“La política es el espacio más machista que hay”

La escritora colombo francesa Florence Thomas, con 44 años de residencia en este país, recibirá un homenaje en Bogotá el próximo martes 8 de marzo, fecha en que se conmemoran 100 años del establecimiento – por la ONU – del día internacional de la mujer.


La fundadora del movimiento feminista en Colombia habla del machismo de los partidos de derecha e izquierda; de las religiones; del Procurador y hasta de muchas mujeres.

Cecilia Orozco Tascón.– Sin falsa humildad ¿Usted es la fundadora del movimiento feminista en Colombia, tal como se conoce hoy?

Florence Thomas.– Diría que no porque cuando llegué, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda ya investigaba las estructuras familiares y el patriarcado en la costa y en el interior del país, siendo la primera colombiana que hablaba del tema. Y también la socióloga Magdalena León había hecho estudios sobre la mujer campesina.

C.O.T.- Pero usted fundó los grupos de estudio de género y creó actividades feministas colectivas por primera vez.

F.T.- Sí, inicié el activismo desde la academia en la Universidad Nacional, a donde ingresé después de mi llegada de París en los años 60 pero había otras activistas en ese mismo momento. Conté, eso sí, con la suerte de tener acento extranjero, lo que me daba ventaja porque las colombianas no podían decir lo que a mí me estaba permitido. El primer grupo feminista – Mujer y Sociedad – que creamos en la Nacional en los 70, dio lugar a que surgieran otros grupos similares, lo que significó un cambio importante.

C.O.T.- ¿Cuántas batallas internas tuvo que dar en su propia universidad para que hubiera un espacio para los estudios de género?

F.T.- Muchas. Primero, todo el mundo miraba mi oficina y la llamaban burlonamente “el alquelarre”.

C.O.T.- (risas)

F.T.- Y decían señalándonos a mí y a mis colegas de movimiento: “miren a Florence. Tiene allí reunidas a las mujeres ¿Qué será lo que van hablar? Están locas”. Sí, al principio nos criticaban, se reían de nosotras. Hubo resistencia en varias Facultades, en unas más que en otras, cuando propusimos iniciar estudios de género y crear una maestría. Muy rápidamente empezamos a hacer investigaciones y a escribir libros como “Los estragos del amor” y “El macho y la hembra reconstruidos” que fueron los primeros que publiqué. También hicimos un libro colectivo que tuvo bastante éxito que se llamó “Mujer, amor y violencia”. Mejor dicho, tuvimos que legitimar nuestro espacio pero poco a poco nos ganamos el respeto de los demás.

C.O.T.- Si le preguntaran cómo define su activismo feminista ¿Qué contestaría?

F.T.- Diría que trabajo por los derechos de las mujeres, en particular, y que soy una activista de derechos humanos, en general.

C.O.T.- ¿Los avances que ha logrado el movimiento en Colombia son similares a los que se han conseguido internacionalmente o hay diferencias?

F.T.- Coinciden en gran parte pero hay una característica tristemente particular en Colombia: el país está atravesado por un conflicto armado y los estragos de la guerra son diferenciales para hombres y mujeres. El drama del desplazamiento y el drama de las mujeres con hijos y cuyo hombre está secuestrado o en la guerra, es absolutamente impresionante. Es una especificidad muy negativa porque además del drama familiar y social, se retrasan los grandes debates sobre feminismo.

C.O.T.- ¿Los políticos colombianos son machistas?

F.T.- La política es, tal vez, el espacio más patriarcal y machista que hay. Los centros de decisión pública son masculinos casi en su totalidad. La legislación también es patriarcal e incluso la ley de cuotas, según la cual debería haber 30% de mujeres en todos los espacios políticos, no se cumple. Nunca hemos podido sobrepasar al 14% en Senado y Cámara. Estamos muy rezagadas respecto de Latinoamérica y España en donde la proporción en cargos públicos, es 50 – 50.

CO.T.-Se sabe que los partidos conservadores y en general, los de derecha, son machistas ¿Los partidos de izquierda?

F.T.- ¡Uf! También (risas). Los partidos de izquierda siguen el patrón cultural. Hasta en el Polo hay que luchar para que acepten a las mujeres en sus listas. O las ponen, pero en los últimos renglones. Como le dije, la política es tremendamente machista, sea de izquierda o de derecha.

