Falso dilema
Daniel Pardo, excolumnista de la revista Kien & Ke, hizo la semana pasada una fuerte crítica a los medios en donde pauta la controversial (por decir lo menos) petrolera Pacific Rubiales, pues fue evidente que con la llegada del escalofriante estribillo “Pacific es Colombia” se fueron las críticas y denuncias a la multinacional.
Pardo critica a la revista en la que publica, en donde también pauta Pacific, y donde se había publicado recientemente un infomercial sobre la petrolera que no hacía explícita su naturaleza publicitaria. Unos días más tarde a Pardo lo despiden por razones confusas en su versión oficial pero clarísimas para todos: que pateó la lonchera de su empleador.
El incidente desnuda una encrucijada a la que se enfrentan los medios de hoy. Un medio de comunicación que vive de las ventas puede darse el lujo de hacerles pistola a sus anunciantes y así asegurar su libertad editorial, pero hoy en día ningún medio vive de las ventas, casi que la única entrada económica viene de la pauta comercial, que no tiene remilgo alguno en exigir que se publique lo que le conviene. Ante esto el medio se enfrenta a una cruda realidad: hay que pagarles a los periodistas (no mucho, pero hay que pagarles) y si una pauta comercial se cae, a alguno habrá que despedir.
Sin embargo, este es un falso dilema; prostituir la integridad periodística no es la única manera de ser sostenibles. La verdad es que Pacific necesita más a los medios, que los medios a Pacific. Los medios son más poderosos que Pacific, porque son ellos los que construyen las narrativas de lo que entendemos por realidad y son los que hacen el registro de lo que después llamaremos historia. Pacific no puede limpiar su imagen sin la ayuda de los medios; sin ellos, en vez de su imagen, tendrían que limpiar sus métodos. Si los medios de comunicación ejercieran su poder de veeduría y control, una de sus más importantes funciones sociales, la única manera de quedar bien sería hacer las cosas bien.
Por supuesto esto sólo funciona si los medios entienden que su verdadero valor y su prestigio están en tener un compromiso ético con la información. Cada periodista debe ser consciente de que lo que publica tiene un impacto social y real en nuestra democracia; una ciudadanía bien informada es el mínimo básico para que una sociedad pueda tomar buenas decisiones. Vender la integridad de una noticia puede resolver un problema inmediato de iliquidez, pero compromete la credibilidad del medio y a largo plazo puede tener graves consecuencias sociales: no tener una mirada crítica con Pacific puede tener unas consecuencias trágicas para nuestro mayor capital como país, que no es la minería ni el petróleo, sino el talento humano y la biodiversidad.
Es mentira que los medios estén contra la pared frente a los intereses comerciales. Hay modelos bellísimos, como el del periódico español El Diario, que marcan el futuro de la financiación para los medios de comunicación: reciben pauta con la condición de que no afecte su contenidos, y como la única entrada no puede ser la pauta comercial, se financian también con el modelo crowsource: la gente puede hacerse socia del diario pagando cinco euros al mes y a cambio tienen acceso privilegiado a algunos artículos, tratamiento especial como comentaristas y la tranquilidad de que la información que reciben no intenta manipularlos.
http://www.elespectador.com/opinion/columna-383135-falso-dilema