La lógica de la oportunidad
Con la firma de los acuerdos definitivos de paz en La Habana, Colombia acaba de alcanzar una conquista histórica. No habrá, sin embargo, mucho tiempo para celebrar.
El país no se va a transformar de manera mágica. Los que se acostaron el miércoles con acné o con cálculos renales amanecieron el jueves con acné y cálculos. Como subrayó con tanta razón Humberto de la Calle: nos encontramos frente a una oportunidad gigantesca. No más, no menos. Pero las oportunidades hay que aprovecharlas. Lo que comienza ahora es una carrera de obstáculos, en el mejor estilo de los Juegos Olímpicos (sólo que más larga y peleada). Lo primero que se nos viene encima es el plebiscito. Si pasamos esa valla, entonces nos enfrentaremos al reto, mucho más complicado e interesante, de la implementación de los acuerdos. Para el camino que nos espera es bueno tener a la mano una colección de argumentos simples y contundentes a favor del Sí a la paz.
El primero y más básico es que votar por el No en el plebiscito es simple y llanamente lanzarnos de vuelta a la guerra. La oposición de extrema derecha trata ahora de confundir a la opinión, afirmando que promueve el No para renegociar. Esto es completa, abrumadoramente inverosímil, y el uribismo lo sabe. Primero, el país acaba de pasar cuatro años de conversaciones, y no puede embarcarse en un nuevo ciclo, para el que no está preparado, y cuya duración sería indeterminada. Segundo, por más disciplinadas que sean las Farc, si el electorado echa abajo el acuerdo, irían inevitablemente a una fractura. No sólo porque se pondrían en cuestión temas muy sensibles para la guerrilla, sino porque quedaría en entredicho (¡una vez más!) la capacidad del Estado de mantener la palabra empeñada. Tercero, porque una victoria de la extrema en el plebiscito debilitaría fatalmente a las fuerzas pro-paz.
Con característica mala fe, el uribismo ha apostado a promover o atizar esas potenciales vulnerabilidades del proceso, mientras se arropa tras la bandera de la renegociación. En efecto, fue el primero en denunciar, casi desde el primer día, la “larguísima” duración de las conversaciones. Ahora quiere extenderlas más. Cuando aparecieron signos de que algunos elementos de las Farc podrían entrar en disidencia, los celebraron con entusiasmo. Ahora su genial idea es poner a esa fuerza contra la pared. Y, en efecto, los uribistas han adoptado la consigna de lucha contra la impunidad, pero entretanto defienden a rajatabla la corrupción cuando ella es cometida por sus amiguetes. Estas gentes, que nunca han presentado una idea constructiva para la paz, que siempre han tratado de sabotearla y obstaculizarla, la hundirían sin ningún reato de consciencia apenas tuvieran el poder para hacerlo. Como no les temblaría la mano para resucitar a los Jorge Noguera y otros muchachos de buena familia en cuanto se les diera la oportunidad.
El Sí es la paz. El No es la guerra. Esa es la disyuntiva frente a la que estamos.
Durmiendo con el enemigo. Germán Vargas no deja de sorprender. Dice que celebra los acuerdos, pero que hay que leerlos. ¿No tuvo literalmente años para enterarse en qué va el proceso? ¿O es que se los gastó armando su propio combo? A Vargas le han dado una carretera 4G para su candidatura presidencial, ¿y cree que puede darse el lujo de jugar frívolamente con la apuesta principal de las fuerzas políticas que lo tienen allí, una apuesta con la que literalmente se juegan el pellejo? En cualquier sistema político con un mínimo de sensatez, si un alto funcionario gubernamental no apoya el programa del gobierno, esto tiene consecuencias. Si no va a dar una mano en el plebiscito, por lo menos no le pavimenten su candidatura, ¿vale? ¿No será hora de cortarle el chorro?
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/logica-de-oportunidad