C.O.T.- Nadie duda de los beneficios que ha traído para la mujer la militancia feminista pero estos movimientos también han generado una cierta visión peyorativa de quienes propenden por los derechos de género ¿Es un mal necesario?

F.T.- El movimiento feminista es político, libertario y subversivo porque vamos en contra de la tradición. Como tratamos de romper con todo, es muy mal visto socialmente y, por supuesto, si se da en un país tan parroquial como éste, la calificación que le dan es peyorativa.

C.O.T.- ¿Para qué le ha servido la columna que tiene en El Tiempo?

F.T.- Ha sido útil justamente para combatir la ignorancia sobre el feminismo; para explicar que se trata de una defensa seria de derechos y, en fin, para que no satanicen el feminismo.

En mis columnas, trato de demostrar que somos iguales a las demás mujeres: con familia, esposos e hijos, pero que tenemos la determinación de defender los derechos que le corresponden al género femenino.

C.O.T.- ¿Hay mujeres radicales que exageran su activismo?

F.T,- Como en todos los movimientos. Hay activistas radicales e incluso superradicales que sostienen que siendo heterosexual, no se puede cambiar el mundo sino que hay que ser lesbiana, por ejemplo. Hay activistas lesbianas, no obstante, que no son radicales. Hay de todo.

C.O.T.- A propósito: ¿Por qué el feminismo se asocia con el lesbianismo?

F.T.- De nuevo: por ignorancia. El movimiento feminista se asocia rápidamente con la idea de frigidez, odio a los hombres y, en consecuencia, lesbianismo. Muy a menudo explico que en el grupo Mujer y Sociedad somos doce mujeres y que todas somos heterosexuales y estamos o fuimos casadas. Pero en la actividad feminista también hay lesbianas y apreciamos su apoyo porque se trata de profesionales capaces y excelentes defensoras de derechos.

C.O.T.- Hay otra caricaturización de los movimientos femeninos: burlarse del lenguaje que utilizan. Por ejemplo, cuando dicen “colombianos y colombianas”, ciudadanos y ciudadanas”, “niños y niñas” ¿Cree que es necesario hablar así y que se consigue con esa costumbre?

F.T.- Yo apoyo ese lenguaje ¿Por qué? Porque es una manera de visibilizarnos. El mundo está hecho de hombres y mujeres y me parece bonito decir “niños y niñas”. No es lo mismo ser niño que ser niña. A mí, particularmente, me molesta cuando en un titular de periódico se lee, por ejemplo, que están creciendo las estadísticas sobre los abusos sexuales a los niños. Cuando uno lee el artículo, encuentra que finalmente se refieren a las niñas. Si esto es así ¿Por qué no escribirlo como es?

C.O.T.- No quisiera molestarla pero ese lenguaje se presta para que se rían del feminismo, no para alcanzar objetivos.

F.T.- Sé que este lenguaje molesta a mucha gente y que para los medios es aburrido y estoy de acuerdo en que no hay que abusar de esas expresiones. Pero es importante sentirse representada con la mención explícita de la condición de género.

C.O.T.- ¿Cuál condición de fondo se cambia con el simple uso de las palabras?

F.T.-Se empieza con los símbolos y se continúa con la historia. Ser visibles es importante para poder reclamar derechos. No tiene derechos el que no existe.

C.O.T.- Siendo usted una defensora permanente de los derechos de la mujer y del aborto simultáneamente, alguien podría preguntar por qué no priman los derechos del bebé sobre los de la mujer ¿Qué le diría?

F.T.- Que yo defiendo los derechos de los bebés y que bebé o niño son, para mí, los que nacen, y embriones, los que están en el vientre. Le diría también que defiendo la vida humana, y que no soy pro aborto sino pro-opción del aborto legal. Es distinto.
Con la legalización del aborto simplemente se permite que exista la opción de tomar esa medida en casos desesperados como los que ocurren tanto en este país por la cantidad frecuente de niñas de 14, 8 y 4 años, violadas. Pero que a nadie se le obliga a tomar esa decisión.

