La Monsanto algo hay de Francia a Estados Unidos a México y Colombia.
Un fallo reciente contra La Monsanto en Francia y la persecución judicial injusta y obsesiva adelantada por la multinacional en los Estados Unidos son las dos caras de una misma moneda.
Mientras en Francia los jueces dan la razón a los demandantes por publicidad engañosa al especificar en los envases del roundup o glifosato, que este es “amigable con el medio ambiente” y que se destruye en la tierra, sin producirla ningún tipo de daño, en Estados Unidos la transnacional demanda a campesinos de EU por uso de semillas transgénicas asegurando que los agricultores no compraron el producto y dejando de lado más bien que su productos por el proceso de polinización han contaminado los campos.
Para la empresa la pena de una multa pecuniaria, ni siquiera le supone gran preocupación en sus estados financieros, su imagen de por si deteriorada en ámbitos críticos, ambientalistas, sociales, campesinos organizados y de derechos humanos ha trascendido las fronteras europeas y ha llegado a la opinión pública mundial, lo que seguramente afectara ahora su buena imagen, y la percepción de consumidores de ser una empresa “ética” en todo el mundo.
El mundo conoce la actividad de la Monsanto, en el campo de los transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGMs), y en el de los agroquímicos.
“…Monsanto, tiene el monopolio y control de más del 90% de la superficie total sembrada con cultivos transgénicos en el mundo. Las semillas de mayor venta en el mundo, son tolerantes al herbicida glifosato, pero en realidad la venta de estas semillas sólo son el instrumento para mantener y aumentar las ventas del herbicida, propiedad de Monsanto. Estas semillas y tecnologías son protegidas y controladas por las empresas a través de patentes o derechos de propiedad sobre plantas, animales y del material genético de seres vivos…” .
El aparente bienestar que se generaría por las OGMs ha ido quedando al descubierto, por las afecciones en la salud humana, las modificaciones ambientales y orgánicas, la modificación estructural de las relaciones campo seres humanos, seres humanos biodiversidad, territorio y sistemas de vida, la apropiación ilegal y legal de frutos y la obligación a través de las políticas públicas de países empobrecidos de acrecentar el uso de semillas mejoradas.
Lo más sagrado de la vida, la capacidad de reproducirla y multiplicarla se ha ido convirtiendo en historia pasada, con las actividades que esta y otras empresas desarrollan en todo el mundo. Las semillas genéticamente modificadas, de maíz, soya, algodón bajo este esquema van mostrando la dependencia del campesino sobre los productos de la empresa. Los granos recogidos en la cosecha, no pueden volver a usarse, o pueden ser sembrados, pero pueden volver a producir, salvo con la adquisición de una nueva semilla con el nombre de Monsanto o con una serie de nutrientes, que solo produce La Monsanto. Uso dentro de toda la etapa, de preparación, de siembra y de cosecha de productos de La Monsanto, como el uso de herbicidas, por supuesto, producidos por La Monsanto como el famoso Roundup o glifosato. Usados también en Colombia en plantaciones de Palma y en la erradicación de la coca.
El campesino que compró semillas transgénicas, se ve obligado a comprar más de nuevo para volver a sembrar. Todo ello bajo la promesa falsa de que con las semillas transgénicas, la producción es mayor. Y con el aliciente de que, si usa semillas transgénicas de la Monsanto, también podrá usar cuantas cantidades quiera de herbicidas, también de la Monsanto, pues precisamente las semillas se han modificado genéticamente para que resistan el poderoso herbicida que mata el resto de hierbas que pueda haber alrededor.
Pero a la engañosa publicidad de La Monsanto, le continúa una serie de técnicas y mecanismos de control y de persecución sobre sus usuarios o sobre quiénes se ven afectados por el uso de sus productos. De acuerdo con Green Peace, La Monsanto realiza investigaciones exhaustivas hacia los agricultores, demandas contra agricultores a quiénes considera han violado el uso de patentes o de exclusividad de la semilla.
Muy pocos compradores, consumidores incautos, conocen de la posibilidad de ser demandados. Otros con desconcierto y sorpresa son demandados por la empresa cuando este considera que su monopolio mundial sobre la vida vegetal entra en riesgo por la existencia de siembras con semillas nativas, a las que considera atentatorias de las patentes.
Dos caras de una misma empresa, la que se muestra como benefactora de la humanidad por la biotecnología, la misma que engaña mostrándose como la bondad suma en términos ecológicas, la que oculta su rostro de hierro con el cual persigue a sus propios compradores y usuarios, y a quiénes concibe como sus enemigos.
