La paz de Colombia es nuestra esperanza
Con la inscripción de esta lista de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, de aspirantes al senado de la República, comienza la marcha de la esperanza de los que siempre soñaron una Colombia, sin guerra interna, con inclusión, es decir con verdadera democracia. Con vida digna para todos, es decir, con justicia social. Sin corruptos que como sanguijuelas le siguen chupando hasta el alma al pueblo. Sin congresistas acostumbrados a no pensar en el pueblo sino en su propio beneficio y que sostienen un discurso hipócrita cuando de referirse a las víctimas se trata. Este es el deber ser. Esta es nuestra esperanza.
Hagamos el pacto sagrado de todos los colombianos contra la impunidad de los poderosos, de aquellos que abusan de la gente y la humillan atrincherados en los cargos públicos, que atropellan los derechos humanos, que no le importa ni el hambre, ni la falta de abrigo, ni falta de educación, ni nada de los terribles padecimientos de los excluidos. Que se acabe el privilegio de esas castas oligárquicas que siempre han tenido a su disposición jueces y fiscales que los protegen contra todos los delitos que cometen. Este es el deber ser. Esta es nuestra esperanza.
Queremos rescatar de la niebla de la historia, el vibrato de la voz de Jorge Eliécer Gaitán para clamar en la pubertad de este siglo 21: pueblo colombiano ¡a la carga! Por la restauración moral de la República, ¡a la carga! Busquemos integrar, porque tenemos la fuerza para ello, un nuevo gobierno que haga valer los derechos de las pobrerías, sin engaños, respetando siempre su dignidad, y que trabaje por todos y no por un puñado de vacas sagradas.
Que la justicia sea para todos y no solo para aplastar a los de ruana y alpargata. Que La educación llegue a todos los niños y jóvenes de Colombia. Repartamos educación para que los más desfavorecidos puedan luchar contra la desigualdad.
Que la soberanía patria camine erguida ante los poderes del mundo reclamando tratamiento en pie de igualdad y respeto, y al mismo tiempo dispensando el guiño cariñoso y de hermandad a los pueblos vecinos.
Compatriotas, sabemos de su preocupación y asombro por el incumplimiento de aspectos sustantivos del acuerdo de paz firmado en La Habana, por la manera en que algunos legisladores destrozaron lo acordado y lo convirtieron en piltrafa bajo el estímulo de fallos que no tienen en cuenta los compromisos internaciones asumidos por el gobierno de Colombia al depositarlos tanto en Ginebra, como Acuerdo Especial, y en Nueva York como una declaración unilateral de Estado. Qué bien le haría a la paz de Colombia, a las altas instancias internacionales que ayudaron a construir el acuerdo, un pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia sobre los alcances de una declaración unilateral de Estado. Los acuerdos son para cumplirlos como se cumple la palabra del gallero.
Desde luego que no hemos venido aquí a llorar en el muro de las lamentaciones. Hemos venido a decirle al pueblo colombiano que la esperanza sigue viva, que tendremos futuro si unimos nuestras fuerzas en un raudal sonoro que irrumpa por todos los puntos cardinales de la patria inundándola de justicia y buen gobierno que tenga en cuenta al pueblo.
“Unidos seremos fuertes y mereceremos respeto; divididos y aislados, pereceremos”. Podemos lograr que las riquezas naturales de este país, al tiempo que generen ganancias a los inversores, coloquen a disposición los recursos necesarios para sacar al país de la pobreza, haciendo valer nuestra condición de propietarios de los bienes del común. Para esto necesitamos gente honrada en el Gobierno, en las cámaras del Congreso y en las altas magistraturas. Nada de carteles ni de saqueo de las finanzas públicas. Todo para el bienestar de los colombianos.
Vengan con nosotros, que nuestro discurso es distinto, puro y limpio, y despojado de demagogia, de esa que nos tiene hasta la coronilla. Nadie distinto a nosotros mismos puede hacer un gobierno justo, del pueblo y para el pueblo.
Con la fuerza alternativa y con la rosa roja que todos llevamos en nuestro corazón, podemos hacer un gobierno distinto salido del veredicto de la democracia. Un gobierno de transición que implemente los acuerdos de paz de La Habana. Nadie más que nosotros los colombianos provenientes de todos los colores partidarios podemos hacer realidad la Reforma Rural Integral, la titulación de la tierra a los campesinos, el mejoramiento de las condiciones de vida en el campo, el establecimiento de la democracia verdadera, sin trampas electorales, sin dineros podridos de empresas y empresarios corruptos que todo lo compran con plata, hasta el mismo poder. Sistema Integral de verdad justicia, Reparación y No Repetición, todo dirigido a reparar a las víctimas, colocando el énfasis en la Verdad, esa verdad que es capaz de sanar las más profundas heridas. Que se cumplan los compromisos de garantías jurídicas, de respeto a los derechos humanos, incluidos los económicos, sociales y culturales, que nunca las castas gobernantes los reconocen. Que se respete la palabra empeñada ante el gobierno suizo y Naciones Unidas.
Tendremos futuro, porque seremos nosotros mismos la fuerza del cambio y de la transformación pacífica de este país. Colombia sí puede cambiar. Tiene que cambiar.
La lista que hoy presentamos a consideración de nuestros compatriotas de la ciudad y el campo, y de los exiliados, está conformada por todos los anhelos de la sociedad. Confiamos en la potencia transformadora de las voluntades congregadas. El soberano tiene la palabra.
Consejo Político Nacional – FARC