Las cifras muestran un profundo deterioro de la economía
La destorcida se dio a mediados de 2007, cuando el alza de la tasa de interés rompió la burbuja de la revaluación, el alza de las cotizaciones de la Bolsa y la explosión del crédito.
En un ejercicio de predicción del pasado, la Oficina Nacional de Investigación Económica notificó que la economía estadounidense está en recesión desde diciembre del año pasado. Algo similar sucede en Colombia. El equipo económico oficial y los centros de estudio cercanos anticipan para el año entrante desempeños que ya se vieron en este año y tienen todos los visos de agravarse.
El deterioro de la economía colombiana se inició simultáneamente con la de Estados Unidos y ha evolucionado paralelamente. Como se manifestó en esta columna en su momento, la destorcida se dio a mediados de 2007, cuando el alza de la tasa de interés rompió la burbuja de la revaluación, el alza de las cotizaciones de la Bolsa y la explosión del crédito, y se observó con toda claridad en los indicadores de los dos primeros meses del año. Luego de que el producto creciera 8% en 2007, la economía entró en barrena. En el primer trimestre creció 4,2% y en el segundo 3,7%.
En el último semestre la tendencia se aceleró. Luego de haber descendido en el segundo trimestre, la industrial cayó 5% en el tercero. La construcción y el comercio la siguen de cerca con índices negativos, y en el transporte y las comunicaciones con un mayor retraso. Por otra parte, las exportaciones y la inversión que se presentaron como los sectores menos vulnerables, han entrado en decadencia. Las empresas de confecciones están cerca de la disolución, las exportaciones no tradicionales se desploman en toneladas, y la producción de maquinaria, las importaciones de bienes de capital y los nuevos proyectos se frenaron.
En la actualidad, el sistema está haciendo aguas. En octubre se perdieron 300 mil empleos con respecto al mismo mes del año anterior, la relación empleo-población registró uno de los niveles más bajos de la década y los indicadores adelantados de energía, producción industrial y pedidos revelan un proceso acelerado de extensión y profundización de los estragos a todas las actividades. Se configuró un círculo vicioso de caída de la producción y el empleo que se refuerza y se extiende en forma dominó a todas las actividades del sistema económico. El consumo, la inversión y las exportaciones avanzan por debajo de la población. La economía crecerá cerca de 2,5% en el tercer trimestre y menos de 2% en el cuarto trimestre.
A la luz de esta información, no es necesario esperar diez meses para reconocer que la economía colombiana entró en estado de recesión.
La autodestrucción observada a lo largo del año se verá acentuada por el contagio de la crisis mundial que tendrá sus manifestaciones más severas en el deterioro del sector externo y en la desvalorización de los activos. La caída de los precios de las materias primas, la disminución de las exportaciones a Venezuela y Estados Unidos y la repatriación de la inversión extranjera reducirán notablemente los ingresos de divisas, colocaran el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos en 4,5% del PIB y dificultarán su financiación, lo que significa un alto riesgo de crisis cambiaria. Por su parte, el menor valor del peso y la baja de las cotizaciones de las acciones acrecentarán la desvalorización de los activos e interferirán el flujo de crédito. Ambos factores agravarán el exceso de ahorro, las deficiencias de demanda efectiva y los círculos viciosos que precipitan la caída libre de la producción y el empleo.
Desde hace un año y medio advertí la destorcida de la bonanza y en múltiples columnas mostré cómo el proceso se reforzaba y agravaba a grandes velocidades. Nuestros señalamientos no tuvieron receptividad entre los neoliberales que no podían imaginar que la economía, después de crecer 8%, se viniera al piso en medio año, y que sus causas fueran la inversión extranjera y el banco central autónomo. Lo cierto es que la economía entró en recesión ante la sorpresa y confusión de las autoridades económicas y sin ninguna acción para evitarla.
Frente a este nuevo fracaso, es forzoso abandonar la teoría que justificó la autorregulación de los mercados y su eficiencia social, y rectificar la mentalidad y orientación de la política económica. De hecho, se plantea regular los mercados, abandonar el método de inflación, objetivo del Banco de la República, intervenir en forma anunciada el tipo de cambio, revivir el crédito dirigido, revisar las privatizaciones y dejar de lado los prejuicios sobre el déficit fiscal y el alza de salarios. Sobre estas bases no es difícil armar una estrategia combinada de políticas fiscal, monetaria, cambiaria y salarial para movilizar el crédito y el ahorro hacia las actividades con capacidad de absorberlos, corregir el desajuste de la balanza de pagos y detener el desangre de la producción y el empleo.