El Retorno del silencio… de dignidad. Zona Humanitaria de El Tesoro, Curvaradó
Y desde muy temprano la ansiedad golpeaba el alma, no se pudo dormir, de los corotos de la miseria la riqueza de su dignidad. Era el 1 de octubre un día de antesala al sueño del regreso. Después de 13 desplazamientos, el primero en 1996, el segundo en 1.997, el tercero en el 2001 y los demás del 2003 hasta el 2004, a borbotones estaba el cuerpo para echar andar, las espaldas listas para cargar.
Y la noche paso casi en vela. Atravesando el río Jiguamiandó se iniciaba el camino para llegar al caserío El Tesoro en el Curvaradó, un camino desandado durante 10 años para muchos, un camino que conduce de la espesa selva al desierto verde de la Palma Aceitera, un camino que conduce a la memoria del horror, a la memoria de los sueños construido y derruidos por la violencia oficial disfrazada de ilegalidad. Violencia de la usurpación de la propiedad, violencia gestada por el negocio de la agroindustria de la palma.
Acompañados del PASC del Canadá, de un voluntario de la iglesia Luterana de los Estados Unidos, de dos religiosos de la iglesia católica de Justicia y Paz, con la presencia de muchas y muchos con cartas y correos, sin ningún apoyo económico, sin ninguna respuesta del Estado en materia humanitaria. Con las mentiras a cuestas del Estado que afirma en el cabildeo internacional que van a devolver las tierras a los afrocolombianos del Curvaradó, mientras las empresa Urapalma y la extractora Bajirá continúan sacando el fruto. Con la hipocresía institucional que afirma que los afrocolombianos no quieren el desarrollo o que las organizaciones acompañantes manipulan a la gente. Con las verdades del negocio que son mentira, pues se han cometido crímenes contra la biodiversidad irreparables, se ha producido el lavado de activos en ficticias formas de financiamiento. Con una falsa reinserción paramilitar que ha ido configurando nuevas formas de control y de actuación militar. Con la guerra militar persistente… así en el silencio, en la casi soledad la dignidad anda caminando
Con mentiras justificando su intolerancia ante un Retorno decidido desde la convicción profunda de que es mejor vivir o morir en la propio Territorio y no en otro, al que se le agradece la acogida por 10 años… el arrasamiento territorial con la siembra de palma.
El Lunes 2 de octubre, mañaneando como todos los días, antes de las cinco de la mañana, un intento más, tal vez la última esperanza, tal vez la muerte viviendo o la vida vivida con dignidad.
25 familias de la Cuenca del Curvaradó de las comunidades de Buenavista, Jengadó Medio, Camelias, No hay como Dios y Villa Luz preparamos bestias y costales, nuestros corotos de pobreza que cargando, pasamos el río Jiguamiandó. Paso a paso, por más de tres horas, recordando, volviendo con el corazón partido y alegre, tantos momentos y trabajos, fiestas, animales y aguas que disfrutamos y llegamos después de 10 años a El Tesoro
Otra vez empezar, otra vez a levantar, como las otras 13 veces, otra vez a ubicarnos, en medio de un desierto que llaman Palma, llegamos a El Tesoro, un espacio de la vida, un espacio de sobrevivencia, un lugar para que nuestra etnia no sea desterrada de esta faz de la tierra, allí instalamos la Zona Humanitaria, a dos horas de la Zona Humanitaria del Curvaradó en la mejora del Patriarca ENRIQUE PETRO
La Zona Humanitaria de El Tesoro, es un lugar para nuestra protección, como pueblo que hace memoria del palenque, es un lugar de afros y de mestizos, que afirmamos la vida y el derecho a la dignidad. La Zona Humanitaria la fuimos preparando en dos jornadas de trabajo entre el 22 al 24 de agosto y el 13 al 15 de septiembre, en esas jornadas cercamos, visibilizamos el espacio de 4 hectáreas, preparamos el terreno con 25 viviendas, 1a escuela, la cancha de fútbol, y los sitios de las azoteas.
Ese lunes llegamos hacia las dos de la tarde pm, 52 personas entre mujeres, hombres, jóvenes, niños y niñas que con alegría y esfuerzo nos dispusimos a organizar la comida y la dormida. Alegres, contentos, dinámicos, felices, y llegó la noche, el silencio, los recuerdos de la jornada, el espacio de cuerpo en reposo, de los cuerpos en amor con la naturaleza, con el alma en plenitud. Oración de vida, aunque faltaban muchos, decenas. ORLANDO, o el Señor IBAÑEZ pero se encendieron las luces en medio de la noche era su presencia, inagotable, llama eterna de nuestra dignidad, y allí la presencia de los mártires, la presencia de Jesús. Preparando la siembra de maiz, el camino del arroz, arreglando los patios entre los pocos palos que son la estructura de un cambuche o de una casa.
Y las mujeres construyendo las cocinas, brillando los chocoros, riendo en los espejos de mental, en las lámparas de sol que encandelillan las niñas y los niños. Todas y todos participando. Y poco a poco llega más gente, familiares, amigos que regresan por el camino con los animalitos, con las cosas que hacen parte de nuestra historia, las gallinas, los polluelos, los perros reconociendo la tierra del origen. Y el domino, el fútbol, el cansancio y el sueño. Y el abuelo enseñando a levantar la casa, y el abuelo con sus historias, y todos somos una misma historia, de muchas historias.
Y vino el silencio, el silencio que permea el alma, que centra los pensamientos, que lleva al origen, a lo bello, a lo sublime, a lo justo, a lo digno. Y la memoria en los sueños. Llegamos a nuestro Territorio, estamos más cerca del Retorno, estamos imaginando las Zonas de Biodiversidad. Todo soñamos desde el más niño hasta el más anciano, en el amor de la noche tomando aire para el trabajo del día a día.
Así es paso a paso, como estos 10 años, empezando de nuevo, resistiendo, afirmando, construyendo, andando, manteniendo vivos los sueños, a pesar de todo, a pesar del crimen, a pesar de la impunidad, por que el territorio es nuestra dignidad, la madre. “Sin la tierra no hay vida, sin la vida no hay tierra, por eso es el Territorio”, decimos en El Tesoro. De este regreso sigue el Retorno, en la construcción de las Zonas de Biodiversidad, los espacios de recuperación ambiental, de protección de la biodiversidad. El retorno en silencio, en soledad, el retorno de la dignidad a tierras atropelladas, desarraigadas, destruidas por aquella guerra gestada por el negocio de la palma