Fue un día de abril: emético calendarial
Fue un día de abril: emético calendarial
Por: Camilo Eduardo Umaña Hernández
¿Dónde? En la deriva social, en el sin rumbo, donde el ¡basta! no basta. Acá donde la muerte no tiene singular, donde lo agudo es tan grave y el relámpago echa a correr por el estruendo de la metralleta.
¿Cuándo? Hoy. El día después de ayer. Como todos los días: con la violencia amaneciendo y anocheciendo.
Esa es la violencia crepuscular: todos los días preambulando lo claro, prologando lo obscuro, clareando las noches. Siempre ahí: donde la ducha no enjuaga, donde el regaño no corrige, donde el tiempo hace de Cronos, donde se aplauden velorios y se lloran nacimientos.
Cómo atravesar los días y volver a nacer sin ese código-gen de muerte, cómo romper las montañas en diez, como inamoverse de las olas.
Tengo una lista para cuando eso ocurra: será delicioso volver a la raíz, a la vida. Sentir el agua entre mis manos, lanzar piedras a las ventanas, volver a oír a qué suena el silencio.
Corresponde, sin embargo, vivir la muerte:
Fue un 1998, un 18, y de abril. Los asesinos de siempre cegaron la vida de José Eduardo Umaña Mendoza: abogado colombiano, profesor, pensador, padre e hijo, defensor de Derechos Humanos. Un crimen que, diez años después, no ha sido resuelto en justicia, no ha sido estructurado en la verdad.
Impunidad y olvido: la condena de siempre. La condena que sentencian, no sólo las estructuras del Estado y del para-Estado (que, muchas veces, en estos crímenes, son tan difíciles de distinguir), sino también usted, amable lector, y yo, escribiente-víctima, que decretamos los más profundos olvidos, que, en el aprendizaje social de la violencia, sencillamente nos acostumbramos a perder, a matar y morir.
En este año, 2008, se conmemora el décimo aniversario del magnicidio. Y los noventas todavía nos dejan la huella del humo del silenciador. Y los silencios pendulantes, los puntos suspensivos de las violencias tan violentas, son también el azote del campesino, el contencioso ametrallado del vejado y del vejador.
De ahí, las Altisonancias del silencio (el libro que ponemos en común a partir del 18 de abril de 2008[1]), de ahí las altas frecuencias del callar social. De ahí los desaparecidos, los asesinados, los torturados, los secuestrados, los que son y no están, los que están y no son.
Cayó sin doblegarse un ser humano que amaba la vida, que la dignificaba con su lucha por la vida de otros, que la significaba y resignificaba con su persistencia, con su insistencia y tenacidad.
Como activista de los Derechos Humanos. Como Administrador de Empresas y Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Como maestro universitario [2]. Como defensor de presos políticos. Como asesor, gestor, y colaborador de diversas instancias internacionales (ACNUR, Consejo de Administración de la Organización Mundial Contra la Tortura, Comisión de Investigación de Atentados a los Periodistas, CIAP; Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP, Tribunal Permanente de los Pueblos, entre muchos otros). Como defensor de cientos de víctimas (participó como representante legal de los familiares de los desaparecidos en la toma del Palacio de Justicia, había asumido la reapertura de la investigación del asesinato del caudillo y candidato a la Presidencia de la República Jorge Eliécer Gaitán). Como todo lo que fue, en su solidaridad inmensa, es voz de justicia social como condición para la paz, de descriminalización de la protesta y el pensamiento social, de la defensa de los Derechos Humanos y la autodeterminación de nuestros pueblos, en fin, de “morir por algo antes que vivir por nada”.
[1] Dicho material, de autoría del suscrito, cuenta con prólogo del Premio Nóbel de Paz Adolfo Pérez Esquivel. Hace un compendio del pensamiento de José Eduardo Umaña Mendoza, en el marco de diversos hechos históricos que acompañaron y han acompañado la etapa de la guerra sucia en Colombia, como parte de la afirmación del derecho a la memoria y del derecho a la verdad.
[2] en derecho público, derecho penal e instituciones políticas de las universidades: Nacional de Colombia, Javeriana, Externado, Santo Tomas, INCCA, entre otras.