Las encuestas no sirven para lavar
Las encuestas de opinión son un buen recurso para averiguar lo que la gente piensa y predecir resultados electorales. Pero no sirven como detergentes. Los gobiernos que creen que su suceso en las encuestas les permite lavar sus fallas yerran de manera grave. Grave y doble. Por una parte, se engañan sobre su prestigio y acaban tomándose libertades que podrían conducirlos a un final desastroso. Por otra, debilitan y degradan la democracia, que es la que paga la cuenta de los destrozos.
Miren por ejemplo a Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano. Su control de la televisión le dio una elevada popularidad, pese a los atropellos de su bancada contra las leyes de vigilancia del Ejecutivo. Confiado en que el pueblo lo quiere, ahora está metido en un feo escándalo con jovencitas menores de edad, vacaciones licenciosas en su mansión de verano y promoción de reinitas de belleza a cargos electivos.
Miren también el gobierno de Álvaro Uribe. La última encuesta de Ipsos lo pinta como un líder sólido: 66 por ciento de los ciudadanos lo consideran bueno o excelente y otro tanto apoya su reelección. Pero debajo de la alfombra roja en que marcha hacia el tercer mandato se oculta cada vez más porquería. Esta semana la Corte Suprema de Justicia condenó a Teodolindo Avendaño, el congresista que vendió al Gobierno su silencio para que fuera aprobada la primera reelección. También condenó a su colega Iván Díaz Matéus, que presionó a Yidis Medina para que cambiara el voto. Ellos, dice la Corte, pactaron “con altos dignatarios del Gobierno ventajas burocráticas para sus allegados políticos”. Un pronunciamiento extravagante de la Procuraduría absolvió a los “altos dignatarios” que negociaron el voto. Pero no los sacará del lío, porque todo cohecho implica dos partes.
Deslegitimada la primera reelección, acaba también de caer una sombra sobre la segunda. La Corte investiga por prevaricato a los congresistas que apoyaron el referendo reelectoral, dado que no aclararon la oscura naturaleza de su financiación. Además, podrían ganarse otra empapelada si alteran el texto aprobado por miles de firmas. De ser reelegido Uribe merced a este referendo, ocho de sus doce años de mandato quedan teñidos de turbiedad.
El detergente de las encuestas no basta para lavar tantas manchas ante la historia. Tampoco para salvar al Congreso y los partidos, que se tambalean bajo su propia podredumbre y pagan el pato de la venalidad. El último Barómetro Global de la Corrupción, divulgado hace tres días, revela que los políticos y el Congreso son las instituciones más desprestigiadas de Colombia. Solo la clase política de El Salvador supera en percepción de corrupción a la colombiana.
Es muy peligroso que el Gobierno crea que las encuestas extienden diplomas de limpieza. Los éxitos de relumbrón amenazan con romper el espinazo a la frágil democracia colombiana.
Un gol de los recicladores
Los basuriegos acaban de obtener un histórico triunfo. La Corte Constitucional falló a favor la demanda de unos recicladores asistidos por la fundación CiViSol y la abogada Adriana Ruiz Restrepo contra la medida que los dejó sin modus vivendi al cerrar el basurero caleño de Navarro. El tribunal conmina a quienes los echaron a garantizarles el derecho a la salud, la comida y la educación mediante programas que los incorporen como pequeños empresarios de la recolección y aprovechamiento de basuras.
Hasta hace un tiempo recoger desperdicios era actividad sucia que se dejaba a los basuriegos. Ahora es lucrativa, y se la pelean desde la mafia, en Nápoles, hasta los jóvenes tiburones del capitalismo, en Colombia. Gracias a la Corte, en adelante deberán tener en cuenta a los recicladores tradicionales. El Defensor del Pueblo deberá garantizar que no vuelvan a escamotearles sus derechos.
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Daniel Samper Pizano