Algo de verdad empieza ya a aparecer en relación a la actividad de este gigante empresarial. Pero queremos la verdad, la única Verdad invisibilizada, más justicia, en relación a sus actividades en Colombia. Aquí ha existido una irregular forma de introducción de las semillas transgénicas en el país, como en lo relativo al lucrativo negocio de las aspersiones con glifosato. Bajo la excusa del ataque a los cultivos de uso ilícito La Monsanto ofrece sus productos en el paquete del Plan Colombia; los que están ocasionando desplazamiento, destrucción de los cultivos de supervivencia de los campesinos, enfermedades, modificaciones de los ecosistemas, y problemas entre pueblos. Pero olvida La Monsanto y el Gobierno Colombiano que incluso Afganistán, tan amigo de Estados Unidos, se ha negado a rociar con glifosato sus territorios como forma de acabar con la amapola!. Falta de vergüenza y de dignidad en los dirigentes colombianos, al fin y al cabo son parte de la misma estirpe de negociantes del planeta y de la criminalidad que se viste de ecologismo, de democratismo y de pacifismo.
Algo hay de Francia a Estados Unidos a México y Colombia. Los pueblos, las comunidades, los sectores de la sociedad civil tendremos una nueva oportunidad de conocer a La Monsanto, en una Pre Audiencia en Medellín entre el 22 y 23 de febrero y en la cuenca del Cacarica, el 25 y 26 de Febrero, dentro de la Audiencia sobre Biodiversidad, que se inscribe en la 32 Sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos. Allí, más verdad. Allí más condena, condena ética, el lugar desde que el mundo podrá ser otro.
Adjunto Artículos
Monsanto demanda a campesinos de EU por uso de semillas transgénicas, La Jornada, México, Febrero 8 de 2007
UN FALLO CONTRA MONSANTO EN FRANCIA, Las mentiras del glifosato, El Tiempo, Bogotá, Febrero 8 de 2007
Monsanto demanda a campesinos de EU por uso de semillas transgénicas
En varios casos, las cosechas se han contaminado por el proceso natural de polinización
La trasnacional asegura que los agricultores no compraron el producto
ANGELICA ENCISO L.
Alrededor de 190 productores de Estados Unidos han sido objeto de demandas por parte de Monsanto porque, presuntamente, los jornaleros utilizaron sus semillas transgénicas sin haberlas comprado; no obstante, varios de estos casos ocurrieron por la polinización natural.
Para ubicar a los campesinos, la trasnacional realiza arduas investigaciones, “así como duras acusaciones que han llevado a los agricultores a cambiar el modo de cosechar. Ante esto, el resultado es una agresión a los procedimientos agrícolas tradicionales que han perdurado durante siglos”, señala el reporte del Centro de Seguridad Alimentaria de Estados Unidos denominado Monsanto contra los productores estadunidenses.
Ahora que las empresas productoras de transgénicos presentan el cultivo de maíz biotecnológico como una “opción” para elevar la productividad en México, no hablan de las consecuencias jurídicas que esto puede tener, específicamente con el flujo de genes, como el ocurrido en la sierra Juárez de Oaxaca en 2001, de lo cual no se estableció responsabilidad a los dueños de los transgenes, y que en otros países ha llevado a sancionar a los campesinos.
El documento refiere que Monsanto ha hecho un “claro esfuerzo por controlar las patentes de la tecnología en la ingeniería genética, germoplasma y además del uso de las semillas”, lo cual ha llevado a esta empresa a ser líder en el campo de la biotecnología agrícola.
Los esfuerzos de Monsanto para demandar a los productores se pueden dividir en tres etapas: investigaciones hacia los agricultores, acuerdos extrajudiciales y litigios en contra de éstos que la compañía haya considerado que violan la patente, indica el documento traducido por Greenpeace.
Detalla que a la corte judicial estadunidense han llegado juicios de 147 agricultores y de 39 pequeñas empresas agrícolas, “muchos de ellos han sido demandados después de que sus parcelas se contaminaron con polen o semillas que pertenecían a un cultivo transgénico… a simple vista parece no importar si el uso fue sin premeditación, o si nunca se firmó un contrato”.
Cambios a la agricultura
Advierte que a partir de la introducción de cultivos transgénicos, la agricultura ha sufrido una transformación considerable para cientos de productores de Estados Unidos. Conforme aumenta el número de productores “sujetos de hostigamiento, investigación y acusación por parte de la empresa, sobre un supuesto incumplimiento de lo acuerdos de patentes de semillas y uso de tecnología, debería existir mayor presión para revocar las políticas gubernamentales que sustentan dicha persecución”, agrega.
