Ha Pasado a La Historia – Ángela Salazar
De raíz negra. De ese bello color de existir, negado por este país aún colonial. Arraigada al pacífico norte, trasegando en las tierras del Urabá y Antioquia. Identidad itinerante en tierras del despojo en la que tu simplicidad profunda era un grito, un llamado al respeto, al reconocimiento de la etnicidad. Expresabas el grito acallado de miles de afrocolombianos que siguen siendo esclavizados en las nuevas formas de la dominación.
Antes de Comisionada de la Verdad, eras la lideresa. La de escucha silenciosa, la de escritura selectiva con una mirada de timidez, de cierta desconfianza o de esos miedos heredados. Te gozabas en las palabras cercanas, las pronunciadas en la proximidad, en el cierto cuchicheo, y tu alma vibraba en el baile. Siempre fuiste la misma, con cargo o sin cargo, nunca fuiste más que otros, entre los miedos de la vida, expresaste lo que pensabas adentro y fuera de la Comisión de la Verdad. Nada infidente. Sabías guardar lealtades, aún hasta el último momento, cuando la ingenuidad desconoce asuntos de poderes y rapiñas.
Ser Comisionada te hizo seguir siendo igual. Ni vanas ostentaciones ni grandes discursos, con el sentido común de la experiencia, como miles de afrocolombianos, desnudaste verdades, muchas que tampoco conoceremos. Siendo tú tejiste muchas verdades que es posible que queden ocultas. Conociste a protagonistas de nuestras historias de violencias porque viviste en carne propia, incluso, hasta el lunes pasado, cuando fuiste internada por COVID19, esas violencias de la Mejor Esquina de América. Violencias de exclusión étnica, violencia institucional, violencia armada de poderosos. Desde tu cotidiano vivir emanaban análisis y conclusiones, preguntas naturales e inoportunas, y las preguntas, las que pocos se atrevían a pronunciar por mantener la a veces insana diplomacia.
Sin protagonismo alguno, tomado fuerza de tu propia historia, compartías con los tuyos de igual a igual. Hablabas con unos y otros, con la sabiduría de los pueblos, muy distante de disquisiciones académicas. Un olfato natural que desató verdades en Cacarica. Justo participando al final del Primer Festival de las Memorias en 2019. Hablaste de ese territorio en el momento de su historia de la primera fase paramilitar. La autoridad de esa historia estaba dada por esas conexiones vitales en territorios. Sabías quiénes están detrás de tanta violencia, planeando y beneficiándose. Comprendiste perfectamente las traiciones de la guerra, las propias de la imposición de un modelo de la economía que desconoce lo plural, las etnias, el campesinado y los ecosistemas.
Estuviste en Cenas de Memorias escuchando a afectados y grupos de responsables, Descubriste los temores de los protagonistas de la violencia. Sus temores a decir, los nombres de los poderosos que han desarraigado, acaparado las tierras e intentado despojar la existencia de los negros, de la bella alma de nuestro pueblo negro. Y nunca por ello desconociste a los indígenas, a los campesinos. Lo asumías como parte de nuestro país en construcción de la inclusión.
Como una cualquiera, y por eso muy cercana, percibiste los secretos de responsables de la violencia y de los afectados por esas violencias en el Urabá y el Bajo Atrato, asumiste que somos parte de un todo, que las verdades nos deben llevar a la reconstrucción de la mente, del cuerpo y del alma. Somos lo que somos y podemos transformarnos, pero las transformaciones son integrales, transversales, más allá de las ideologías son el corazón y en la comprensión que todos somos Colombia, somos humanidad. Y así, nos encontramos.
Gracias Ángela por tu bondad a flor de piel.
Gracias atenta escucha de las historias de todas y todos.
Gracias por la sonrisa infaltable.
Seguimos en la Vida honrando esas memorias por las verdades que necesitamos hoy.