“Las desaparecidas y las invisibles: repercusiones de la desaparición forzada de las mujeres”
Las desapariciones forzadas afectan a cientos de miles de mujeres y hombres alrededor del mundo. Esta violación de los derechos humanos se hizo tristemente célebre en la década de los 60 como herramienta de los regímenes represivos en América Latina. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) de Guatemala registró 6.159 víctimas de desaparición forzada.1 Solo en Argentina, se estima que unas 30.000 personas fueron desaparecidas entre 1976 y 1983.2 Los primeros casos considerados bajo el derecho de petición individual ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se centraron en denuncia de desaparición forzada en Uruguay durante los años 70. El primer caso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos abordó la desaparición forzada en Honduras.
La práctica ha sido denunciada en más de 85 países.3 Se estima que en Sri Lanka ha habido más de 30.000 casos desde los años 80,4 con un número similar en Guatemala y Colombia durante el mismo periodo. Más recientemente, en 2003 y 2004, diversos informes designaron Nepal como el país con el mayor número de nuevos casos de desaparición.5 Sucesivos regímenes de al-Asad en Siria han usado la desaparición como herramienta del miedo desde los años 70.6. En Sudáfrica,cientos de activistas desaparecieron tras ser detenidos por las fuerzas de seguridad del apartheid.
Uno de los principales objetivos de una desaparición forzada es eliminar a los adversariospolíticos. Esta violación rara vez deja atrás sobrevivientes, testigos o pruebas materiales, lo que permite a los autores ocultarse tras un velo de secretismo y evitar las medidas legales, las protestas y la presión internacional que pueden suscitar otras violaciones más “visibles”. La práctica sistemática de la desaparición forzada es también una devastadora herramienta del miedo, la represión y la intimidación. Crea un clima de terror en el que los familiares, amigos y otros activistas temen hablar.