Cuando los campesinos firman un contrato con esta empresa, se les prohíbe el almacenamiento de las semillas y se les obliga a adquirirlas cada año, los cual le ha dado “un control nunca antes visto sobre la venta y uso de los granos en Estados Unidos”.
El control de esta empresa “se complementa con un factor de vital importancia que utiliza en su beneficio: de forma natural las plantas suelen reproducirse gracias a la polinización y se combina con otras plantas. Ya que Monsanto posee patentes de las características y semillas transgénicas, el cultivo contaminado se convierte en propiedad de la compañía, incluso para aquellos productores que no adquieren o no conocen cómo se utiliza la tecnología patentada de Monsanto”.
Tomado de El Tiempo, Bogotá
UN FALLO CONTRA MONSANTO EN FRANCIA
Las mentiras del glifosato
Olga L. Gonzalez. Columnista de EL TIEMPO.
En el año 2001, la asociación Eaux et Rivières de Bretagne había
denunciado a Monsanto por anunciar que su producto RoundUp era eficiente y no
presentaba riesgos para el medio ambiente. Las etiquetas del herbicida
que los campesinos y jardineros adquirían aseguraba que éste era “100
por ciento biodegradable, limpio”.
El usuario con conciencia ecológica lo prefería a otros, porque
Monsanto le aseguraba que el producto “respeta el medioambiente” y que,
“utilizado según las indicaciones del fabricante, no presenta riesgos
particulares para el ser humano o los animales domésticos”. En la publicidad
de televisión, un perro pulverizaba el producto sobre la maleza, lo que
da entender que este veneno era un elemento que se conjugaba
“naturalmente” con el medio
ambiente.
Toda esta prosa y estas imágenes tranquilizadoras eran mentiras llanas
de la firma para apoderarse del lucrativo mercado de los herbicidas. A
sabiendas de que la sociedad francesa es sensible con el tema
ambiental, Monsanto había desarrollado una agresiva campaña publicitaria
tendiente a desestimar su peligrosidad y banalizar su uso.
Pero las prácticas tramposas de ‘Monsatán’ ya eran conocidas por varias
federaciones campesinas, que han tenido que vérselas en otros asuntos
con la compañía (la firma es líder mundial en producción de organismos
genéticamente modificados, y ha sido acusada de procederes sumamente
opacos).
La ONG adjuntó un conjunto de pruebas que demostraban la indudable
nocividad del glifosato: en primer lugar, la presencia de las dos moléculas
químicas producidas por el RoundUp en el 55 por ciento y en el 35 por
ciento de las aguas superficiales de los ríos y quebradas. En segundo
lugar, estudios de laboratorios científicos: el equipo del profesor
Robert Bellé demostró el carácter potencialmente cancerígeno del herbicida.
A su vez, trabajos en biología molecular demostraron que el RoundUp es
un perturbador del sistema endocrino. Gilles Seralini sostiene que
puede haber una relación con los altos niveles de nacimientos prematuros y
abortos en las mujeres granjeras que utilizan el glifosato.
Desde el punto de vista jurídico, la demanda contaba con otro
fundamento: en el año 2001, la Comisión Europea había clasificado al glifosato
como “tóxico para los organismos acuáticos” y capaz de “provocar efectos
nefastos para el ambiente a largo plazo”.
Este conjunto de pruebas pesó en la decisión del tribunal del pasado 26
de enero. Si la pena no fue más alta, se debe probablemente a que
Monsanto había dejado de mentir. Hoy, las instrucciones de sus herbicidas
son muy estrictas en lo que se refiere a la manipulación del glifosato.
En los países del Norte, los científicos se mantienen alertas sobre la
peligrosidad del glifosato. Los usuarios están atentos a las
indicaciones de las etiquetas. El derecho acompaña estos procesos.
Todo esto está muy lejos de la manera pintoresca e irresponsable como
se aborda el tema en Colombia. El RoundUp Ultra se asperja por vía
aérea.
El producto criollo tiene una elevadísima concentración, y se mezcla
con aditivos sobre los cuales no existe información pública. No se
realizan estudios independientes para evaluar los riesgos. Los argumentos
para asperjar son peregrinos (lo de “vencer el narcotráfico” es un sofisma
de distracción, como lo demuestra más de una década de intensa
fumigación).
Mientras tanto, la firma que se inventó el “agente naranja” acrecienta
su enorme poder y utiliza las selvas verdes colombianas como
laboratorio a gran escala.
Olga L. Gonzalez