Las lecciones de Santurbán
Efectivamente la movilización social o la más creciente sensibilidad de los efectos ambientales sobre el clima y la contaminación del agua que surte parte del consumo de los santanderes y alimenta los ríos Lebrija, Pamplonita y Zulia, y afluentes de los ríos Catatumbo y Arauca, por la eventual operación de la empresa Greystar en el páramo de Santurbán jugó a favor del desestimiento temporal de la multinacional y expresa claramente las posibilidades de articulación de nuevas expresiones sociales.
Sin embargo, es necesario sopesar estos alcances y definir estrategias al corto y mediano plazo que logren aglutinar otras situaciones similares que colocan en riesgo el futuro de la vida de millones de colombianos que se verán afectados por la extracción minera y de hidrocarburos.
No hay que olvidar que más de 391 títulos mineros han sido otorgados, afectando cerca de 109 mil hectáreas en páramos, predios que surten de agua a millones de colombianos; que el Plan Nacional de Desarrollo está dejando de lado claramente la protección de las Zonas de Reserva Forestal; que la prosperidad democrática no logra resolver las contradicciones entre desarrollo privatizador neoliberal y ecosostenibilidad, y las necesidades básicas insatisfechas y de empleo para pobladores rurales donde se encuentran la mayoría de los títulos mineros otorgados.
El proyecto llamado de Angostura, que fue tramitado en el Ministerio de Minas y de Energía y que adelanta el trámite de licencia ambiental ante el Ministerio del Interior, se ha desarrollado en su fase de exploración con el consentimiento de comunidades locales como la de California y Vetas. Estas cuentan con el apoyo de las autoridades municipales. Seguramente, ya consentidas con un aporte empresarial, más allá de la ilusión del futuro para los pobladores. Así funcionan las multinacionales con ciertas dadivas.
Los habitantes han sido seducidos por la canadiense que ofrece 1500 empleos directos, a pobladores que años de vida en su terruño, nunca han tenido ingresos fijos o posibilidades de sobrevivencia con una cierta estabilidad. Las posibilidades de ingresos con una ecología laboral no pasa por sus mentes, su sensibilidad ha sido adobada en la mentalidad empresarial. Las propuestas frente a la protección del páramo y de las aguas deben llevar propuestas a estos pobladores. La reacción agresiva de pobladores, entre ellos concejales, contra periodistas que han dado a conocer la gravedad de la situación de la explotación empresarial, que de modo destacado ha realizado el noticiero CMI, es un reflejo de esa mentalidad contaminada en las lógicas empresariales.
La empresa ha explotado a su favor las necesidades de las comunidades, los vacíos en materia de legislación ambiental y minera, ha llevado la ilusión del empleo digno que daría a los habitantes. Adicionalmente una muestra de su compromiso con la “ética empresarial y responsabilidad social corporativa”. Las expresiones ciudadanas, que ha incluido, al sector del comercio privado no han logrado tocar razonablemente a los habitantes del entorno de Santurbán.
Ese es el trasfondo, de unas agresiones inmerecidas, a los periodistas y de insultos a organizaciones ambientalistas y de derechos humanos por parte de los lugareños, evidentemente que animada por las empresas. Ellos están absolutamente convencidos —manipulados y desinformados- de los ofrecimientos empresariales. Pan para hoy. Esas son algunas de sus técnicas.
Tanto el gobierno departamental, como los gremios económicos se alegraron con la decisión de retiro temporal del proyecto. Sin embargo, ninguno de ellos asumió un punto de quiebre y de tensión propositivo para los habitantes de California y Vetas. Esa necesidad de dar respuesta al derecho al trabajo con ingresos dignos. Ahí se encuentra un desafío en el corto plazo de este movimiento ciudadano.
De no construir y mostrar otras propuesta, este argumento será usado en el futuro por el propio gobierno para aceptar el desarrollo del proyecto de explotación, argumentando que en el plano técnico y ambiental se mitigarán los efectos por la Graystar.
Es necesario compartir las demostraciones históricas a estos habitantes. Colombia ha transferido al exterior recursos por más de 10 mil millones de dólares entre el 2002 y el 2009; presenta la segunda tasa de desempleo en América Latina; las dadivosas y excepciones fiscales no han significado mejoramiento de calidad de vida de los colombianos, sus altísimos niveles de desigualdad tienen pocos parangones en el continente y por supuestos hay que construir una política pública que genere empleo digno, que incluso, podría estar vinculado a la protección de los páramos. Desde esta perspectiva de derechos y de vinculación con los habitantes del entorno y de Santurbán, el ejercicio de la memoria colectiva debe recordar cómo además de la pobreza, el modo de operación empresarial se ha asociado al paramilitarismo. Los crímenes de lesa humanidad patrocinados, apoyados por palmeros, por bananeros y en este ramo extractivo de la Drummond, han sido un factor para asegurar el enriquecimiento o la acumulación de riqueza.
