La productividad de los campesinos
Un revelador estudio sobre la economía campesina de José Leibovich, Silvia Botello, Laura Estrada y Hernando Vásquez (’Políticas para el desarrollo de la agricultura colombiana’, Fedesarrollo, diciembre de 2012) crea nuevas inquietudes sobre la política de tierras y el papel de los campesinos en el desarrollo futuro del campo colombiano que son muy relevantes para las negociaciones que se llevan a cabo en La Habana y para el futuro del sector agropecuario en Colombia.
El estudio confirma que los predios más productivos son los más pequeños. Hace referencia a estudios recientes que estiman que la producción campesina contribuye a la producción agrícola nacional entre el 50 y el 68 por ciento del total y que el 35 por ciento del consumo de los hogares colombianos es en productos alimenticios que provienen de la economía campesina. Si se tiene en cuenta que los predios más pequeños, que representan el 94,2 por ciento de los productores, poseen solamente el 29,6 por ciento de la tierra, necesariamente son más productivos que los de mayor tamaño, que ocupan el 70,4 por ciento restante y producen menos del 50 por ciento del total del sector.
Lo nuevo que aporta el estudio de Leibovich y sus colegas es que la productividad de la tierra, medida en pesos de rendimiento anual por hectárea, es 40 veces superior en los predios de minifundios que la de los grandes productores, 28 veces superior a la de los medianos propietarios y cerca de seis veces superior a la de los pequeños propietarios. Los minifundios son de menos de 0,5 Unidades Agrícolas Familiares (UAF); los pequeños, de 0,5 a 2 UAF; los medianos, de 2 a 10 UAF, y los grandes tienen más de 10 UAF.
Si de las grandes propiedades se les cediera el 10 por ciento de la tierra a los cultivadores en minifundios o en pequeñas propiedades, la producción agrícola podría aumentar en un 16 por ciento si se mantienen las productividades. Y si les cedieran el 20 por ciento, aumentaría la producción agropecuaria en cerca del 32 por ciento. En este caso, el área cultivada por los pequeños sería más o menos igual a la de los grandes productores, lo que reduciría apreciablemente la concentración de la tierra en pocas manos. Estos estimativos no tienen en cuenta el aumento en consumo por aumento del ingreso de los campesinos más pobres.
Aumentar el acceso a la tierra de los pequeños propietarios en los seis departamentos en los que predomina el minifundio (Antioquia, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Nariño y Santander) tendría un impacto muy positivo en términos de productividad, ingreso y equidad. De esos departamentos, los que también albergan el mayor número de grandes propiedades son Santander, Antioquia, Cauca, Cundinamarca y, en menor proporción, Boyacá. En consecuencia, un programa de acceso a la tierra por departamentos, sea vía adquisición, adjudicación o arrendamiento, revolucionaría al sector agrícola y no daría lugar a migración o a desplazamiento de población.
El trabajo de Leibovich y sus colegas aporta consideraciones adicionales en favor de esta idea: en primer lugar, señala que adicionalmente al acceso a la tierra, que les impone grandes limitaciones a los más pequeños productores por falta de tierra suficiente para generar un ingreso del que puede vivir una familia, el principal problema de los pequeños productores es estar limitados en su acceso a crédito, asistencia técnica y tecnología. Además, encuentran que poseer el título de la tierra que se trabaja es un factor que puede contribuir a duplicar el ingreso de los pequeños cultivadores y que ser arrendatario le añade otro 64 por ciento. Las implicaciones de estos y los otros hallazgos del estudio son trascendentales y se discutirán detalladamente en la próxima columna.