La Cosa Nostra y los paramilitares
Es una elección excelente. De hecho, Ingroia es uno de los mayores conocedores del fenómeno mafioso. Unos días antes de su nombramiento entrevisté a Ingroia en su oficina en Palermo, para hablar de la mafia y de Colombia.
Detrás de su escritorio hay una gran imagen de Paolo Borsellino y Giovanni Falcone, los fiscales que lideraron los procesos contra la cúpula de la Cosa Nostra y que fueron asesinados en dos atentados hace 20 años. Desde el comienzo de su carrera, Antonio Ingroia trabajó al lado de Borsellino y Falcone. Hoy, Ingroia sigue sus pasos y con gran coraje ha investigado a jefes de Cosa Nostra, así como de dirigentes políticos con estrechos vínculos con Silvio Berlusconi.
Toqué a su puerta por mi interés en validar la intuición que a lo largo de los años surgió durante mi trabajo de campo en Colombia de una analogía entre la mafia siciliana y los paramilitares. De hecho, lo que caracteriza a la mafia y a los paramilitares no son sólo los ejércitos de asesinos, sino una realidad mucho más profunda y turbia. La mafia y los paramilitares no son delincuencia organizada ordinaria.
La articulación de la mafia con los poderes legítimos del Estado, así como con la economía legal, es lo que distingue a la mafia como fenómeno, me dijo Ingroia, destacando así algo que caracteriza también a los paramilitares. A través de la acumulación de riqueza, la mafia pretende extender su poder, lo cual es su principal objetivo. En otras palabras, la mafia es un sistema de poder criminal caracterizado en un territorio por sus múltiples articulaciones con otros poderes. A través del control territorial, la mafia logra ventajas económicas, controla la asignación de obras públicas, ejerce con eficacia la intimidación y orienta las decisiones políticas.
Ya que la mafia, Ingroia resaltó, es un sistema de poder que administra poder, la mafia, con el fin de aumentar su poder, necesariamente está interesada en colaborar con otros sistemas de poder. La mafia, por lo tanto, no es una organización antiestatal, sino que está a la vez a favor y en contra del Estado. Es esta duplicidad ambigua la que relaciona la Cosa Nostra a los paramilitares en Colombia. “No somos gobernativos pero estamos a favor del Estado”, me dijo una vez en una entrevista el líder paramilitar del Cacique Nutibara, Job.
El fenómeno de la mafia, entendido en los términos de la conversación con el fiscal Ingroia, sigue siendo una presencia influyente hoy en Colombia. La actividad de las llamadas bandas criminales o del narcotráfico no se puede ver como una realidad confinada al submundo de la delincuencia. Lo que debe entenderse es la totalidad de las articulaciones de grupos criminales con los mercados legales, con otros poderes legítimos y con sus padrinos políticos. Sólo comprendiendo con exactitud la complejidad del fenómeno mafioso se pueden entender dinámicas fundamentales de hoy en Colombia, inclusive de su actual coyuntura política.
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