La cifra de pobreza, con y sin contexto

El gobierno de Álvaro Uribe ha invertido casi siete billones de pesos en programas para reducir la extrema pobreza, una inversión sin precedentes en la historia del país. En el mismo período, la economía tuvo un crecimiento promedio de 4,6 por ciento, una bonanza que no se veía desde la década de los setenta. Por eso, aunque las cifras de pobreza reveladas ayer arrojan algunos datos positivos, en general desilusionan.

Según el informe presentado ayer por la Misión de Expertos, conformada entre otros, por Planeación Nacional y el DANE, la pobreza se redujo en promedio 7,7 puntos entre 2002 y 2008, y en las 13 grandes ciudades 10 puntos.

La indigencia disminuyó menos de dos puntos y la desigualdad se mantuvo igual.

En personas de carne y hueso, eso significa que en Colombia a finales del 2008, antes de que la crisis económica mundial golpeara al país, había 20,2 millones de colombianos pobres, y de ellos, 7,9 millones viven en situación de indigencia, es decir, que viven con menos de 2,5 dólares al día (150 mil pesos al mes).
Lo preocupante de estas cifras es que los programas de alivio a la pobreza extrema no pasan la prueba ácida.

Desde que el programa Familias en Acción fue creado en el 2002, ha beneficiado casi dos millones de familias con susbsidios de entre 60 y 110 mil pesos mensuales con la condición de que mantengan a sus hijos en el colegio y cumplan con unas metas de nutrición.

Por su parte, para finales del 2008, según datos del gobierno, el programa Red Juntos había afiliado 1,2 millones de familias en extrema pobreza para darles una atención integral desde diferentes entidades del Estado.

Todos estos recursos salieron en parte del presupuesto nacional. Pero una buena porción -330 millones de dólares- fue endeudamiento externo.

Si se tiene en cuenta que por ejemplo Brasil, con su programa de Bolsas de Familia, logró sacar de la línea de pobreza entre 2004 y 2006, 6 millones de personas cada año y redujo 0,7 el coeficiente Gini entre 2000 y 2007, los logros de los programas colombianos son relativos sobre todo porque el gran esfuerzo de la inversión se ha ido a programas asistencialistas.

Programas que además han tenido problemas de focalización: la plata no le llega siempre a los que más lo necesitan. Dado el crecimiento exponencial de Familias en Acción, el programa bandera del gobierno, muchos subsidios comienzan a llegar a quiénes es más fácil llegarle en las ciudades que a los más pobres de los pobres en las zonas rurales y alejadas, que además no votan.

Este programa es uno de los pocos rubros que crece en el presupuesto que acaba de presentar el gobierno al Congreso. Familias en Acción creció de 2,1 a 2,6 millones de familias, con una inversión de dos billones de pesos para el 2010, 500 mil pesos más que en el 2009. Y algunos expertos dudan de que la condicionalidad de mantener a los niños en el colegio y los niveles de nutrición se estén cumpliendo, dado que las cifras de deserción escolar no han mejorado sustancialmente.

“Con estas medidas hay unos resultados positivos, pero el tema de fondo es que todos los programas son asistencialistas”, dice la investigadora de Fedesarrollo Marcela Meléndez. “No estamos haciendo nada frente a la desocupación. En el momento en que se corten los subsidios, vuelve a aumentar la pobreza”.

De hecho, de los 17 millones de trabajadores ocupados en Colombia, cerca de ocho millones viven con ingresos mensuales por debajo del salario mínimo y 4,7 millones viven con ingresos mensuales de medio salario mínimo o menos. Y solo 4,4 millones cotizan para recibir una pensión en la vejez, según datos del Banco Mundial del 2008.

El investigador de la Universidad Nacional Jorge Iván González, que fue uno de los miembros de la Misión de Expertos piensa igual a Meléndez. “Las políticas de Familias en Acción sí hacen algo para reducir pobreza, pero no tocan los temas distributivos”, explica González. “Para eso es necesario hacer una reforma agraria, aumentar el predial rural, cobrar las plusvalías urbanas, tener prediales urbanos progresivos”.

Estos temas estructurales y más difíciles han tenido menos atención del Gobierno. Incluso algunas políticas han impactado la pobreza. Por ejemplo, en el 2007, cuando la economía tuvo su pico de crecimiento, las políticas proteccionistas del Ministerio de Agricultura dispararon los precios de alimentos que golpean de frente las cifras de indigencia.

Un indigente, según el ‘termómetro’ usado en Colombia, es una persona que vive con dos dólares diarios o menos. Por eso, cualquier variación en el precio de los alimentos afecta el número total de personas bajo la línea de miseria. La buena noticia de esto es que una disminución del precio en este campo con una baja inflación, por ejemplo, sacaría a millones de personas de la indigencia.

Si bien que 20 millones de personas sean pobres es una cifra altísima, incluso en América Latina, es bueno saber quién se considera pobre: una familia de cuatro con ingresos de 1,400.000 pesos mensuales ya se considera pobre y sin embargo, lo más probable es que viva en un apartamento propio con dos cuartos. Esto, porque Colombia tiene una línea de pobreza muy alta. Es de 6,13 dólares al día, mientras que un país como Ecuador se considera pobre solo quien gana menos de 2,08 diarios, en Costa Rica 2,50 y en Chile 3,40.

Será interesante ver qué impacto tiene este informe sobre la contienda electoral.

Por fin, una metodología

Uno de los aspectos más positivos de la cifra revelada ayer, es que Colombia por fin cuenta de nuevo con un indicador de pobreza confiable. A mediados del 2006, el DANE cambió la metodología para medir la pobreza y desde entonces el país se quedó sin brújula para evaluar si las políticas económicas estaban ayudando a los colombianos a mejorar sus ingresos y a reducir la brecha entre ricos y pobres.

Ernesto Rojas Morales, el anterior director del DANE, en un arranque de independencia y con el objetivo de mejorar la información y ahorrar costos decidió en el 2006 amarrar varias encuestas como la de Hogares y Calidad de Vida en una sola que denominó la Gran Encuesta. Es lo que los expertos llaman una ‘encuesta portaviones’ que toma variables comunes como el empleo, el ingreso y las une en una sóla medida.

Para ello, realizó varios cambios en la metodología: amplió la muestra; triplicó las preguntas del formulario; cambió el informante: si antes cualquier miembro de familia podía responder sobre todo su grupo, ahora lo tenía que hacer cada persona individualmente; y cambió el método de recolección en papel por un dispositivo electrónico que generaba cierta desconfianza entre los encuestados.

Como resultado de estas ‘mejoras’, de un mes a otro apareció una pérdida de un millón doscientos mil empleos en el 2006, un fenómeno casi imposible cuando la economía crecía al siete por ciento.

Ahora por lo menos el país cuenta con un instrumento confiable para evaluar a este gobierno en este campo de la pobreza y la equidad, temas que desde ya están comenzando a ser usados por los candidatos presidenciales para posicionarse en el debate público. Ver artículo.

http://www.lasillavacia.com/historia/3926