Inamovibles que obstruyen el camino hacia la paz

“El optimismo no puede alimentarse con mentiras, sino con la verdad”.
(Julius Fucik)

Para comprender la historia del poco avance de los procesos de diálogo con la insurgencia en Colombia, basta con observar los “inamovibles” impuestos por la clase dominante, constituidos en una barrera que impide avanzar hacia la paz.


Con excepción del expresidente Belisario Betancourt, que durante los diálogos reconoció “las causas del conflicto interno”, los sucesivos gobiernos han ignorado éstas, desconocido el carácter político de la guerrilla calificándola de amenaza terrorista e imponiendo un modelo que pone como condición la suspensión unilateral de hostilidades, desmovilización y desarme.

Los distintos gobiernos en representación de los intereses de la oligarquía, han pretendido que el proceso de paz se inicie con lo que debe ser el final, convirtiendo aquellos en “inamovibles”, apuntalado con el otro argumento, que si la guerrilla no hace gestos unilaterales de voluntad, la sociedad no acepta dicho proceso y las fuerzas armadas se desmoralizan; argumentos éstos que sólo han servido para prolongar la guerra interna, mantener el país igual y nada cambie, evadiendo los gobiernos, la responsabilidad constitucional de buscar y propiciar la paz real, estable y duradera que tienen como fundamento las trasformaciones estructurales que el momento socio-político colombiano exige.

El mayor referente a que acuden y en lo que coinciden guerreristas y “pacifistas”, los llamados “tanques de pensamiento” de las ONGs al servicio del régimen, es en el modelo de negociación y acuerdos con el M–19 y las otras guerrillas desmovilizadas a finales de la década del 80 y principios del 90. Este modelo fracasado, ha sido utilizado como otro “inamovible”, exigiendo a la insurgencia que siga el mismo proceso endilgando que no tiene la voluntad de paz.

Los acuerdos de paz con las guerrillas a finales del siglo pasado no significaron mayores avances hacia la paz, el país ni siquiera siguió igual, sino peor con menos democracia, más injusta distribución del ingreso nacional y menos justicia social, más violencia, degradación ética y moral y se disparó la corrupción, como se constata en los distintos índices de medición de la realidad del país.

El modelo de paz de los años 90 no se puede tomar como un inamovible; por el contrario tiene que ser superado con sensatez y ecuanimidad, pues éste no superó el conflicto interno y sólo sirvió para acrecentarlo, ahogar los clamores de justicia social, democracia, dignidad, soberanía nacional, y apuntalar el modelo neoliberal, igualmente fracasado como se evidencia en la actual crisis prolongada del capitalismo, que tiene a Europa y los Estados Unidos sin poder encontrar salidas a su crisis.

Aquellos fue un proceso de desmovilización y desarme con minimos garantías para los desmovilizados, no fue más que eso, no trascendió en la superación del conflicto social y armado, porque no se ocupó de soluciones a las causas que generaron y alimentan el mismo.

Un clamor generalizado y que cada día toma más fuerza en el país, es el deseo y la necesidad de construir la paz; a ésta exigencia la Comandancia del ELN ha respondido más de una vez que tiene la voluntad y disposición a buscar y contribuir a que se de la paz en Colombia. La oligarquía y el gobierno que la representa tienen que dar igualmente, manifestaciones de tener real voluntad de paz y no de pacificación, como ha sido hasta el momento.

Hay que pensar en soluciones realistas a los grandes problemas que afligen a los colombianos y ser generosos con el país que es de todos y no solo irradiar beneficios para unos pocos, que se empecinan en mantener como sagrado el Estado y orden actual, y el de los guerreristas que juegan a la guerra para enriquecerse y acumular poder. Esta situación así no lo consideren se les está volviendo insostenible.

Los procesos de paz hasta ahora no han avanzado, porque no abordaron las causas del conflicto y se evadió las soluciones, reduciéndose a acuerdos entre el gobierno y la guerrilla, de espaldas al pueblo que es víctima de la guerra interna y del conflicto social, y que con mayor fuerza clama por la paz.

El acuerdo para la paz real, estable y duradera, tiene que abrir procesos de justicia social, democracia real y participativa, dignidad y soberanía nacional; buscar soluciones a los problemas aplazados que tiene el país. No se trata por lo tanto de cambiar desmovilización y armas por unas mesadas, el acceso a becas, cupos de taxis o compartir burocracia estatal.

Nuestra Comandancia ha expresado con claridad que el ELN está dispuesto a abrir el diálogo con el actual gobierno, en un proceso serio, responsable, respetuoso, sin trampas y sin hostilidad, que facilite el restablecimiento de la confianza y genere un ambiente favorable para abordar las causas del conflicto armado y social, donde se apunte a levantar las bases sobre los cuales construir la paz real, estable y duradera.

El gobierno y la clase que lo representa tienen la palabra de si están dispuestos a buscar y permitir que se supere el medio siglo de conflicto interno, haciendo a lado las voces de los guerreristas que quieren prolongar la guerra que les trae grandes beneficios económicos y poder.

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