Lo que faltaba: meterle clientelismo al acuerdo

Los partidarios del No al acuerdo de paz desplegaron una campaña de táctica unificada que consistió en enmarañar los temas del pacto e infundirle miedo a la gente sobre su futuro, al punto de que el término “castrochavismo” se popularizó.


La comparación del aristocrático Santos con Castro, Chávez y Maduro nos parecía chistoso a quienes tenemos una mínima información. Contra la evidencia contundente de lo que representa cada uno de ellos, la tesis prosperó inclusive en las capas altas de la sociedad que la adoptaron por conveniencia. Así triunfó el No. Después, como sucede con quienes sufren de Trastorno de negativismo desafiante, que suelen ver la vida en negro y que cuando sale blanco se paralizan, se desconcertaron con el resultado… y se dispersaron. Nunca existió un grupo de ideología derechista monolítica. Salieron a flote las miserias que los impulsaban, unas vinculadas con el cálculo sobre el impacto que sufrirían sus carreras públicas con nuevos actores en la escena, y otras, con su vanidad personal o partidista.

Por un lado brincó Uribe y sus pollitos, convencidos de que dominaban a los “noístas”. Pero, prontísimo, otros se percataron de que podían sacar provecho. El expresidente Pastrana habrá pensado que él fue tan mandatario de los colombianos como Uribe, y armó su grupo; Marta Lucía Ramírez tuvo que meditar sobre sus copiosos votos que le daban para algo más que para estar a la espalda del senador; Ordóñez, desinflado pero todavía soberbio, se movió como representante de un colectivo. ¿De cuál? Nadie lo sabe. Los cristianos recalcitrantes van con sus propios jefes. Y, ahora, asoma la nariz otra agrupación que, soterradamente, empujó el No pese a que diga que luchó por el Sí: las cortes y el fiscal Martínez Neira.

Estos últimos hacen un solo ente desde hace rato: Martínez, superministro, se opuso a la reforma a la justicia que su propio jefe, el presidente, impulsaba con sus ministros del Interior y de Justicia. Llegó a contradecirlos en una agitada sesión en el Congreso que muchos recordamos. El fiscal no actuaba, necesariamente, por el bienestar y la estabilidad de las instituciones. O si lo hacía, su posición le era útil, de refilón, para asegurar votos entre sus electores, los magistrados de la Corte Suprema. Y esta lo eligió. Hoy, el doctor Martínez defiende el statu quo de esa corporación (favor con favor se paga), rechazando la jurisdicción especial de paz que crea tribunales independientes de la muy desprestigiada justicia ordinaria. Qué azar: el mismo día la Suprema afirma que apoya esos tribunales, pero con tantos peros que los hace inviables. Se adivina, tras unas inquietudes válidas, la intención de apoderarse de los nombramientos de los nuevos magistrados y de controlarlos a estos: clientelismo puro y duro. ¿Será cierto que un exmagistrado expulsado de la rama estuvo en La Habana proponiéndole a la guerrilla acercamientos viciosos con la cúpula judicial? Solo eso nos faltaba: clientelismo puro y duro.

De luto.- El brutal asesinato de una persona a la que apreciaba por su incansable disposición a apoyar mis tareas ha golpeado a su familia, a mí, a los periodistas que trabajan conmigo, a los medios con los que me relaciono y, por asociación profesional, a los reporteros del país que pueden interpretar que se trata de un mensaje de intimidación. Con el fin de evitar la autocensura tan dañina a la democracia que este horrendo crimen podría inducir, y por la justicia a la que tiene derecho la víctima aunque las hienas que la masacraron se los arrebató todos, debe establecerse con certeza por qué fue sometida a la eliminación de su vida y a la profanación bestial de sus restos. Con todo respeto solicito a quienes me han expresado su solidaridad, no especular para no propiciar temores colectivos y esperar a que las autoridades lleguen a sus conclusiones. Por mi parte, estoy obligada a dejar de lado mi dolor y a presionar el avance de la investigación para que esta no caiga, como tantas, en la impunidad. Y así lo haré, sin ninguna duda.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/faltaba-meterle-clientelismo-al-acuerdo