruir el corazón de la negociación con las Farc: la justicia transicional con cuyos instrumentos de verdad (confesión) y promesas de no repetición y de reparación, podría darse vuelta a la historia de violencia de medio siglo. Ni el uno como vicepresidente ni el otro como superministro les dieron cara a los colombianos sobre los pactos de la Habana. Ahora resulta que aparecen listas sin autor responsable, pero con origen conocido, de empresarios preocupados porque el tribunal de paz pueda examinar sus conductas. El vicepresidente no parece estar jugando limpio, pero su oficio es la política partidista. Aterra más que quien acaba de llegar a la rama judicial, deje constancia cínica de que su compromiso no es con el interés público, sino con los clientes de su bufete particular. ¿Cuántos de quienes aparecen en la lista apócrifa han tenido contratos con DLA Piper Martínez Neira? ¿Cómo así que él aspira a ser el investigador de quienes le pagaron por sus servicios de abogado? Según el vicepresidente y el fiscal, la justicia de paz debe funcionar así: mazmorra y eliminación de derechos políticos para los que combatían al Estado; inmunidad, olvido total y declaración de inocencia previa y sin revisión para “nuestros bandidos”. ¡Cuánto equilibrio! Por si fuera poco, ambos le están echando encima al gobierno, a la Corte Suprema. Ni a Uribe se le había ocurrido. Caballos de Troya que el presidente dejó entrar.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/los-caballos-de-troya-del-presidente