C.O.T.- Usted sabe que hay un opositor poderoso que se esfuerza por tumbar la legalización del aborto y que no descansará en su empeño…

F.T.- Sí, lo sé. El Procurador General no puede obligar a todos los ciudadanos y ciudadanas a compartir su fe. De la misma manera, hay que respetar a las mujeres católicas que nunca querrán abortar. Pero estamos en un país laico donde hay diferentes concepciones del mundo y donde hay, también, un mundo sin dioses. Todos merecemos respeto.

C.O.T.- El presidente del partido Conservador y la Iglesia Católica están en lo mismo que el Procurador. Parece que el movimiento contra la legalización del aborto tiene mucho poder…

F.T.- Hay que decirles a estos señores que el aborto sigue siendo ilegal y clandestino y que únicamente hay tres excepciones que representan menos del 1% de estos casos en el país. Y que sería dramático para las colombianas que hubiera un retroceso en este campo.

C.O.T.- En uno de sus más recientes libros, usted contó cuando decidió abortar, siendo muy joven porque no estaba preparada para ser madre. Pero me impresionó que dijera que no se imagina cómo una mujer puede abortar tres y cuatro veces ¿Por qué?

F.T.- Porque me parece que ésa es una experiencia límite en la vida que, de todas maneras, deja una huella profunda porque cada aborto es una violencia muy fuerte contra tu cuerpo.
. Cuando pasé por esa situación, me dije que nunca más lo haría.

C.O.T.- ¿Alguna vez la han insultado en la calle por defender la legalización del aborto?

F.T.- En la calle rara vez, pero en los auditorios a veces hay una persona que se levanta a decirme que soy asesina de niños y me insulta. En ese tipo de situaciones, prefiero no contestar.

C.O.T. ¿Siendo feminista por qué termina también defendiendo los derechos de la comunidad gay?

F.T.- Porque es un grupo terriblemente vulnerado en sus derechos que coincide con nuestros intereses porque va en contra del patriarcado y quiere romper los moldes de la masculinidad tradicional. Y mire el papel del patriarcado otra vez presente: si para los homosexuales es difícil su vida en muchos sentidos, para las lesbianas ha sido todavía más complicada. En otras palabras, es más fácil ser gay que lesbiana. Hasta en las telenovelas tenemos parejas gays pero ¿parejas de lesbianas? Todavía no se atreven.

C.O.T.- En uno de sus ensayos usted se pregunta ¿Por qué los hombres se resisten tanto al cambio? ¿Cuál es la respuesta a ese interrogante?

F.T.- Que se resisten porque tienen miedo de perder el poder que tenían antes exclusivamente para sí y que ahora les toca compartir. Pero ahora sabemos que ellos también pueden cambiar. La adaptación al nuevo orden es mutua y todos tenemos que hacer esfuerzos. El cambio ya se nota en los más jóvenes.

C.O.T.- Las mujeres que no son feministas pero que consiguen importantes triunfos laborales, económicos, políticos o sociales ¿Contribuyen a la causa o no?

F.T.- Hay muchas mujeres que desde fuera del feminismo han logrado grandes éxitos. No es necesario ser feminista para hacer avanzar la causa de las mujeres. Y hay muchas feministas que no quieren llamarse con este nombre. Otras, que hacen valioso trabajo en sus comunidades y no saben que son feministas pero lo son, porque en el fondo, están luchando por los derechos de género. El título que les pongan o se quieran poner, no importa.

C.O.T.- La pregunta del millón: ¿Por qué algunas mujeres profesionales y exitosas, con capacidad económica, con seguridad personal y social, soportan la violencia del hombre con el que viven?

F.T.- No conozco muchas mujeres de esas (risas), pero existen. Aunque también creo que eso está cambiando. Hoy día, por ejemplo, hay un fenómeno en Bogotá muy interesante: cada vez, más mujeres que quieren dedicarse a su profesión, escogen no tener vida familiar. Pueden tener novios pero escogen la soledad como forma de vida. Este no es el objetivo del feminismo. No hay nada mejor que la compañía masculina pero no a costa de nuestra identidad y de una vida llena de violencia.

C.O.T.- La religión ¿Discrimina a la mujer?

