Gonzalo Bravo Pérez
Gonzalo, junto a un grupo de estudiantes, ese 8 de junio de 1929, marchaban en protesta por la crisis que se estaba viviendo en el país a raíz de la violencia que estremeció a un centenar de campesinos y trabajadores y que se manifestó en diferentes hechos atroces contra la población civil, uno de los más recordados fue la masacre de las bananeras.
Los estudiantes apostaron sin miedo a exigir justicia y reparación por los daños causados a sectores sociales campesinos, obreros y estudiantiles ocasionados por las políticas de opresión.
Su recorrido terminó en la casa de Nariño, en ese entonces, conocido como Palacio de la Carrera, cuando la Policía intentó disolver la concentración con disparos a los manifestantes, esparciendo en el ambiente el miedo, pretendiendo silenciar las exigencias: el fin de la “rosca”, término usado por los estudiantes, para definir al régimen que estaba incautando la justicia.
Gonzalo Bravo Pérez, estudiante comprometido con su carrera, fue la víctima fatal de las balas de la Policía.
Gonzalo, pertenecía a una familia de tradición en la vida política del país, él comprometía su futuro con miras a ser el símbolo de la unión a nivel nacional en contra de la dictadura. Su sepelio movilizó a miles de ciudadanos.
En menos de un año del asesinato de Gonzalo, el gobierno de Miguel Abadía Méndez se vino abajo debido a las graves situaciones de orden público que a raíz de las actividades de opresión y persecución a los sindicalistas y una aguda crisis económica, obligaron a Abadía a dejar su cargo como mandatario en 1930.
Desde el asesinato de Gonzalo en 1929, el 8 de junio, los estudiantes universitarios acostumbran conmemorar este día, en sus inicios preparaban dos momentos de conmemoración, la primera parte consistía en movilizarse al cementerio central de la calle 26 al sepulcro de Gonzalo Bravo Pérez y posteriormente, regresar a la universidad a realizar actividades deportivas.
Veinticinco años después, un 8 de junio pero esta vez de 1954, durante la conmemoración acostumbrada, después de la visita a la tumba de Gonzalo y al regreso de la movilización a las instalaciones de la Universidad Nacional, por la calle 26, la paz del evento fue quebrada por la presencia de un grupo de la policía nacional quienes ordenaban el despeje y la disolución de los estudiantes que se encontraban en el acto conmemorativo.
Ante la presión de la policía los estudiantes se opusieron rotundamente a su presencia y decidieron resistir liderados por un estudiante de medicina y filosofía, de nombre Uriel Gutiérrez.
Uriel, con un alambre de púas bloqueó el paso de la Policía en la entrada de la universidad que colinda por la calle 26, pero una ráfaga de disparos de la policía cegaron su vida, su muerte fue a causa del impacto de una bala en su cerebro.
De inmediato los estudiantes organizaron una protesta masificada, que saldría el 9 de junio, hacia el palacio presidencial, En ese entonces bajo el mando del General Rojas Pinilla, quien llevaba un año en la presidencia.
Eran 10.000 estudiantes de diferentes universidades, la Nacional, la Javeriana, el Externado, los Andes, la Libre, el Rosario, la Gran Colombia y algunos estudiantes de bachillerato, quienes se movilizaron, pero nuevamente los agentes del Estado les impidieron el paso en la calle 13 con octava y séptima, sin embargo, la marcha estudiantil optó por sentarse en los andenes de la calle, coreando consignas de justicia y condena a los asesinos de Uriel Gutiérrez.
Ese mismo día, 9 de junio de 1954 siendo las 11 de la mañana, tropas del Ejército Nacional de Colombia, irrumpieron la concentración estudiantil con una ensordecedora ráfaga de balas de fusil disparando en contra de los estudiantes, esta vez dejando nueve muertos y 25 heridos.
Nueve estudiantes, nueve seres humanos, nueve jóvenes que reclamaban justicia por la vida de Uriel, cayeron sin vida ese 9 de junio en el centro de Bogotá, sus nombres y sus cuerpos eternizaron el recuerdo amargo de ese día.
Ellos, símbolo que se mantiene en la memoria del movimiento estudiantil, quedaron inmortalizados a través de sus nombres: Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora (quien fue perseguido y asesinado a dos cuadras al norte de la Av, Jiménez), Hugo León Velázquez, Hernando Morales, Elmo Gómez lucich (de nacionalidad peruana, activista de la juventud comunista), Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana y Carlos Grisales.
El General Rojas Pinilla, en ese entonces presidente de Colombia, a través del ministro de Gobierno, Lucio Pabón y el general Duarte Bum, comandante del ejército, acusaron por el asesinato de los estudiantes a los conservadores que no habían apoyado el llamado Golpe de Opinión contra Laureano Gómez que se dio el 13 de junio de 1954.
Los ministros bajo el mandato del General Rojas Pinilla, afirmaron que vieron disparos desde uno de los edificios cercanos al sitio de la manifestación y que dichos disparos dieron en el cuerpo del sargento que comandaba la tropa. El ministro de Justicia, Gabriel Paris afirmó: “Los soldados cayeron primero, yo lo vi” quien seguía los hechos desde una ventana de su oficina.
Sin embargo meses después en una de las investigaciones oficiales se demostró que los autores materiales del crimen no eran los que habían sido acusados por el gobierno del General Rojas Pinilla y tampoco iniciaron más investigaciones para apresar a los responsables de los asesinatos, por lo que tampoco hubo una condena.
Estos crímenes han quedado en la impunidad, el recuerdo de los estudiantes que exigieron sus derechos se mantiene en la actualidad en cada aula universitaria, en cada grupo estudiantil, en cada expresión de rebeldía y libertad, aún sin que la justicia haya llegado.
Estos hechos violentos han atravesando la historia de Colombia y desde ese 8 de junio de 1929, se repiten una y otra vez, en cada primero de mayo, en cada marcha reivindicativa, en cada expresión social que cuestione, que se vea y se sienta diferente a lo establecido, cada expresión de repudio y exigencia de justicia, cada asomo de inconformidad intentará ser oprimido, por las fuerzas estatales, callado por el terror, invisibilizado y deslegitimado por los medios masivos de información.
Esta es la realidad de las luchas y de las reivindicaciones sociales. Pero que ante la opresión hoy se construye memoria, la memoria de los que han sido desaparecidos y asesinados, son el legado para las nuevas generaciones que hoy con más fuerza abanderan las mismas luchas, la memoria, un impulso para seguir caminando por la justicia, por la verdad, por la igualdad. La historia también muestra que no podrán parar los sueños de millones de estudiantes, campesinos, trabajadores, mujeres y hombres que apuestan la vida por un país mejor. La historia muestra que somos más.
En memoria de Gonzalo, Uriel y todos los jóvenes asesinados, el 8 y 9 de junio de 1929 y 1954 inmortalizados hoy día del Estudiante caído en Colombia.
Gonzalo Bravo Pérez en la Memoria.
Gonzalo Bravo Peréz Sin Olvido.