JOSUE GIRALDO CARDONA

Asesinado el 13 de octubre de 1996

Villavicencio – Meta

Memoria y Justicia

Hace 10 años… un domingo en la mañana, 13 de octubre, Josué Giraldo Cardona fue asesinado a tiros por un miembro de los grupos paramilitares frente a su casa en la ciudad de Villavicencio, mientras jugaba con sus hijas, Sara y Natalia (éstas dos presenciaron el asesinato de su padre), y en presencia del ciudadano norteamericano Michael López. El asesino, después de rematar a Josué, se fue en una moto por la vía que conduce al Municipio de Acacias donde se encuentra la sede de la VII brigada del Ejército, que ha sido denunciada en reiteradas ocasiones por apoyar a los grupos paramilitares de la Región del Meta.


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El comandante de la VII Brigada de ese momento, General Rodolfo Herrera Luna, expresó en un discurso público el 5 de septiembre de 1996 en el municipio de Mesetas (Meta), “los defensores de los derechos humanos son como mensajeros de la guerrilla”.

El asesinato de Josué Giraldo es parte de esa cadena de crímenes anunciado que el Estado nunca quiso evitar, que por el contrario propició.

Pero Josué siempre fue conciente del riesgo, de su amor de esposo y de padre, de la pasión por las grandes causas enfrentó el terror, afirmó la vida y los sueños por eso ” ceder es más terrible que la muerte misma”.

El Estado y el paramilitarismo nos han hecho cerrar las oficinas, pero no han doblegado, ni doblegarán, nuestra voluntad ni nuestro compromiso. La comunidad internacional ha sido muy importante para nosotros en estos duros años de nuestra gestión; queremos que no desfallezcan en su ayuda a los trabajadores por los derechos humanos. Seguiremos invirtiendo de la mejor manera el apoyo que recibimos.

A estas alturas, en medio de las ordalías de la guerra, de la tragedia, de la destrucción, de la muerte, uno aprende a convivir con estos factores de tal manera que al asumirlos evitamos que nos destruyan interiormente para poder seguir adelante en el reto de superarlos. Por lo demás yo he ido desarrollando un instinto que me permite percibir lo que se mueve a mi lado, lo que se está tramando de tal forma que no siento temor, no siento miedo.

Miedo, miedo si siento pero por mi familia, por mi esposa, por mis hijas. Es un miedo que no me permite dormir, el hecho que puedan poner una bomba en la casa, que puedan atentar contra mis niñas me hace desgraciado.
A veces me da por pensar que es un acto de cobardía el irse. El hecho de ser obligado a dejar las cosas que has construido, los espacios de lucha que te enriquecen en tu condición de ser humano, y dejarlo todo por las amenazas o la inminencia de la muerte, es enajenarle tu libertad a los verdugos, es endosarle al criminal la condición de un dios que puede decidir sobre tu vida o tu muerte. No lo acepto, ceder, me parece más terrible que la muerte misma”.

Bogotá, D.C Octubre 13 de 2006

COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