F.T.- Las tres grandes religiones del mundo, es decir, el judaísmo, el cristianismo, y el islamismo son terriblemente patriarcales. Han odiado a las mujeres o por lo menos han enfatizado su supuesta condición de inferioridad. El Islam maltrata a la mujer. El judaísmo y el cristianismo son religiones muy duras con el género femenino. Cada vez que damos un paso adelante, nos lo cobran y vuelven a echarlo atrás. La fuerza de la religión es monumental y eso explica a su vez, la fuerza del patriarcado.

C.O.T.- Se dice que a menor nivel educativo, mayor posibilidad de que la mujer esté sometida a un hombre. En los círculos universitarios ¿Hay mayor equidad de género?

F.T.- Sí hay una tendencia favorable. Pero, además, después de haber estado 30 años trabajando en la Nacional, puedo decir que las mujeres tienen, en términos generales, mejores resultados que los hombres. Esto hace pensar a sus compañeros, quienes las miran de manera distinta. Evidentemente en la universidad hay una tendencia a mayor equidad y a que se adquiera una relación más respetuosa sobre las mujeres. Pero nada es automático. Estos procesos son difíciles y se construyen lentamente.

C.O.T.- ¿es cierto que a mayor juventud mayor equidad de género o este concepto no es un absoluto?

F.T.- No, no lo es porque, como ya le he dicho, la construcción es larga y lenta. Lo que sí es cierto es que hoy existe más posibilidad de que estos jóvenes tengan comportamientos diferentes porque tienen madres distintas. Es decir, si yo tuviera hijas, ellas serían madres que educarían otros hijos con principios diferentes, evidentemente.

Trágica historia del día de la mujer

En marzo de 1911, hace exactamente 100 años, un grupo de 140 jóvenes mujeres obreras – la mayoría inmigrantes – de una fábrica textil de Nueva York, decidieron iniciar una huelga para exigir mejores condiciones físicas y laborales. En medio de la protesta se desató un voraz incendio cuyo origen nunca se descubrió y muchas de ellas murieron calcinadas. La tragedia tuvo enormes repercusiones en la legislación laboral de Estados Unidos y, por efecto del horror que produjo el drama, en las condiciones de trabajo de miles de mujeres en el mundo. Un año antes, la Conferencia de Mujeres Socialistas, reunida en Conpenhague, Dinamarca, había proclamado el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con el propósito de disponer de una fecha que les permitiera marchar simultáneamente en varios países para poder reclamar sus derechos. En 1911, varios países europeos, entre ellos Suiza, Alemania, Austria y Dinamarca celebraron el día de la mujer. Pero cuando sucedió el incendio de la fábrica, la solidaridad se extendió, la conmemoración se masificó y año tras año, desde entonces, salieron a marchar las mujeres de Rusia, Europa Occidental y Estados Unidos. Finalmente, Naciones Unidas ordenó fijar oficialmente la celebración de tal día, el 8 de marzo de cada año.

El activismo de Florence

Cecilia Orozco.- Usted es psicóloga social ¿Por qué terminó dedicándose a los estudios de género y al activismo feminista?

Florence Thomas.- Por una confluencia de circunstancias. Cuando llegué de París, allá ya se discutían los libros y las tesis de Simone de Beauvoir y de Jean Paul Sastre, entre otros. Todavía no se habían presentado las protestas de mayo del 68 pero estaba en el aire un ambiente de contracultura y se hablaba de revolución sexual, primeras píldoras anticonceptivas, aborto y libertad. Aterrizo en Colombia y encuentro que “mujer” era igual a “mamá”. No había sino madres por todas partes.

C.O.- ¿En su activismo también influyeron circunstancias personales?

F.T.- Sí. A finales de los 70 me separé después de un colombiano con el que estuve casada durante diez años. Tenía dos hijos pequeños y decidí quedarme porque me ‘enamoré’ de este país. Ingresé a la Nacional y conformé el grupo Mujer y Sociedad y la Escuela de Estudios de Género.

C.O.T.- ¿Cuáles triunfos trascendentes ha tenido el activismo feminista en el mundo en el siglo que se conmemora este año?

F.T.- Hay tres grandes hitos: el voto para las mujeres, la educación y lo que para mí es la piedra angular de la revolución femenina: el control de la fecundidad, o sea, la anticoncepción.