Lo humanitario se concretó, la mentira oficial se develó.

El intercambio epistolar del movimiento de Colombianas y Colombianos por la Paz con las FARC EP logró su cometido inicial, la libertad de 6 personas cautivas, 2 civiles y 4 combatientes.


Desde el domingo pasado hasta hoy, el proceso hacia la libertad se realizó en medio de numerosos obstáculos: el saboteo militar aéreo con sobre vuelos y el seguimiento a los helicópteros del Brasil dificultaron la misión humanitaria; los bombardeos pusieron en riesgo la vida de Alan Jara; la desautorización de Uribe a la gestión de Piedad Córdoba estuvo a punto de cerrar las posibilidades de concreción de la entrega de los políticos; y otras dificultades como la exclusión de los garantes Daniel Samper Pizano y del periodista Jorge Botero, el impedimento a la participación de humanistas y el control sobre la información, sobre los periodistas y sobre los liberados.

A pesar de toda esta serie de obstáculos, que reflejan lo que es costumbre en la aplicación de la política de “seguridad democrática” (la mentira, el juego de palabras, la culpabilización del otro), la creatividad humanista bajo el intercambio epistolar presenta aprendizajes y caminos hacia un Acuerdo Humanitario o para el intercambio de combatientes.

El reconocimiento de la existencia de un conflicto armado

Si se leen los contenidos de las cartas del intercambio epistolar entre Colombianas y Colombianos por la Paz, se parte de una realidad, la existencia de una confrontación armada fundada en razones sociopolíticas y económicas, causas que deben abordarse. Tal reconocimiento del conflicto armado posibilita el reconocimiento del otro como contradictor, alzado en armas, en lo que se concibe como el derecho a la guerra. Tal constatación abre las posibilidades de discusión sobre el Derecho en la guerra. Sobre los limites en el derecho a la guerra o sobre la necesidad de la politización, regulación, normativización y humanización de la misma.

El reconocimiento del otro, como rebelde

Si bien existe un cuestionamiento, o un rechazo a las retenciones o al secuestro como práctica política y extorsiva, la definición del interlocutor como un sujeto político y no solo militar posibilita el diálogo, en este caso, a través del intercambio epistolar. El reconocimiento del interlocutor como rebelde abrió las posibilidades de abordar las razones, las motivaciones y las causas de ese alzamiento y la concreción, desde esta perspectiva, de salidas humanitarias. Y el reconocimiento de esta condición es fundamental para las posibles salidas políticas al conflicto social, político y armado.

El reconocimiento de la pluralidad informativa

Las pretensiones de censurar y de oficializar la realidad controlando las expresiones de las victimas y de Piedad Córdoba no se lograron. La reproducción de las narraciones propia de la “seguridad democrática” se desmoronaron por la presión social que quería saber, que quería escuchar a los liberados, pero sobre todo, por el sentido humanitario del objetivo logrado por Colombianas y Colombianos por la Paz.

La justificación de las operaciones militares, en contra de lo acordado con los humanistas, llevó al gobierno nuevamente a mentir contra toda evidencia. Su palabra quedó expuesta claramente como mentira. El derecho a informar se convirtió en delito que derivó en los señalamientos, la persecución judicial y las amenazas que hoy pesan sobre Hollman Morris y Jorge E. Botero. La censura a la información se desbordó por la fuerza de los acontecimientos. El desconocimiento a la libertad de expresión, al derecho a la información como parte de la idea unanimista institucional se deshizo por el sentido humanitario de la iniciativa. Ver en http://www.caracoltv.com/elradar

Cualquier posibilidad de lo humanitario y de la salida negociada pasa por el ejercicio pleno de la libre expresión de las victimas y de múltiples voces y expresiones de la información.

El reconocimiento de la crítica

La guerrilla de las FARC EP logró escuchar a través del diálogo epistolar las posturas y análisis de sectores de la sociedad colombiana, actitud distinta de los sectores gobiernistas que en todo lo que no encaja en sus cánones es percibido como FARC. Queda todo un camino por recorrer, pero hoy nadie puede negar los resultados de una iniciativa liderada por Piedad Córdoba. Propuesta que no cuenta con garantías, solo con la persistencia, la voluntad férrea, la convicción decidida de que es posible otra realidad para Colombia, de justicia para la paz.

Iniciativa a la que prestantes humanistas de distintas latitudes están apoyando, definiendo aportar con su participación directa por esa Colombia distinta, se trata del grupo de Internacionales por la Paz en Colombia. Ellas y ellos a través de dos comunicaciones han empezado a ser parte de esta iniciativa y desde ya están pensando aportes concretos para lo que hoy humanitariamente ha sido un logro y lo que políticamente se traduce en reconocimiento entre interlocutores. Ver: https://www.justiciaypazcolombia.com/PRESIDENTE-URIBE-POSIBILITE-LA

Mientras el establecimiento persista en su comprensión del otro como un “terrorista” desconociendo su carácter de actor político y de todo lo disímil, y de todo lo crítico como parte de la estrategia de las FARC EP, no será posible un intercambio ni la discusión ni la salida a los problemas estructurales de esta llamada democracia. La salida a los problemas de exclusión, de miseria bajo la iniciativa de la militarización del Estado y de la sociedad solo asegura la prolongación del dolor y de la injusticia.

Al final de todo ¿a qué es lo que teme Uribe? ¿A la posibilidad de nuevos abrazos entre los cautivos y sus familias? ¿A los resultados eficaces de las propuestas humanitarias que resquebrajan su mentalidad, su modelo de seguridad autoritaria? ¿A qué le teme Uribe a que la guerra, sus causas, puedan resolverse por otros medios?

Bogotá, D.C. Febrero 5 de 2009

Comisión intereclesial de Justicia y Paz