Entre las formas solo la guerra
El escándalo del pasado 18 de octubre suscitado después de la rueda de prensa entre el gobierno y la guerrilla de las FARC es el reflejo del poder de las palabras y de las imágenes periodísticas de la mayoría de los directores de los media.
Si un estudiante de sociología, de historia o de comunicación quisiera tener una síntesis del uso del poder de los periodistas en los últimos 25 años de nuestro conflicto está ahí esa materia para comprobar lo de siempre. La incapacidad de expresar algo razonable más allá de las pasiones, de sus prejuicios ideológicos o de la protección de los intereses de quienes les pagan o los han contratado se mostró allí en menos de tres horas. No solamente fue la censura a la réplica o la rueda de prensa de la guerrilla que no fue emitida, lo que de suyo refleja su mirada oficialista, que le es tradicional.
Se trata de algo más grave, la incapacidad de escuchar, de comprender de qué se está hablando cuando se abre un escenario de conversaciones para solucionar a través del diálogo el conflicto armado. Cada parte en un conflicto armado refleja en sus actuaciones sus intereses, expresa sus ideas y sus razones con las armas; declara blancos militares, desarrolla estrategias políticas que enfrentan los símbolos y los factores de poder del contradictor. ¿Por qué entonces en el escenario de la palabra hay que censurar la palabra a una de las partes? ¿No es eso acaso la expresión del autoritarismo mediático, un mecanismo de negación y de eliminación de la expresión del otro? ¿Esa es la libertad de expresión que tango pregonan defender? ¿Por qué las partes tendrían que negarse la posibilidad de expresar lo qué piensan, lo que creen?
¿Debía el gobierno guardar silencio y la guerrilla igualmente? No.
Los periodistas de la industria mediática venden una paz que significa la negación de las contradicciones, de lo diferente, de lo disímil. Vuelven a profundizar sobre las formas para ocultar el fondo. El conservadurismo arrogante expresa la incapacidad de comprender que justo quiénes se sientan a conversar son en lo militar enemigos, que en lo político expresan modelos de sociedad y del Estado distintos, y que se conversa para dirimir, para debatir y poder concertar, acordar, consensuar o lograr aspectos de salida a esas contradicciones.
Si el gobierno en su enfoque enfatizo sobre las formas y los modos que se expresan en el Marco de acuerdo para solucionar el conflicto, las guerrillas profundizaron en las diferencias de fondo, las que les distancian del gobierno entre ellas el sentido del uso de la tierra, su distribución. Pero a los gatekeeper del establecimiento solo les interesan las formas, por eso solo in forman. ¡!!! Qué incapacidad para aprender a escuchar, para reconocer las diferencias y para distinguir en sus prácticas entre opinar e informar, entre brindar elementos para interpretación y no dogmas para repetir y creer. ¡!!Qué vergüenza!!!
Camilo De Las Casas, 19 de octubre de 2012