Por lo pronto, el gobierno de Santos mostró la decisión de desestimiento como su victoria. El MinMinas Rodado Noriega, en un sentido bastante oportunista expresó que la mutinacional escuchó sus objeciones y advertencias, precisando que la normatividad colombiana es clara en prohibir cualquier tipo de explotación en páramos nacionales. En tono de verde expresó: “La política minera de este Gobierno es categórica en el sentido de que la riqueza minera del país sólo se puede convertir en prosperidad para todos los colombianos, si las actividades mineras se realizan respetando no sólo la normatividad ambiental, sino utilizando las mejores prácticas de minería sustentable, internacionalmente reconocidas”.
Tales expresiones en boca del responsable de implementar una de las locomotoras del “desarrollo” fueron sorpresivas, exageradas para la ocasión. Evidentemente nombrar las expresiones ciudadanas y los cuestionamientos de fondo a este proyecto.
Pocas horas después, pasando de agache y en consonancia con el pronunciamiento de la Graystar cuando esta afirmó que continuaba interesada en la explotación, el turno fue para la Ministra de Ambiente. Esta manifestó que estaban listos a estudiar las propuestas empresariales.
Expresión clara de la ambigüedad que cunde en el ejecutivo en todos los campos. En el de la guerra y la paz, en el del respeto y las violaciones de derechos humanos, en el de la prolongación del uribismo y de sus distancias, entre el desarrollo eficaz con exploración y extracción de recursos naturales e hidrocarburos y el respeto al ambiente, al restitución de territorios y de respeto a formas de ecoproducción campesina.
Sería muy ingenuo pensar que la canadiense iba a renunciar a extraer y producir 7’500.000 onzas troy de oro durante 15 años. Tal ingenuidad no puede cundir. Tampoco ha pasado la exploración y explotación del Cerro Cara de Perro, con la Muriel Mining Corporatión, que ahora cuenta con un nuevo disfraz con otra multinacional canadiense. En enero la canadiense Sunward Resources anunció que se quedó con la estadounidense Muriel Mining Corporation y que revendería a la británica australiana Río Tinto las minas de oro, cobre y molibdeno del cerro sagrado Embera. Un nuevo mecanismo para asegurar el negocio, obviar responsabilidades civiles y sostener el propósito empresarial, que en este caso, la Corte Constitucional frenó su exploración por ausencia de consulta y consentimiento.
Volviendo a Santurbán, el gobierno departamental y nacional no ha desestimado el ofrecimiento de 14 millones de dólares por concepto de regalías, que es un mínimo de las ganancias empresariales, pero es cuantioso, por la explotación en el páramo de Santurbán. Será posible que no cedan al ofrecimiento los poderes oficiales, que tanto, los usan en beneficio propio o de sus clientelas para sostener sus poderes y proteger los intereses económicos de otros.
Por otra parte, los espacios legislativos no deberían descuidarse. No solamente es lo consagrado si no también los vacíos legislativos son evidentes y favorecen a las multinacionales. A pesar de la existencia de la Ley 1382 de 2010, con la exclusión de zonas de explotación las que se encuentren por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, fortaleciendo la Ley 685 de 2001, de protección de los parques naturales. Los oídos sordos de sectores gubernamentales y multinacionales a la aplicación de la ley son evidentes, se pasan de agache, como lo hacen los propias Corporaciones Autónomas creadas en la Ley 99 de 1993. Así se han aprobado de más de medio millar de títulos mineros a las privadas, mientras a las economías locales y artesanales se les estigmatiza, se les persigue como asociadas a las guerrillas, tanto como sucede, con comunidades ancestrales que se oponen y objetan a las operaciones extractivas en sus territorios
La modernización y operación extractiva para la prosperidad democrática está copando sectores de población, la sensibilidad y la posibilidad de una conciencia ambiental opuesta a esa mirada es hoy significativa y enfrenta nuevos retos y desafíos. En el campo de la información, de la sensibilización y de la conciencia colectiva nacional y planetaria.
30 mil marchantes contra este proyecto de Santurbán son importantes, se requieren millones para lograr abdicar la posibilidad que la extracción minera acabe con comunidades y uno de los territorios, como el de Colombia, que a nivel planetario puede aportar al bienestar de la humanidad, respetando los ecosistemas y protegiendo a quiénes ellos han habitado ancestralmente.
Este conflicto de intereses no ha terminado, una fuerza social, mediática, jurídica y política debe alimentarse, proteger los derechos al ambiente sano son sustanciales hoy en la agenda social y de los derechos humanos. Urge la estrategia de un cambio en la política pública y esta proviene desde otro lugar, el que se ha expresado en este caso de Santurbán y que debería multiplicarse por millones. De lo contrario, se perderá otra oportunidad para in futuro incluyente en Colombia
22 de marzo 2011
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz