Francisco Javier Montoya
El 4 de julio de 1998, un sábado, día de actividad comercial en el casco urbano de Dabeiba se encontraba Francisco Javier Montoya y se dirigió de allí hacia La Balsita. En el punto conocido como “La Recta del Papayero” fue obligado a bajarse del bus por tres paramilitares.
Los armados que operan bajo la dirección de las Fuerzas Militares lo golpearon, lo obligaron a arrodillarse y le preguntaron en qué trabajaba. El líder campesino, respondió con la verdad, “soy promotor de salud”, sus asesinos le replicaron: “Es verdad que usted es promotor, pero es un sapo de la guerrilla” (…) “usted es el que manipula a los desplazados en Dabeiba”.
Sus victimarios le dispararon en tres ocasiones. Un tiro en la cabeza, otro en la boca y finalmente uno en el corazón. Posteriormente, los restos de Francisco Javier Montoya fueron transportados por sus asesinos en una camioneta de color azul, de placas KFD 965 de Medellín, que se dirigió hacia el caserío de Urama. El cadáver de Francisco Javier jamás fue hallado.
Desde ese día en la mente, en las palabras y en el corazón de los desplazados de La Balsita, Francisco Javier está presente. Sus victimarios no lograron su propósito. Ni el despojo de las tierras ni el desarraigo. Más de 300 asesinatos y desapariciones, entre ellos, el crimen de Francisco no ha logrado quebrar los sueños y las esperanzas. Desde ese día del asesinato de Francisco, la Comunidad de Vida y de Trabajo de La Balsita, de la que fue uno de sus animadores, a la que ayudó a enfrentar el terror, buscan que sus restos sean entregados, que haya justicia y que exista un respeto a sus tierras ante las pretensiones ambiciosas.
La labor de Francisco Javier fue muy importante, dedicó su vida a servirle a la comunidad de la Balsita en Dabeiba, Antioquia siendo promotor de salud en el municipio y denunciando los casos de desplazamiento forzado, trabajó por mejorar la calidad de vida de la población desplazada, estableciendo albergues y resistiendo junto al campesinado.
Francisco en medio del absoluto control paramilitar en Dabeiba denunció ante la comunidad nacional e internacional los crímenes de lesa humanidad cometidos por militares de las Brigadas IV y XXVII del Ejército, y paramilitares desde 1996 y 1997 que originaron el desplazamiento forzado ocurrido en La Balsita. Francisco hizo público los pasajes de horror que se desarrollaron por parte de las mismas estructuras paramilitares responsables de la Masacre del Aro, en las que se conoce la participación de la Gobernación de Antioquia. De esa verdad hablan los mandos paramilitares de la época, a los que se ha querido silenciar en las cárceles de los Estados Unidos, de esa verdad habla Francisco Villalba, ex paramilitar, asesinado días después de rendir un testimonio en que implicó al célebre presidente de la “seguridad democrática”.
Aún el asesinato de Francisco Javier, todo sigue en la impunidad. La verdad se ha disfrazado de mentira, el municipio de Dabeiba para muchos es “un remanso de paz” como se lee a la entrada del pueblo. “Paz” de las estrategias militares encubiertas con la acción y omisión de unidades militares de las Brigadas IV y XXVII del Ejército, de la Policía Nacional, de las autoridades locales que no hicieron nada para evitar el desplazamiento, para evitar los centenares de crímenes de lesa humanidad ocurridos en Dabeiba entre 1997 y el 2001. Por lo menos 300 de esos crímenes se encuentran documentados y fueron presentados a la fiscalía a través de Constancias Históricas y Censuras Morales. Nada se ha hecho para esclarecer la verdad, para allanar caminos de justicia y sanción integral.
Años de arrogante impunidad, de inercia investigativa se encuentran enfrentados a la memoria colectiva sellada en un árbol, el árbol de la vida, allí se encuentra Francisco y más de 300 víctimas de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas, de mujeres accedidas carnalmente, de quemas de caseríos y millares de desplazados. Nada se ha hecho en concreto para esclarecer la verdad, dar respuesta a la demanda de justicia y para garantizar la vida en los territorios de La Balsita a las comunidades desplazadas cerca de Dabeiba.
La memoria de Francisco y de esos millares de víctimas, los territorios del horror son andados por decenas de habitantes rurales y urbanos de Colombia, que claman por la justicia y la vida en los territorios, objeto de los saqueos y de los intereses empresariales. Allá están en la andadura para enfrentar la violencia estatal para afirmar la dignidad en los territorios, en medio de esa impunidad, que ha permitido que hoy, muchos de los paramilitares, sigan disfrutando de sus libertades, sin ningún control, de las posesiones tomadas con sangre y fuego, como mercenarios del capital.
La memoria hoy continúa perpetuándose en las familias campesinas que afirman el Derecho a la Verdad, a la Justicia, a la Reparación desde la Zona Humanitaria “El Paraíso” de la Comunidad de Vida y de Trabajo La Balsita.
Hoy la comunidad mantiene viva la búsqueda de justicia. Ya no es la esperanza en un aparato de justicia inactivo cómplice de la criminalidad, es la esperanza que nace desde la memoria, desde la expresión de la creación en algo que hunde sus raíces en el monumento, que la propia vida erigió para no olvidar, para arraigar, es el Árbol de la Vida. Porque como dijo en una ocasión una de las matriarcas de la Comunidad “Nos duele recordar, pero más nos duele olvidar”. Por ello, hoy la Comunidad conmemora la desaparición forzada de Francisco Javier Montoya, al lado del árbol de la vida.
Francisco Javier Montoya en la Memoria.
Francisco Javier Montoya Sin Olvido.